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J. CEPEDA
Sábado, 10 de mayo 2014, 09:21
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Ya no es, como antaño, un 'carnaval alternativo', ni aparecen tantos exóticos instrumentos como en las primeras ediciones, pero Womad, no obstante, continúa siendo una cita multitudinaria e ineludible no solo para los amantes de la música, sino para todo aquel con ganas de fiesta y de pasarlo bien.
Ayer arrancó, con las plazas Mayor y de San Jorge atestadas de público, el primero de los días grandes de una vigésimo tercera edición que se extenderá hasta mañana. En el escenario de la Plaza Mayor, personas de todas las generaciones, tantas como actitudes ante una cita que para unos es la oportunidad de disfrutar en vivo de las músicas del mundo y que para otros conforma la excusa perfecta para participar en un macrobotellón, incluso de espaldas al escenario principal o en calles aledañas a los puntos de reunión musical. Gestiones de ocio bien diferenciadas en un mismo marco que hacen que los más románticos añoren las primeras ediciones.
San Jorge sí mantiene su magia y se convierte en un rincón para nostálgicos. Allí se reunieron, un año más, los más entendidos en la materia.
Cáceres tenía ganas de Womad y eso se notó ya desde los primeros compases de la tarde, cuando los más jóvenes, en su mayoría adolescentes, se hacían dueños y amos de la Plaza Mayor. El 'reinado' duró hasta aproximadamente las 21.00 horas, cuando los últimos rayos de luz natural que se entremezclaban con la leve llovizna de una nube caprichosa se difuminaron con las luces del escenario. La Plaza Mayor ya tenía, por entonces, la postal habitual de las grandes ocasiones.
El producto estrella en la explanada de la Plaza Mayor fue el vino peleón mezclado con refresco de limón en grandes garrafas de agua. Trabajo no les faltó a las decenas de policías locales encargados de regular el acceso en trece puntos diferentes para que no se introdujeran botellas de cristal y latas.
Pero no todo es de color de rosa en el universo Womad. Algunos comerciantes manifestaron que, a pesar de haber pagado la licencia al Ayuntamiento de Cáceres para instalar sus tenderetes en el paseo de Cánovas, se encontraron sin sitio a la llegada para poder montarlos, por lo que algunos tuvieron que acomodarse en otros puestos para realizar sus ventas.
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