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Victoria Eugenia, la viuda de Pablo Escobar.
«Gracias a la sumisión sigo viva»

«Gracias a la sumisión sigo viva»

La viuda del narco colombiano Pablo Escobar publica sus memorias | Le conoció con 12 años y quedó «deslumbrada» por sus «ínfulas de poeta»

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Miércoles, 5 de diciembre 2018, 13:38

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Pablo Escobar intentó poner de rodillas al Estado colombiano. El jefe del cartel de Medellín ordenó asesinatos de policías, periodistas, jueces y candidatos presidenciales. Su hijo le hace responsable de 3.000 homicidios, aunque la Policía cree que esa cifra se queda corta y cifra en 5.500 los muertos despachados por sus sicarios. El capo inundó medio mundo de cocaína, lo que le reportó un formidable patrimonio. Atesoró una fortuna que, en el momento de su muerte, estaba valorada en mil millones de dólares, entre mansiones, obras de arte, automóviles de lujo y hasta un zoológico.

Durante seis años consecutivos, los comprendidos entre 1987 y 1993, su nombre apareció en la lista de los hombres más ricos del mundo que elabora la revista 'Forbes'. Sin embargo, su viuda, Victoria Eugenia Henao, de 57 años, asegura que no fue hasta después de su desaparición cuando se enteró de muchas de las atrocidades cometidas por su esposo. En su libro, 'Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar' (Península), que se publica coincidiendo con los 25 años de la defunción del narco, Henao urde un relato exculpatorio sobre su persona. «Si tú le hablas a alguien y no te tiene en cuenta, de alguna manera te va excluyendo. Él era el adulto y yo una niña muy ingenua e inmadura, sometida a una cultura machista que domina a todas las mujeres en Colombia. Mis opiniones no tenían validez. En ese momento no tenía la habilidad ni la dignidad para pararme frente a él, me tenía que quedar callada y someterme», cuenta la viuda del hombre que puso en jaque al Ejército y las instituciones colombianas.

Victoria tenía 12 años y Pablo Escobar 23 cuando él la empezó a cortejar, primero regalándole chicles y chocolatinas y luego relojes, flores y un disco de Camilo Sesto. Consiguió seducirla gracias a sus «ínfulas de poeta» y su «sonrisa sensual». Quedó deslumbrada, a pesar de la diferencia de edad. Al fin y al cabo, él era un hombre «en toda regla», desprovisto de las «inseguridades y divagaciones» de un adolescente. Casi un cuarto de un siglo después de su muerte, aún no ha asimilado del todo que su marido era un criminal con una legión de verdugos a sus órdenes. «Me está costando disociar esos dos personajes. Yo conocí al hombre amoroso, romántico y respetuoso; al filósofo y al escritor. Pablo me escribía muchas cartas de amor. También lo hacía con su madre y sus hermanos».

Pablo Escobar fue detenido por primera vez en 1977. Para blanquear su imagen, el jefe del cartel de Medellín hizo incluso una incursión en la política.

Pese a que la guerra de los narcos colombianos contra el Estado se cobró 46.612 vidas entre 1983 y 1994, Victoria Eugenia Henao prefirió mirar para otro lado y vivir en la ignorancia. Al principio ella atribuía su prosperidad a los negocios inmobiliarios y ganaderos de su esposo. Con todo, pasó por trances amargos por la avidez desbordada de mujeres de Pablo Escobar. «Viví muchos desplantes, muchas humillaciones, muchas infidelidades... Pero, a la vez que me era infiel, me estaban poniendo una bomba, me tenía que esconder bajo tierra o irme del país. Era un doble juego difícil de soportar para la psique de cualquier mujer».

Dos de sus hermanos cayeron en aquel conflicto que desangró Colombia al hacer de secuaces de Escobar. Alonso Salazar, escritor y exalcalde de Medellín, asegura que fue Mario Henao quien recomendó a su cuñado secuestrar a miembros de las élites colombianas. Mario pereció en las selvas del río Magdalena en 1989, mientras que su hermano Carlos Arturo fue asesinado en 1993 por el grupo paramilitar Perseguidos por Pablo Escobar (Pepes), integrado por antiguos socios del narcotraficante que operaron bajo el sostén financiero de la cúpula del cartel de Cali.

Maníaco de la dinamita

Hubo un tiempo en que en cualquier lugar podía estallar un coche bomba por mandato del que ha sido llamado 'el patrón del mal'. Un avión, un hotel, un periódico, una farmacia, una calle... eran devorados sin piedad por la dinamita de Escobar. Quienes le traicionaban podían darse por muertos. El rey de la coca se ensañaba con más crueldad con los desleales que con sus enemigos más fieros. A la vista de ese panorama, poca rebelión cabía. «Gracias a mi sumisión y mi inocencia podemos estar ahora conversando. Pensé en abandonarle muchas veces, le propuse separarnos y él me decía que nunca haría tal cosa, que mientras él existiera iba a defender el hogar por encima de cualquier cosa», relata la viuda del traficante.

Victoria Eugenia ya no se habla con la familia de Escobar. «Perdimos la relación recién muerto Pablo y no volvimos a tener vínculos de ninguna clase». Según la mujer que le acompañó durante toda su vida, Escobar no les dejó nada. Ella se refugió en Argentina con sus hijos, Juan Pablo y Manuela, y mudó su nombre por el de María Isabel Santos Caballero. Sus propiedades fueron confiscadas por el Estado, mientras que sus antiguos compinches del cartel de Cali se cobraron lo que consideraban «costes de la guerra». Durante su cacería, siempre escapando de guarida en guarida, quienes fueron sus socios se apropiaron de varias obras de arte, entre ellas 'Los danzantes', de Salvador Dalí.

«Él era un hombre adulto y yo una niña muy ingenua e inmadura»

Victoria Eugenia

Cuando apenas tenía 14 años, el patrón la violó, aunque entonces no tuvo conciencia del estupro. Es una revelación que desvela en el epílogo de sus memorias. «Fue muy traumático, sobre todo porque, sin darme cuenta, acabé sufriendo un sometimiento absoluto». Al cabo de tres semanas, se percató de que estaba embarazada. Su entonces novio la llevó a un lugar alejado de Medellín y una señora mayor le dijo que se recostara en una camilla. «Acto seguido, introdujo en mi vientre varios tubos de plástico, de esos que se usan para canalizar venas, y se limitó a decir que servirían como prevención». Escobar le dijo a la adolescente que siguiera «al pie de la letra las recomendaciones» de la abortera y lo mantuviera informado si algo pasaba.

Con el tiempo, el capo abrió cada vez con más frecuencia las puertas de la Hacienda Nápoles, la mansión donde montó su zoológico, a todo tipo de mujeres para que fornicaran con él y sus compinches; desde bailarinas de los cabarés parisinos Crazy Horse y Folies Bergere a garotas de Brasil. No solo contrató a prostitutas, también reclutó a mujeres que le sirvieran de informantes. Entre quienes le alertaban de los movimientos del Ejército figuraban una secretaria del ministro de Defensa, el general Miguel Vega Uribe, y confidentes de ambos sexos en la Policía, la Interpol y el Departamento Administrativo de Seguridad.

Henao se queja de que «el fantasma de Pablo no la deja en paz». Achaca a su legado el hecho de que ella y su hijo hayan sido procesados por un juez argentino, que les imputa un delito de lavado de dinero. Los investigadores estiman que los Escobar recibieron supuestamente una comisión por su trabajo de intermediación entre un empresario argentino y el capo colombiano Piedrahita Ceballos. Victoria aduce que, tras la muerte del narco, su familia materna les ayudó para seguir adelante. Ahora ella ejerce de «coach organizacional y ontológico». «Trabajo con las emociones y la problemática de la gente. Me consultan porque ven en mí un ejemplo de ganas de seguir existiendo a pesar de todo», confía la que fue esposa del jefe del cartel de Medellín. «Me he negado a volver a ser mujer», dice para explicar su soledad.

«Pablo se suicidó»

Victoria Eugenia Henao no se cree que su marido fuera abatido a tiros en el tejado de una casa por un oficial de la Policía. Según la tesis oficial y más asentada, el narco murió el 2 de diciembre de 1993, con 44 años recién cumplidos, en Medellín, por los disparos del comandante Hugo Aguilar, quien, tras alcanzar al fugitivo, gritó: «Viva Colombia». Pero su viuda mantiene de forma tajante que «Pablo se suicidó». «Nos tenía absolutamente prohibido el teléfono; siempre nos dijo que el teléfono era la muerte. En la encrucijada que vivimos, viajando a Alemania y luego obligados a regresar, con toda esa vida de riesgo, él decidió quitarse la vida. Pensó que si no se la quitaba él, nos iban a matar a nosotros. Llamó varias veces [hasta seis] y se pegó su tiro en la cabeza», asegura Henao.

Una tercera versión atribuye a los Pepes, una alianza entre paramilitares y enemigos de Pablo Escobar, la autoría de su muerte. Uno de los dirigentes del grupo, Diego Murillo, dijo que fue su hermano quien le descejerrajó un tiro en el cráneo con su fusil M16 calibre 5.56. De acuerdo con su declaración, Escobar se movía entonces con dificultad a causa del sobrepeso. Minutos antes de perecer, Henao le dijo a su marido: «Cuídate, Míster, que te necesitamos mucho», a lo que él respondió: «Tranquilita, mi amor. Esta es la parte más difícil. Pronto estaremos bien».

Nada más conocerse la noticia, unos brindaron y otros empezaron a idolatrar a Pablo Escobar como un héroe y un benefactor de Colombia. Pronto se formó una marea de compatriotas que querían ver el cadáver del capo, a quien se le achacó ser el responsable de un cartel que llegó a dominar el 90% del tráfico de cocaína mundial.

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