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Lara, en una imagen de archivo junto a Artur Mas
El jefe planetario

El jefe planetario

Amante del 'bridge' y la Coca Cola, ávido lector capaz de devorar cuatro libros en un fin de semana y treinta en vacaciones, el hombre que ha amenazado con llevarse de Cataluña el sexto grupo editorial más importante del mundo es un barcelonés que conserva fuertes lazos con Andalucía, la tierra de su padre

CARLOS BENITO

Sábado, 31 de enero 2015, 20:18

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Sería una pena no empezar un perfil de José Manuel Lara Bosch hablando de su padre, José Manuel Lara Hernández. En primer lugar, porque buena parte de la existencia del hijo ha transcurrido dentro del imperio levantado por su progenitor, cuyas fronteras ha logrado ensanchar más allá de toda previsión, y también porque entre ambos existen ciertas concordancias de carácter que los distinguen dentro del mundo de la edición. Pero, sobre todo, traer a colación al difunto José Manuel Lara es siempre buena idea por su biografía insólita, apasionante: se trata de una de esas personas que en determinado momento consiguieron hacer un quiebro a las rutinas sociales y cambiar de vida, como si hubiese saltado con éxito de un tren a otro.

Desde luego, nadie contemplaba que Lara Hernández acabase convertido en un gigante de la edición. Nació en 1914 en El Pedroso (Sevilla), hijo del médico del pueblo, y tuvo esa juventud titubeante de muchos estudiantes mediocres: fue aprendiz de carpintero, de mecánico, de pintor y de droguero, pasó un año en el seminario, emigró a Madrid para estudiar Telecomunicaciones (con resultados bastante tristes), actuó como bailarín de revista con Celia Gámez en 'Las muchachas del Savoy', vendió galletas 'marías' y, en la Guerra Civil, acabó entrando en Barcelona con las tropas nacionales, un hombrón pelirrojo con el grado de capitán de la Legión. En la ciudad condal se estableció, conoció a la que sería su esposa, María Teresa Bosch, y empezó a ganarse las lentejas con operaciones comerciales, al principio muy modestas. «Leía 'La Vanguardia' y buscaba las ofertas y demandas. Siempre había alguien que quería vender una cosa y otro que quería comprarla. Yo la compraba al primero y la vendía al segundo», explicó en una ocasión.

De esos ágiles chanchullos de intermediario pasó a abrir academias de enseñanza, después a la venta de libros a domicilio y, finalmente, a la edición: en 1949 fundó Planeta, aunque él rara vez leía. Y aquí viene al pelo una de sus máximas más recordadas: «Saber de literatura es malo para un editor. Yo soy capaz de convertir un libro con las páginas en blanco en un auténtico éxito de ventas». Su mujer sí leía, mucho, y fue ella quien le recomendó publicar 'Los cipreses creen en Dios', de José María Gironella, su gran bombazo de principios de los cincuenta. El otro gran acierto fue crear el premio Planeta en 1952 y dotarlo con 40.000 pesetas, una barbaridad para la escena cultural de la época. José Manuel Lara Hernández era un mercader nato y conservó siempre en su personalidad la viveza del tratante: lo mismo animaba las conversaciones con ocurrencias y asombrosas historias -por ejemplo, aquello de que 'Pasionaria' le cocinó una vez tortilla de patata en Moscú- que sacaba su pistola del 38 y conducía a comisaría al atracador que le había asaltado. También solía confundir los nombres de sus escritores: a Manuel Vázquez Montalbán se obstinaba en llamarle Ricardo Montalbán, como el actor.

Más allá de la corpulencia física, ¿en qué se parecen José Manuel Lara Hernández y José Manuel Lara Bosch? «El padre era una figura visceral y autodidacta, aprendió de la vida, mientras que el hijo ha pasado por buenas escuelas y ha tenido una formación más sistemática en las editoriales del padre, pero los dos han sido gente muy dotada para los negocios. Y, aunque el hijo es más serio, comparte con el padre ese pronto de hablar claro y directo, de decir lo que piensa. Yo creo que son bastante sinceros, algo que produce cierta admiración y envidia entre personas que no tienen esa posibilidad o esa valentía», analiza el periodista cultural Sergio Vila-Sanjuán, que retrató en su libro 'Pasando página' la historia editorial de la España democrática. Lara Bosch, nacido en Barcelona en 1946, estudió Económicas, hizo un máster en Esade y tenía intención de dedicarse al urbanismo, pero un periodo de depresión de su padre le obligó a echar una mano en la editorial. Descubrió entonces que aquello le gustaba. Años más tarde, la muerte en accidente de su hermano menor, Fernando, le dejaría solo como heredero del coloso.

Frente al inagotable anecdotario de su padre, José Manuel Lara Bosch presenta un perfil más discreto, más anodino, más contemporáneo. De este hombre con «vocación de estudiante» se conoce su tremenda afición al 'bridge', un juego de cartas que le ha servido para poner a prueba las dotes intelectuales y el carácter de algunos directivos de sus empresas. También es proverbial su pasión por los refrescos de cola: «Es el primer consumidor de Coca-Cola Light de Europa», dijo su amigo Leopoldo Rodés en el discurso que le dedicó en 2004, cuando le entregaron la llave de Barcelona. Por aquel entonces ya estaba intentando dejar de fumar, aunque dos años después, con la prohibición del tabaco en los lugares de trabajo, se rumoreó que había habilitado una planta de su editorial como domicilio particular para mantener el vicio sin molestias. Y se sabe, en fin, que lee con voracidad y velocidad: cuatro libros en un fin de semana, treinta en unas vacaciones. «Soy el mejor cliente de Planeta», ha declarado, además de admitir en una entrevista con 'La Vanguardia' que suele despedazar los volúmenes gruesos «en tres o cuatro partes» para leerlos con más comodidad. «Luego, si me ha gustado, me compro otro para la biblioteca de casa».

Cinco meses de novios

Está casado con Consuelo García. Lo suyo fue un flechazo: la conoció en 1973, durante la entrega del Premio Ateneo de Sevilla, y la boda se celebró cinco meses más tarde en el pueblo de ella, Olivenza, en Badajoz. Su esposa le describe como un hombre esencialmente bueno: «Se le ve grande e importante y asusta por todo lo que tiene y tal, y en cambio tiene una sensibilidad tremenda», ha explicado. Son padres de cuatro hijos -uno de ellos, con el previsible nombre de José Manuel Lara García, ya aparece en los organigramas del Grupo Planeta- y desde hace dos décadas suelen pasar temporadas en Mairena del Alcor, a tiro de piedra de Sevilla. Lara no ha cortado jamás los vínculos con Andalucía, la comunidad de la que salió su padre a la caza de un esquivo porvenir: al fin y al cabo, preside la Fundación José Manuel Lara, creada en 1992 para «contribuir a la divulgación, fomento, desarrollo, investigación y protección de la cultura andaluza, dentro del marco general de la cultura hispana».

Su afirmación de que, si Cataluña se independizase, Planeta tendría que trasladarse «a Zaragoza, a Madrid o a Cuenca» fue uno de esos sorprendentes arranques que tiene a veces la espontaneidad de los Lara, aunque después lo ha suavizado diciendo que él seguiría viviendo en Barcelona y que las editoriales en catalán del grupo tampoco se moverían: «Soy catalán, pero també sóc espanyol», ha resumido a modo de eslogan, y es cierto que en su casa se manejan los dos idiomas. El peso de Planeta en la cultura en catalán resulta difícil de sobreestimar: «En el franquismo, dieron trabajo a muchos escritores catalanes. Crearon un premio literario en catalán en plena dictadura, el Ramon Llull. Siempre se han comprometido con la cultura catalana en catalán, y en estos momentos Planeta es accionista del Grup 62, la primera editora en catalán. Aunque no pertenece a la línea del catalanismo estricto, la aportación del Grupo Planeta a la cultura de Cataluña ha sido fundamental», enumera Sergio Vila-Sanjuán.

Otra cuestión es que -cosas de los puentes de la cultura, o quizá del pragmatismo de las finanzas- los Lara siempre se hayan llevado bien con gente de todos los palos. José Manuel Lara Bosch fue propietario simultáneamente de 'La Razón' y 'Avui', y distribuye 'L'Osservatore Romano' a la vez que edita 'Playboy'. En 2009, en la boda de su hija Ángela, reunió a José Montilla, Mariano Rajoy y Jordi Pujol, igual que el martes, en la ceremonia del Planeta, cenó tan a gusto entre Artur Mas y José Ignacio Wert. Su padre era un hombre muy de derechas que contrató a un montón de jovencitos izquierdosos para confeccionar la enciclopedia Larousse e incluso compró la revista de humor 'Por Favor', la más crítica de la época. El viejo Lara, muy amigo de recordarle a Pujol que el Real Madrid lo fundó un catalán y la sardana la inventó un andaluz, ya solía hablar de una hipotética independencia hace veinte años: «Yo en Cataluña me encuentro fenomenal -decía-, pero no quiero que me pongan una frontera que me separe de mi pueblo».

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