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La ética en la era de la ingeniería genética

El profesor Sandel mantiene que no debe prohibirse la investigación sobre la clonación o bien otros avances genéticos, con la esperanza de que puedan convertirse los medios biomédicos en una bendición para la salud

GUADALUPE MUÑOZ ÁLVAREZ

Sábado, 31 de agosto 2019, 00:28

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La eugenesia pretende mejorar la genética de los seres humanos. Fue promovida en principio por Francis Galton, primo de Charles Darwin, quien llegó a pensar que sería posible producir artificialmente una especie de personas altamente dotadas.

Los avances en este campo han sido importantísimos y se extienden no solo a la curación de enfermedades sino a modificar extremos para alcanzar la perfección. No son pocas las personas que acuden cada año a médicos y genetistas solicitando intervenciones de belleza de acuerdo con los cánones reinantes. Se intervienen barbillas, se acortan narices y se introducen sustancias que modifican labios y mejillas para obtener unos modelos impuestos por la sociedad y muy semejantes unos a otros. Se ha divulgado que hay persona muy conocidas interesadas en cortarse algunas costillas para tener un cuerpo más esbelto o más posibilidades de perfección.

Uno de los más destacados filósofos que se ha ocupado de los problemas que genera la bioética, ha sido el profesor Sandel, catedrático de la Universidad de Harvard que obtuvo el premio Princesa de Asturias el pasado año. Ha publicado varios libros y un sinfín de artículos en revistas y periódicos. Podemos destacar una de sus obras, un ensayo titulado 'Contra la perfección' que contempla la ética en la era de la ingeniería genética. Comienza por un relato curioso. Hace algunos años dos mujeres sordas de nacimiento decidieron tener un hijo preferiblemente sordo. Las dos integrantes de la pareja estaban orgullosas de su sordera, la consideraban como una identidad cultural no como una discapacidad. «Ser sordas es un estilo de vida», decían. Con la esperanza de concebir un hijo con esta particularidad buscaron un donante con cinco generaciones de sordos en su familia y tuvieron éxito. Su hijo Gauvin nació sordo. La historia publicada en un periódico de gran tirada provocó unánime condena. Un rechazo absoluto. Habían impuesto deliberadamente una incapacidad a su hijo. La pareja argumentó que solamente pretendían que su hijo fuera como ellos.

Poco antes de que surgiera la controversia había aparecido un anuncio en un diario estudiantil. Una pareja buscaba a un donante de complexión atlética, con una altura superior a 1,77 y alto cociente intelectual. Se ofrecía una cuantiosa cantidad por esta aportación. Sin embargo su extraordinaria oferta no despertó ningún reproche como lo había hecho el deseo de un hijo sordo.

Hay que mantener que la optimización genética tiene poco que ver con la puramente estética aunque por el nacimiento de esta se ha llegado al intento de mejorar la memoria de aquellas personas que la han perdido, bien por un accidente o por la edad.

En fin, que es preciso regular o establecer unos límites que eviten los problemas que pueden causarse. Las opiniones de Sandel sobre justicia, ética, democracia y mercados han sido muy valoradas. Se han traducido a 27 idiomas y el eminente filósofo premiado con mucho acierto ha dado conferencias en todo el mundo como señala la página web de la Universidad de Harvard. Defiende una «justicia orientada al bien común, en la que los gobiernos puedan intervenir para evitar los excesos de la economía de mercado y las desigualdades sociales».

Durante casi treinta años dictó un curso de Justicia sobre filosofía moral y política en su cátedra. Cerca de 15.000 alumnos se inscribieron en la asignatura, una de las más solicitadas en la Universidad. Al parecer debían sortear las plazas ante la imposibilidad de dar entrada a todas las solicitudes.

Por los temas que trata y su disposición a dialogar amablemente con el público, este norteamericano es descrito como «el filósofo vivo más relevante» y el «profesor más popular de mundo».

A propósito de la perfección, plantea preguntas de gran enjundia y difíciles de contestar. Por ejemplo ¿está bien que se permita vender un riñón? ¿Deberían los servicios de salud y educación ser parte del mercado y venderse a los usuarios?

Se ha destacado al filósofo como «un representante de la teoría comunitaria, corriente del siglo XX contraria a las posturas individualistas». Este excelente pensador mantiene que no debe prohibirse la investigación sobre la clonación o bien otros avances genéticos, con la esperanza de que puedan convertirse los medios biomédicos en una bendición para la salud en lugar de un episodio más «en la erosión de nuestras sensibilidades humanas». El problema no está resuelto.

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