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La 'Casa del Tesoro' y la noticia del Diario HOY en 1991. L. CORDERO / HOY

El tesoro que está escondido en la casa de todos los cacereños

Sergio Lorenzo

Cáceres

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Domingo, 3 de diciembre 2017, 08:49

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A Salvador Guinea le encantan las fotografías antiguas. Cuando hace unos días le enseñé la primera foto de un acto público que tuvo lugar en Cáceres se quedó boquiabierto.

– ¡Madre mía! ¡Qué batiburrillo de cosas! ¿Qué es?

– Es la colocación de la primera piedra de la casa de todos los cacereños, del actual edificio del Ayuntamiento – le dije –. Es a mediados del siglo XIX. Creo que ahí estaban gran parte de los 8.000 habitantes que tenía Cáceres. Mira, a la derecha está, bajo un dosel, el retrato de Isabel II de España presidiendo el acto, y a la izquierda el artilugio para bajar la primera piedra. En medio están las autoridades y al fondo unas escaleras, ya desaparecidas, que estaban en lo que ahora es el Foro de los Balbos y comunicaba la Plaza Mayor con la plaza de Caldereros en la Ciudad Monumental, en donde está el Rectorado de la Universidad.

Colocación de la primera piedra del Ayuntamieno el 24 de noviembre de 1867
Colocación de la primera piedra del Ayuntamieno el 24 de noviembre de 1867 ARCHIVO MARCHENA

Esa fotografía cumple ahora 150 años. Fue hecha, no se sabe por quién, el 24 de noviembre de 1867. Dejó escrito Fernando García Morales en sus ‘Ventanas a la ciudad’ que el proyecto se debió al arquitecto Ignacio María Michelena, adjudicándose a Pedro Orenache, «obligándole a que la piedra de cantería fuera de Peñarredonda y la teja de Benquerencia porque decía que era la única que sostenía a un hombre en pie». El maestro que se encargó de la obra de cantería vino de Gerona, se llamaba Narciso Puig, que se quedó a vivir en Extremadura siendo antepasado de otro Narciso Puig, que fue, además de diputado provincial por el año 1970, periodista y estuvo al frente de la Redacción del Diario HOY en Cáceres.

Según García Morales, entre las autoridades que están movidas en la foto histórica, se encontraba el gobernador civil Felipe Nasarre, que puso la primera piedra; el obispo Esteban José Pérez, que bendijo la obra; el alcalde Manuel Palomar; y el gobernador militar, el brigadier José Salcedo. «Hubo discursos, músicas y celebraciones, entre las que se cuenta la distribución de veinte fanegas de pan entre los pobres», escribió.

El edificio en 1869, cuando se inauguró
El edificio en 1869, cuando se inauguró ARCHIVO MARCHENA

Como ejemplo de celeridad para los políticos actuales, a los dos años ya se inauguraba el Ayuntamiento. Hay una fotografía del edificio en 1869, el año de su inauguración, en la que se ve a su izquierda unas casas con soportales, que están apuntaladas y poco después desaparecerían.

Como otras veces, cuando Guinea coge un tema se obsesiona. Ha estado viendo en libros de Cáceres, como ha ido cambiando este edificio en sus 150 años y ha ido pregonando en la Redacción sus hallazgos. Vio, por ejemplo, como antes, además de las escaleras frontales que dan a la Plaza Mayor, tenía otras a la derecha. Estas fueron quitadas para dar una mayor fluidez al tráfico de la calle Gran Vía. También nos enseñó que antes, en la parte superior de la fachada, había un escudo de piedra de la ciudad, que se quitó para colocar en su lugar el reloj que ahora hace sonar la canción de El Redoble cuando son las doce de la mañana.

Cuando ya parecía que tenía el tema agotado, dijo:

– ¿Seré tonto? No me he dado cuenta hasta ahora que el edificio actual tiene menos escaleras. Antes tenía un tramo de 11 escalones, un pequeño descansillo y otros 11 escalones; en total tenía 22 . Y ahora hay 6 escalones, el descansillo y 7 escalones: 13 en total. Será que la Plaza Mayor subió de nivel en esta zona a lo largo de sus reestructuraciones.

En 1915, con la escalera lateral
En 1915, con la escalera lateral ARCHIVO MARCHENA

En esta última semana ha seguido investigando, hasta que en el Servicio de Documentación del Diario HOY, dio con la noticia de que en los años 90, el Ayuntamiento, la casa de todos los cacereños, se quedó pequeña y la Corporación Municipal adquirió dos viviendas contiguas para ampliar sus dependencias: un antiguo edificio de Telefónica y la casa de Publio Hurtado.

Guinea no paró de dar voces cuando encontró una noticia del 30 de abril de 1991, en donde se informaba de que la casa de Publio Hurtado era llamada La Casa del Tesoro, y que el Grupo Simo era entonces la propietaria de la casa, cediéndosela al Ayuntamiento a cambio de terrenos municipales en el polígono de Los Castellanos. Se valoró la casa, que tenía 440 metros cuadrados, en 420.000 euros. Llegando al acuerdo, constructora y Ayuntamiento, de que lo mismo valían 15.000 metros cuadrados de terreno en Los Castellanos.

Guinea buceó en la historia de la llamada Casa del Tesoro, viendo que se llamaba así porque aquí vivían ricos judíos de Cáceres, y cuando fueron expulsados en 1492, pensando que no tardarían en volver, escondieron sus riquezas en la casa. Lo cierto es que no volvieron y la casa fue utilizada como carbonería, hasta que en el siglo XVI lo compró la duquesa de Fernán Núñez para construir una mansión que a finales del siglo XIX compró el investigador Publio Hurtado (1850-1929). El erudito cacereño sabía de la existencia del tesoro... pero nunca lo encontró. Sus herederos siguieron viviendo en la casa hasta los años 60, vendiéndosela después al constructor Julio Simo, que a su vez se la entregó en 1991 al Ayuntamiento por terrenos.

Guinea empezó a creer, de manera fehaciente, que el tesoro existe, cuando vio una publicación del Diario HOY del 3 de agosto de 1990, firmada por J.J. González, en donde se indicaba que los herederos de Publio Hurtado vendieron en 1987 la casa al empresario Julio Simo, con una cláusula en la que se indicaba que si en el futuro se encontraba el tesoro, para ellos sería la mitad. La cláusula cuarta del contrato decía así: «Los vendedores se reservan la mitad de la propiedad de los objetos de arte, antigüedades, monedas y, en general, objetos de todas clases que se encuentren en las excavaciones y demoliciones practicadas en los terrenos de la obra».

Guinea siguió investigando, hasta llegar a decir anoche que sabe en qué consiste el tesoro y lo que es más importante: dónde está.

– Son documentos en hebreo y telas, que seguramente se desharán cuando se toquen, pero también hay cántaros llenos a rebosar de monedas de los Reyes Católicos. Y sé que están en una galería escondida en el sótano. – Mientras hablaba no pestañeaba y se le iban agrandando los ojos –. El Ayuntamiento debería buscarlo con detectores de metales, con lo que fuera, ahora que hay métodos que no tenía Publio Hurtado.

– Bah. Sí, hombre sí. Igual hay una vasija con cuatro monedas que no sirven para nada. – le dije, más que nada, por picarle un poco.

Entonces, como si lo tuviera preparado, me enseñó el recorte de un noticia de una subasta en donde se pagaron 450.000 euros por una moneda de oro de los Reyes Católicos.

– En esa casa puede haber monedas que valen millones de euros. ¡Millones! Y son nuestros, porque están en la casa de los cacereños. ¡Ese tesoro es nuestro! ¡Es mío! ¡Mío! – Gritó con la cara congestionada y los ojos desencajados. Y... la verdad, me dio hasta miedo.

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