La Diócesis de Coria-Cáceres pierde otras cinco monjas de clausura y caen al mínimo histórico
Los conventos cacereños cuentan con 55 religiosas, que este fin de semana muestran su producción dulce en la feria Monacal
El olor a pastas y dulces que fabrican las monjas de clausura del convento de las Jerónimas, en la calle Olmo de Cáceres, se extiende ... mágicamente por el interior del edificio del siglo XVII en el que viven las hermanas de la congregación. Es miércoles por la tarde y estas monjas, que se dedican a fabricar dulces que ponen a la venta, han trabajado intensamente durante los últimos días para poder suministrar su género a la feria Monacal, que se celebra este fin de semana en Cáceres. «Vivimos como en una verdadera familia, muy unidas», destaca la madre superiora de esta comunidad, Jacinta de Fátima, que procede de India y lleva 45 años en España, 35 en Cáceres. India, Salvador y África son las áreas de las que proceden. Son seis las religiosas que viven dentro de estos muros históricos, además de dos postulantes y otras dos monjas de apoyo provenientes de Granada que han venido a apoyarlas.
Las vocaciones de monjas de vida contemplativa no remontan la gran caída que se produjo hace entre 15 y 20 años, cuando había el doble de este tipo de religiosas en la Diócesis de Coria-Cáceres. Actualmente hay 55 religiosas de clausura repartidas en siete monasterios de la Diócesis: cuatro en la ciudad de Cáceres (las Clarisas de San Pablo, las Clarisas de Santa Clara, Obra de Amor y Santa Clara). En la provincia están las Jerónimas de Garrovillas, las Franciscanas de la T.O.R en Coria y la comunidad de la Viña de la Cruz, una experiencia franciscana en Navas del Madroño.
El fallecimiento de dos religiosas en el último año y el abandono de otras tres hace que haya habido una nueva reducción en el número de religiosas de vida contemplativa, una situación a la que hay que sumar las circunstancias que produce el propio ciclo vital. «Las religiosas son mayores, se van haciendo más limitadas», señala Francisco Fernández Román, delegado diocesano de vida consagrada.
Postulantes
Sin embargo, hay un rayo de optimismo. En las dos comunidades de Jerónimas, tanto en las de Garrovillas como Cáceres, han entrado postulantes y también en las Clarisas de San Pablo. Son siete en total. «Las vocaciones que tenemos ahora vienen o bien de la India o bien de África», destaca Fernández Román. Se les denomina postulantes, y cuando entran en el convento inician un proceso de formación que se extiende en el tiempo. Los países de procedencia de las novicias, ninguna de ellas españolas hace que este proceso dure más. «Hasta hace unos años al convento entraban no solamente con el idioma, que ya es importante, sino también con una serie de conocimientos religiosos vividos en la familia, lo que aceleraba el proceso de la vida consagrada, ahora les cuesta aprender el idioma español, por otro lado proceden de un mundo en el que la ignorancia religiosa está patente y hay que empezar por las cosas más elementales de la fe». Antes en dos años se profesaba, a los cinco eran devotas solemnes y estaban plenamente incorporadas a la orden. Ahora van dando esos pasos cuando se considera que están preparadas.
La elaboración de los dulces forma parte de la esencia de las religiosas, que trabajan y rezan como sus dos grandes pilares, aunque no todas las fabrican y viven de ellas. «Las clarisas de Santa Clara han hecho un esfuerzo grandísimo por participar en esta jornada de los dulces de los monasterios, pero no viven de ello porque son mayores y les cuesta mucho». En Obra de Amor, un monasterio integrado por monjas mexicanas, viven de la costura. «Hacen sus propios dulces basados en sus gastronomía, pero no para venderlos».
«Las jóvenes que conocen el convento salen impresionadas»
Ciertos fenómenos culturales como el último disco de Rosalía, 'Lux', con connotaciones religiosas y espirituales o la película de Alauda Ruiz de Azua 'Los domingos', que cuenta la historia de una joven de 17 años que entra en un convento en contra de la opinión de parte de su familia han puesto en el foco cierto renacimiento del interés por la vida religiosa. Por ahora no es algo que se traduzca en la llegada de nuevas monjas de clausura a los conventos de la Diócesis. Sin embargo, tal y como asegura Francisco, hay experiencias que conectan a los jóvenes con el mundo religioso que muestran que hay interés. «Las religiosas de clausura han pasado de ser las grandes olvidadas a integrarse en la vida de la iglesia y en la vida de los jóvenes». A través de la Pastoral de vida universitaria se lleva a cabo la experiencia denominada cenáculo. «Se trata de la visita de 12 universitarios a la clausura para que lo conozcan, y todas las chicas salen impresionadas de la vida de las religiosas, y es una posibilidad que queda abierta». El mayor escollo, reconoce Francisco, es dedicarse a ello a tiempo completo, pero la vida dentro del convento «no es algo ajeno a la juventud». El interés de los jóvenes pertenecientes a las cofradías se reflejó en su apoyo a los conventos organizando ediciones similares a esta feria de dulces del Palacio Episcopal. «Estar en un monasterio es transportarse a otra dimensión que a veces nuestra sociedad tiene muy descuidada, las monjas tienen un concepto distinto del tiempo, el tiempo no pasa lento, es otra manera de vivir, eso es una labor que ellas aportan amén de la dimensión espiritual que aportan a la iglesia, que aportan a nuestra sociedad», destaca Francisco Fernández Román, delegado diocesano de vida consagrada. También son las garantes de la conservación del patrimonio que hay dentro de los conventos, todos ellos con valor histórico.
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