Fernando Paramio, el fotógrafo cacereño que colecciona rostros
Retratista ·
Captura imágenes del público que pasa por su galería, Artsolutely, y crea así un variado mapa de geografía humanaUn ingeniero, una escritora, estudiantes, artistas y hasta la mujer que ha llegado a ser ministra de Educación Pública de Guatemala, Anabella Giracca. Una ... maestra, periodistas y fotógrafos, médicos. De aquí, de muchos lugares de España y de prácticamente todo mundo. Mayores, jóvenes. Todos, y muchos más, hasta casi un centenar de personas han pasado por la galería Artsolutely, que lleva tres años y medio en la calle Hornos, y han dejado que su dueño, el fotógrafo Fernando Paramio (Cáceres, 1977), les retrate.
Paramio, ingeniero químico de formación, ofrece en su espacio un servicio de impresión profesional único en Extremadura, además de mostrar y vender sus creaciones, sus diferentes proyectos fotográficos.
Sus retratos son imágenes felices de personas riendo o sonriendo en su mayor parte y envueltas en una luz suave que acaricia la piel y que parece sacar lo mejor de cada uno. Detrás de cada fotografía hay una historia, una vida que atrapa Paramio, que se autodefine como «un coleccionista de rostros» y que pone frente a su lente a personas con las que siempre entabla una conversación y cuya cara quiere guardar como un recuerdo indeleble. Pero no es solo eso lo que le incita a hacer 'clic'. «Cuando haces un retrato a esa persona la incorporas a tu vida de algún modo y creas una conexión, surgen amistades».
Así, las carpetas se multiplican en sus archivos, rostros, que va publicando en sus redes sociales (artsolutely_lab_gallery, en Instagram). No se trata de un proyecto con la finalidad de que termine convirtiéndose en una exposición. «Hago camino al andar», asegura. «Es una especie de diario visual, hay gente que me ha dicho que lo ve como exposición, pero no sé».
No son fotos tiradas sin más. «Esto es diferente a una tienda de souvenires, aquí hay arte y se crea un ambiente especial, muchas veces la gente quiere interactuar con la persona que ha creado la obra que ve, son encuentros muy especiales, yo nunca había trabajado cara al público y no sabía si me iba a gustar o no y me está encantando. No hay un flujo de visitantes muy alto y les puedo dedicar tiempo».
Variedad
Paramio atiende a varios tipos de clientes: los que acuden por sus servicios de impresión o los que adquieren las fotografías que se exhiben. También hay personas que se asoman por curiosidad, atraídos por las creaciones que están colgadas.
Los fotografiados en su mayor parte son desconocidos. «Hay público local pero también de fuera». Constata la variedad de personas que llegan a Cáceres. «Pasa gente muy variopinta, desde un multimillonario que tiene aviones privados hasta una médium, ha venido algún juez, también personas del mundo de la cooperación, como la mujer que creó Médicos Sin Fronteras en España».
Le gusta, antes de pedir hacer la fotografía, que haya una relación, una interacción. La reacción delante de la cámara de cada cual es imprevisible. «Hay personas que parece que han nacido para eso, se quedan quietos, sonríen, da igual el tiempo que estén, te mantienen la expresión, hay gente que incluso le da una vuelta de tuerca y te cambian de expresión y a los que les tienes que ayudar». El miedo suele aflorar. «Lo bueno es que esto no es una fotografía con un móvil, yo doy las indicaciones necesarias, relajo a la persona, hay mucha gente que me dice que no es fotogénica pero que luego queda muy contenta».
Las condiciones en las que se hace la foto son siempre las mismas, en el mismo punto, en la entrada y a horas similares, con luz similar. «Nunca lo hago por la tarde, eso hace que la gente se vea más favorecida». Para él, es una forma de sumergirse en la psicología de las personas y de atrapar, de alguna forma, ese trocito de vida compartida, un instante.
Observa Paramio el temor de la mayoría a enfrentarse a la vejez, al paso del tiempo que queda reflejado en una instantánea. «Hay quien lo tiene muy asumido y gente que no, pero a la mayoría les atrae que les haga una foto, a nada que les animo se lanzan, a mí me pasa también que veo rostros que les quiero hacer fotos por ese paso del tiempo y tengo la inseguridad de mostrarla o no». En la mayoría de los casos el final de la experiencia fotográfica suele terminar con una palabra reconfortante: «Gracias».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión