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Noticia del 'invento' en HOY, el 27 de agosto de 1987. :: hoy

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¿Qué ocurrió con el inventor de El Beso Extremeño?

Desde la Moto de Papel ·

Sergio Lorenzo

Cáceres

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Domingo, 10 de septiembre 2017, 08:59

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Hace poco un amigo me comentó: «La primera vez que vine a Cáceres vi una cosa que me llamó mucho la atención, en un bar de la Plaza Mayor. Un hombre, algo colocado, se acercó a una camarera de buen ver que estaba tras la barra y le dijo, ‘¡dame un beso!’ La camarera ni se inmuto, le puso una copa en el mostrador y cogió una botella para llenarla. Me extrañó la parsimonia de la joven, hasta que vi que en la etiqueta de la botella ponía: ‘Beso Extremeño. Licor de bellota’».

Hace ya treinta años que en Extremadura se pueden pedir con toda tranquilidad besos a camareras y camareros, sin peligro de que a uno le echen del establecimiento. El responsable es un emprendedor mexicano que durante unos 20 años vivió en Cáceres.

Es Leonardo Rodríguez Moreno, que en el año 1985 comenzó a residir en esta ciudad, abriendo un restaurante en la Ciudad Monumental que se llamaba La Taberna Medieval, en donde ahora está La Chatarrería, entre el palacio de la Casa del Sol y la Casa Mudéjar. Es un hombre inquieto, y en 1987 comenzó a comercializar un licor hecho con bellotas. En una entrevista publicada en el Diario HOY el 27 de agosto de 1987 explicaba que el vino a Cáceres con su mujer y sus hijos sin tener ascendencia extremeña, aunque dos de sus hermanas vivían aquí. Empresario dedicado al vino en México, decidió montar unas bodegas en Cáceres, pero al final compró un local en la parte antigua que convirtió en La Taberna Medieval, un restaurante de éxito en donde cenó Camilo José Cela tras pregonar los Festivales Medievales de Cáceres en 1987. En ese lugar el premio Nobel, ante los atónitos periodistas, amenazó con hacer el número de la palangana (aseguraba que por sus dotes de karateca podía absorber más de un litro de agua por el ano, de un solo golpe).

Bueno, que nos desviamos. En esa entrevista de hace 30 años el empresario mexicano aseguró que era un gran amante del jamón extremeño, y que había pensado lo siguiente: «si los jamones están tan deliciosos cuando son de bellotas, ese fruto tan abundante en estas tierras debería servir para más cosas», y se le ocurrió hacer un licor con las bellotas, viendo que al mezclarlas con avellana daba un sabor excelente. También explicaba la razón de bautizar el licor con el nombre de ‘Beso Extremeño’, «porque no hay nada tan grato como un beso y más si es de una extremeña». También había creado el licor ‘sueño extremeño’, que era chocolate con menta.

Leonardo Rodríguez con sus tequilas:: S.E.
Leonardo Rodríguez con sus tequilas:: S.E.

En 1990 tenía otros dos negocios de hostelería. Junto al Parador, en la calle Ancha, abrió El Palacio del Vino, donde ofrecía 300 marcas y formó el Club de Amigos del Vino Extremeño, en el que los socios tenían su zona reservada para tomar sus botellas. Aquí trabajó el cocinero Juanma Zamorano. El tercer negocio era el Motel Richardson, en las afueras de Cáceres, en la carretera de Salamanca, un negocio que parece que no se entendió muy bien en esta ciudad, ya que se parecía a los moteles con bungalos de las películas norteamericanas.

Luego el mexicano enamorado de Cáceres desapareció. En 1998 traspasó el Palacio del Vino, que ahora está cerrado, y en el 2002 el motel Richardson.

¿Qué ocurrió con el inventor de El beso Extremeño’? ¿Qué pasó con uno de los primeros hosteleros que vieron el potencial de la Ciudad Monumental de Cáceres?

Leonardo Rodríguez Moreno decidió volver a México, a la ciudad de Pénjamo, que forma parte de Guanajuato, uno de los 31 estados que, junto con la Ciudad de México, forman los Estados Unidos Mexicanos. En esta ciudad situada en el centro del país sacó adelante una de las bodegas más importantes, la del Tequila Corralejo. En la revista #Follow, la periodista Xóchitl Larios publica un artículo el 23 de abril de 2014, en el que indica que Leonardo Rodríguez es un empresario visionario, director general y propietario de Tequila Corralejo, que fundó en los 90. El empresario aseguró a la periodista que Guanajuato es una auténtica tierra de oportunidades, «llegué hace 16 años, fui a sacar mi licencia de funcionamiento y me costó 50 pesos sin conocer a nadie en el Ayuntamiento».

Él ha logrado revolucionar el mundo del tequila, llegando a dar una imagen más moderna del producto gracias, en parte, a innovar en los envases. Creo, por ejemplo, una botella azul, larga y estilizada que al principio fue rechazada por las tiendas porque no cabía en los anaqueles, pero el éxito en el mercado fue tal que obligó a las tiendas a adaptar sus espacios para poder venderla.

El desaparecido Palacio del Vino hace 25 años: HOY
El desaparecido Palacio del Vino hace 25 años: HOY

Exporta su tequila a 80 países, destacando el que ha bautizado con el nombre de 99.000 horas, que se puede adquirir en internet por 59,30 euros, o el Tequila Corralejo Añejo, de 40 grados, que se vende a 45 euros.

La tequilera está en la Hacienda Corralejo, que es un conjunto de edificios que ha convertido en un increíble museo, muy apreciado por los mexicanos que van en familia a visitarlo. Además de ver las barricas en las que se añeja el tequila y su proceso de destilación, en el museo hay más de 3.000 botellas. En la entrada hay un gran cartel dando la bienvenida a la Casa de Tequila Corralejo, en el que se indica: «Pueden reír, cantar, silbar, gritar, saltar, abrasarse, besarse, pueden tomar fotos, vídeo y beber todo el tequila que deseen». En la visita guiada se prueba tequila de hasta 80 grados, recomendando a los consumidores respirar por la nariz y exhalar el aire por la boca, y se pasa por estancias de cuento, en donde no faltan frases escritas como: «De los 20 a los 30, poder sexual; de los 30 a los 50 poder económico, de los 50 a los 70 poder mear», «Hay mujeres que no saben cocinar, pero tienen fritos a sus maridos», o «No hay cosa más buena y más sana que tomar Corralejo, y que cada quien haga lo que le dé su rechingada gana».

Leonardo Rodríguez, a sus 67 años, sigue siendo un joven emprendedor, un visionario que aún es recordado en Cáceres cuando alguien pide un Beso Extremeño. Una pena que se fuera.

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