Parroquia de Fátima. El ropero abre los lunes y viernes, pero solo paradespachar ropa a personas necesitadas. No recoge. JORGE REY

Los roperos solidarios de Cáceres echan el cierre

Para prevenir contagios. Donar ropa usada en Cáceres es misión casi imposible: parroquias y organizaciones benéficas dejan de recoger prendas para evitar poner en riesgo a sus voluntarios

Domingo, 22 de noviembre 2020, 07:32

Es mediodía y en la calle Obras Pías de Roco, en plena Ciudad Monumental, la cola para acceder al comedor social que regentan las Hijas ... de la Caridad de San Vicente de Paul ya está formada. La pandemia deja más volumen de trabajo en este centro. Ha pasado de atender una media de 60 usuarios diarios a 85. Algo similar ha ocurrido en la casa que Acisjf (Asociación católica española de servicios a la juventud femenina) tiene en la Plaza de San Juan. Esta organización proporciona en la actualidad alimentos y productos de primera necesidad a 300 familias, derivadas por el IMAS (Instituto Municipal de Asuntos Sociales), frente a las 70 que atendía antes de la irrupción del coronavirus.

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El virus ha cerrado, además, sus roperos. En las puertas de ambas organizaciones hay un cartel similar. «Por favor, no dejar ropa. El ropero está cerrado por las circunstancias actuales», reza el letrero de Acisjf. «Debido a la situación sanitaria que estamos viviendo no se recogerá ropa hasta nuevo aviso», se puede leer en el folio que hay en el comedor social. Este mensaje aparece junto a dos textos fechados el pasado mes de marzo.

Uno es del día 13, un día antes de la entrada en vigor del estado de alarma, y está firmado por el alcalde, Luis Salaya. Se trata del bando dictado por el Ayuntamiento con las medidas adoptadas para contener la pandemia. El otro documento es de unos días después, del 17 de marzo. En este caso está redactado por el IMAS e informa de la apertura de un centro de día para las personas sin hogar con el fin de que pudieran estar bajo techo para no incumplir el confinamiento.

La excepción está en la iglesia de Fátima: aquí el servicio sigue operativo, pero solo para entregar ropa; no para recibir

Han transcurrido ocho meses desde entonces pero las religiosas siguen sin recibir ropa. «Ni damos, ni recogemos», asegura tajante una monja tras la cancela de entrada. Es la hora de la comida y no hay tiempo para alargarse en explicaciones.

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Lo ocurrido en Acisjf y en el comedor social de las Hijas de la Caridad no es una excepción. La medida ha calado en la mayoría de los roperos solidarios de la ciudad, como los gestionados por Cáritas en las diferentes parroquias. Olga Salado, responsable de comunicación de la organización en Cáceres, habla de lógica a la hora de explicar el cierre. «Nuestros voluntarios no son personas cualificadas en la manipulación de ropa y nosotros no podemos ofrecerles garantías para evitar posibles contagios», detalla. Ante la imposibilidad, dice, de hacer la selección de prendas de manera segura se ha optado por dar prioridad a la prevención para evitar, de esta manera, poner en riesgo a los colaboradores de las iglesias, en muchos casos personas mayores. «No somos profesionales de esto», resume.

Tino Escribano en el almacén de Virgen de Guadalupe. JORGE REY

Los contenedores

Donar ropa usada en estos momentos en los lugares habituales es una misión casi imposible. La alternativa para aquellos que tengan prendas acumuladas en casa tras el cambio de armarios y quieran desprenderse de ellas está en los contenedores callejeros. Pero hay que tener en cuenta que, en este caso, hay una diferencia clara. Estos recipientes están gestionados por una empresa, Recuperalia, que vende la mercancía a distribuidores del norte de África, situados principalmente en Ceuta y Melilla. Ellos son los encargados de abrir los canales de venta directa en mercados del África subsahariana.

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Estos contenedores (hay 75 repartidos por toda la ciudad) estuvieron precintados durante el estado de alarma. Pero ahora la recogida funciona con normalidad, aclara la empresa.

La clausura de estos recipientes callejeros, expone la Diócesis de Coria-Cáceres a través de su gabinete de comunicación, hizo entender a las organizaciones que ellas tampoco podrían realizar sus tareas de recogida y reparto de ropa.

Una de las últimas iglesias que ha cerrado su ropero en esta segunda ola ha sido la de Jesucristo Resucitado, situada en el R-66. «Hemos cerrado una temporada por prevención», indica el sacerdote Antonio de Jesús Muñoz. El mayor temor, indica, reside en tener que estar en contacto con ropa cuyo origen se desconoce en la mayoría de las ocasiones. «Hay gente que llega y nos deja bolsas en la puerta. En estos tiempos no nos fiamos. Tenemos miedo de poder contagiarnos», afirma mientras describe que las estanterías del ropero están ya casi vacías.

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R.66. La iglesia de Jesucristo Resucitado ha sido la última en clausurar de forma temporal el ropero. «Hay miedo», dice el párroco. JORGE REY

Tino Escribano, al frente de la parroquia Virgen de Guadalupe, habla de «precaución» para justificar la clausura del almacén de ropa del templo. Aquí no tienen un ropero al uso. Los voluntarios recogen prendas que guardan y envían a Badajoz, al proyecto que desarrollan las Carmelitas de la Caridad Vedruna en el barrio de Suerte Saavedra, donde ofrecen salidas laborales a familias sin recursos a través del reciclado de textil. «No se recoge ropa. ¡Peligro de virus!», alerta el cartel pegado a la puerta del local.

La excepción está en la parroquia de Fátima, una de las más populosas de la ciudad. El ropero se mantiene abierto, pero solo para entregar ropa a personas necesitadas, no para recibirla, precisa su responsable, Pepe Mirasierra. Funciona los lunes y viernes. «Se nos están agotando las existencias», ilustra. Las prendas que despachan, sobre todo mantas, ropa de capa y abrigos, se encontraban en el local antes de la pandemia. «Pedíamos a la gente que la trajera lavada y en buen uso». Eran otros tiempos.

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