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Gabriel García Márquez, en su juventud
La magia de la realidad

La magia de la realidad

Como en el caso de su admirado Ryszard Kapuscinski, Gabriel García Márquez confió siempre en el lenguaje, en su capacidad transformadora, para tratar de cambiar un mundo que no le gustaba

CARLOS AGANZO (POETA Y PERIODISTA)

Viernes, 18 de abril 2014, 12:14

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Tan célebres como la frase de Carlos Barral cuando le devolvió a Gabriel García Márquez 'Cien años de soledad' diciendo aquello de «yo creo que esta novela no sirve», fueron las palabras de Bill Clinton cuando le levantó al colombiano la prohibición de viajar a los Estados Unidos alegando, sencillamente, que ésta era su «novela favorita». Ninguna otra obra como 'Cien años de soledad', escrita por Gabo antes de cumplir los cuarenta, representa con mayor altura el éxito del realismo mágico y de la narrativa iberoamericana de la segunda mitad del siglo XX entre los lectores del mundo entero.

La inmensa notoriedad conseguida por García Márquez con ésta, y con todas las novelas que vinieron después, no le impidieron, sin embargo, que quisiera vivir siempre, mientras pudo, «sin perder el contacto con la realidad». Esa realidad que, pasada por el tamiz de su extraordinaria escritura, vestida de un halo mágico capaz de encender a cada paso el corazón de sus lectores, siempre fue la base más sólida de sus obras de ficción. La única manera, tantas veces, de alcanzar las verdaderas esencias poéticas del ser humano.

Como en el caso de su admirado Ryszard Kapuscinski, Gabriel García Márquez confió siempre en el lenguaje, en su capacidad transformadora, para tratar de cambiar un mundo que no le gustaba. Y lo hizo defendiendo la novela, pero defendiendo también, y a muerte, el periodismo. Antes que novelista fue periodista (reportero en 'El Universal', articulista en 'El Heraldo' de Barranquilla, corresponsal en Nueva York y en París, crítico de cine, fundador de la revista 'Alternativa'.). Y después de ser novelista de referencia mundial dedicó una parte importante de sus fuerzas, y de sus recursos, al que sin duda ha sido su proyecto más personal: la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada en 1994 junto a su hermano Jaime García Márquez y a su amigo y compañero Jaime Abello. Un motor extraordinario en la defensa de la libertad de información y del cuidado del periodismo de calidad que hoy vive uno momento brillante, desde su sede principal en Cartagena de Indias, en toda Iberoamérica.

«El periodismo es el mejor oficio del mundo», dejó escrito en 'Vivir para contarla'. Ahora que se ha marchado, los que le admiramos somos conscientes, más que nunca, de todo lo que le debe el novelista, en su modo de mirar y de querer contar el mundo, al gran periodista que fue, hasta el último de sus días, Gabriel García Márquez.

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