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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Interior del bar Bandeira de Vigo en 1916 y copa con cóctel. rapidodebouzan.com
El bar de Vigo que fascinó a Emilia Pardo Bazán

El bar de Vigo que fascinó a Emilia Pardo Bazán

Gastrohistorias ·

La escritora gallega dejó testimonio en 1908 de cómo comenzaban a popularizarse las coctelerías y los bares de estilo extranjero

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Sábado, 22 de febrero 2020

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«No hay como el calor del amor en un bar», dice la canción de Gabinete Caligari. Y no hay nada tampoco como un buen bar, ya sea con amor o sin él. España es uno de los países del mundo con mayor densidad de locales donde echar un trago y según datos de finales de 2019 tocamos a un bar por cada 255 españoles, una cifra de récord para un concepto hostelero que es mucho más moderno de lo que creemos.

Hasta finales del siglo XIX lo que había en nuestro país eran tabernas, tascas, figones, cantinas, bodegas o fondas, nada de bares. El término «bar» fue una completa novedad tanto en forma (del inglés bar, que significa mostrador) como en fondo, ya que aquellos bares implicaban una nueva forma de consumir alcohol ajena a las costumbres nacionales y, si me permiten ustedes, un tanto pija. En 1917 el filólogo valenciano José Alemany y Bolufer incluyó esta palabra por primera vez en un diccionario español definiéndola como «establecimiento de bebidas donde éstas se consumen casi exclusivamente de pie ante el mostrador, por extensión se da hoy también este nombre a ciertas cervecerías». Hasta 1927 —¡hace menos de 100 años!— la Real Academia Española no adoptó al bar dentro del léxico oficial castellano, y si acabó haciéndolo fue porque se uso se había popularizado gracias a la irrupción en las grandes hoteles de bares de estilo inglés o americano, lugares exquisitos para extranjeros y gente bien donde se bebían extrañas mezclas llamadas cock-tails.

El primer bar de Madrid —fuera de las instalaciones de un hotel— fue el Ideal Room de la calle Alcalá, abierto en 1906, pero también los hubo en provincias. En especial en lugares con nutridas colonias inglesas, como fueron Bilbao y Vigo. Concretamente en la ciudad pontevedresa vivían numerosos gentlemen relacionados con el Cable Inglés o Eastern Telegraph Company, la empresa que en 1873 unió Galicia con el Reino Unido y Portugal mediante cable telegráfico submarino. La sed de los ingleses de entonces no era muy distinta de la de los actuales, y proporcionó una inmejorable oportunidad de negocio para un emigrante portugués afincado en Vigo llamado Antonio Bandeira. El señor Bandeira montó al lado de las oficinas del Cable Inglés un pequeño despacho de vinos de Oporto que rápidamente se convirtió en un bar, al gusto de sus mejores clientes. Y sobre aquel modernísimo bar Bandeira escribió el 28 de septiembre de 1908 doña Emilia Pardo Bazán en su sección de la revista La Ilustración Artística. La novelista coruñesa había hecho recientemente un viaje a Galicia en automóvil, pasando por distintas poblaciones, y no perdió la ocasión de reflexionar sobre aquellas flamantes «bibliotecas vinosas y alcohólicas» que eran para ella los bares.

«¿Será verdad que ciertos adelantos representan progresos? El bar Bandeira me obliga a formularme la pregunta a mí misma. Todas las tardes que hemos pasado unas horas en Vigo visitábamos el bar […] Un bar es una taberna de lujo. Quizás sólo en el lujo, y en el predominio del cock tail sobre la caña de manzanilla, difiere de la freiduría malagueña, donde el pescado tira de la bebida y la bebida llama por el pescado, las aceitunillas y las rajitas de salchichón. Hay un matiz marcado que distancia al bar del figón y lo eleva de categoría sobre tales asilos báquico gastronómicos. En el bar todo es extranjero y muy elegante, aun cuando los mejillones en escabeche —una especialidad— hayan sido, naturalmente, captados en aguas españolas o portuguesas».

El bar Bandeira en 1916. Foto colección Seoane y Prado.
El bar Bandeira en 1916. Foto colección Seoane y Prado. rapidodebouzas.com

¿Ven ustedes las pinturas en la pared, las señoras elegantemente vestidas al uso de la época? Así debió de lucir (pero más oronda) doña Emilia en su visita al Bandeira en 1908, encantada de la vida ante sus estanterías repletas de licores y seguramente con un cóctel en la mano. Sin duda se fijó en unos toneles que guardaban los vinos y a la vez servían de adorno, pintados con caricaturas de políticos, escritores, músicos y otras personas famosas del momento. ¿No estaba la Pardo Bazán allí retratada? Sí que lo había estado, pero según le informó el mismo señor Bandeira, la barrica en la que figuraba su caricatura había sido adquirida poco antes, junto a otra media docena de toneles iconográficos, por un coleccionista. Seguro que sabiendo eso el cóctel le supo muchísimo mejor. Y ojo que de paso doña Emilia nos dejó claro que las tapas, aunque ella no las denominara así, eran una auténtica realidad tanto en las freidurías como en aquellos modernos bares que acabarían conquistando España.

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