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Fernando Jiménez Berrocal consultando el libro de bandos en el Palacio de la Isla. L. C.
La historia local a través de los bandos

La historia local a través de los bandos

El Palacio de la Isla expone este mes uno de los ejemplares del Archivo Histórico Municipal que reúne los edictos municipales dictados entre 1910 y 1932 por los alcaldes de esa época

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Lunes, 17 de febrero 2020, 08:00

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En la era de Internet, las nuevas tecnologías y la inmediatez de las redes sociales, hay quienes todavía recuerdan con nostalgia la figura del pregonero cantando sus nuevas en barrios como Pinilla, o el desaparecido oficio de sereno, vigilante en las calles del casco histórico. En ese registro de la memoria reciente de los menos jóvenes, quedan los bandos municipales que firmaban los mandatarios locales. El último se dictaba en Cáceres hace cuatro años, 106 más tarde que los primeros que recoge uno de los volúmenes que se conservan en el Archivo Histórico Municipal, y que permanece expuesto este mes al público en el Palacio de la Isla.

La publicación reúne unos 76 documentos dictados entre 1910 y 1932. La mayoría condensan sus notificaciones en una sola página, y los más antiguos están manuscritos con una esbelta y señorial caligrafía a la que a duras penas se habituaría hoy el ojo humano. Los de lectura más asequible están ya escritos a máquina, y los rubrican Antonio Canales, Juan Muñoz Fernández de Soria, García Muñoz Torres-Cabrera, Francisco Martín Fernández, Arturo Aranguren o Gonzalo Álvarez Javato. Todos ellos, regidores del Ayuntamiento cacereño en una época de convulsión política que, en esencia, no dista tanto de la actual.

«¿Qué es lo bueno que tienen los bandos?», lanza al aire el responsable del Archivo Histórico Municipal y cronista oficial de Cáceres, Fernando Jiménez Berrocal, encargado de su custodia y conservación. «Lo bueno -asevera- es que si nosotros vemos todos los bandos que hay aquí, podemos radiografiar perfectamente un tiempo histórico». Y es que en estos legajos están las 'instrucciones' que por mandato de la autoridad local tenían que seguir los vecinos. Algunas, relativas a asuntos de orden cotidiano y, otras, a cuestiones más institucionales y de postín, como eran los recibimientos a la realeza.

Precisamente, el alcalde Arturo Aranguren, que gobernó entre 1925 y 1929, firma dos bandos por la visita del rey Alfonso XIII en noviembre de 1928. En el primero, anuncia el acontecimiento sin detallar la fecha. Y en el segundo, el regidor demanda al pueblo que «mañana la ciudad entera aparezca engalanada, colgados los balcones en señal externa de la alegría que sin duda alguna rebosa del corazón de los cacereños, y que el pueblo en masa acuda a la explanada de la Plaza de Toros a tributar al Rey un recibimiento tan grandioso, como grandiosos son sus merecimientos», reza el bando.

Bando firmado por el alcalde Arturo Aranguren en 1929 | Recibimiento a las fuerzas del Regimiento de Infantería:: L.C.
Bando firmado por el alcalde Arturo Aranguren en 1929 | Recibimiento a las fuerzas del Regimiento de Infantería:: L.C.

El mismo regidor comunica en otro de los que ilustra esta información, la llegada en tren, el 23 de septiembre de 1927, de las fuerzas del Regimiento de Infantería Segovia número 75 que formaron la compañía enviada a África «a defender el honor de la Patria», y pide al vecindario que reciba a los combatientes en la estación.

El cumplimiento de los bandos era obligado y quienes los contravenían se exponían a sanciones. Regulaban desde los sacrificios de animales en casa o la tenencia de perros, al calendario de vacunas, el tráfico de carruajes en ferias, o la vestimenta inapropiada en carnavales.

El 17 de febrero de 1925, García Muñoz pone en conocimiento de los vecinos -«al objeto de evitar los abusos y extralimitaciones en carnaval»-, los siete preceptos de obligado cumplimiento estos días. Entre ellos, el siguiente: «No se permitirá la circulación de máscaras con caretas por las calles, paseos y vías públicas de esta población». Los disfraces religiosos y atuendos de uniformes civiles y militares, estaban prohibidos.

En el Carnaval de 1925 no se permitía la circulación de máscaras con caretas por los paseos y vías públicas de la ciudad

El modo de proceder en jornadas de aglomeraciones, como las de ferias y toros, queda organizado con meridiana claridad en un bando de mayo del 25, con la rúbrica del mismo alcalde. La cuarta de las cinco prevenciones que indica, se refiere a la velocidad de los carruajes «de tracción de sangre»: «Será trote corto, cuidando los conductores de moderarlo, si necesario fuese».

Para el historiador Jiménez Berrocal, empaparse de las letras de estos documentos es «beber de las fuentes originales de la historia» que, en este caso, no son otras que los dirigentes que han marcado los designios de esta ciudad. Las ordenanzas y notificaciones a los interesados sustituyen hoy a aquellos edictos «domésticos» y de obligación popular que, en la actualidad, solo se dictan con carácter extraordinario.

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