Borrar
Directo Directo | La Soledad no procesionará por las calles de Badajoz este año

El difunto desaparecido y el Sorolla cacereño

Desde la Moto de Papel ·

Sergio Lorenzo

Cáceres

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Domingo, 2 de junio 2019, 09:10

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El fotógrafo Salvador Guinea rompió el silencio de la tarde, en la Redacción del Diario HOY, para enseñar una fotografía de un libro sobre Cáceres y preguntar:

–¿Alguien sabe quién es este hombre bajito que está pintando en una calle de la Ciudad Monumental, que tiene unos pantalones sujetos con tirantes que casi le llegan a los sobacos?

Manuel Caridad dejó de editar noticias para subirlas a la página web del periódico. Se giró para mirar la foto, y luego volvió a la pantalla del ordenador. Mientras seguía colocando informaciones como si estuviera jugando al tetris, dijo, algo apático debido a su estado depresivo:

–Ese hombre, para ti de poca estatura, es el gran pintor Juan Caldera, al que llamaban el Sorolla cacereño. Un artista muy interesante. Puedes ver obras suyas en la Casa Museo Pedrilla.

No conocía al personaje y, ayudado por el fotógrafo, estuve buscando información sobre este pintor. Yo por curiosidad desinteresada y él bastante interesada, ya que está empezando a salir con una pintora que conoció en un concierto del Club de los Sonidos Sumergidos de Cáceres, a la que quiere impresionar. Guinea está felizmente divorciado... aunque con poco dinero (no existe la felicidad completa).

Supimos que Juan Caldera Rebolledo nació en Cáceres en 1897. Según escribió Miguel Hurtado Urrutia, su padre fue el procurador cacereño Adrián Caldera y su madre Jacoba Rebolledo, nacida en Almendralejo. Estudió en Madrid, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Con 23 años ganó una medalla en la Exposición Regional de Arte.

Varios estudiosos de Juan Caldera señalan que le marcó negativamente su participación en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1926. Preparó para el certamen un gran cuadro de dos por casi tres metros, titulado 'Un mercado de Plasencia'; pero la obra no fue la ganadora aunque obtuvo una mención dotada con 500 pesetas. El cuadro lo presentó también en 1927 en la Exposición de Bellas Artes de Sevilla. Tampoco tuvo el éxito que esperaba y durante varios años Juan Caldera dejó de pintar.

Su biógrafo Francisco Guerrero afirmó que, «un jurado caciquil de aquel entonces le escamoteó el primer premio. Eso le sentó tan mal que dejó de pintar y se encerró en Cáceres».

El enfado le duró varios años. Se centró en dar clases de dibujo y en formar una familia. En 1932 se casó con Felipa Blasco, con la que tuvo seis hijos. Dio clases en el Instituto de Cáceres, luego en el Colegio San Francisco de la Diputación, en la Escuela Normal de Magisterio y en la Escuela Elemental de Trabajo.

Quizá por la necesidad de llevar dinero a casa, empezó a hacer retratos y carteles. Ganó dos veces el concurso del cartel de la Feria de Mayo de Cáceres, el del año 1930 y 1945. También para subsistir creó una agencia de publicidad y decoración que llamó 'Fefa'.

En 1946, cuando estaba preparando su segundo intento de saltar a la fama en Madrid, ultimando una exposición en una galería... murió. Tenía solo 49 años.

En su recuerdo el Ayuntamiento puso su nombre a una calle, una muy empinada que se encuentra entre la Plaza de Antonio Canales y la avenida de Hernán Cortés.

Una tarde, con su consentimiento, acompañé a Guinea y a su nueva pareja a ver los cuadros de Juan Caldera en el Museo Pedrilla. Hicieron unas fotos y se perdieron en las salas del museo, y más se perdieron en su hermoso jardín. Yo me quedé asombrado de ver las obras que hay del Sorolla cacereño. Aquí hay un extraordinario cuadro de una vendedora de huevos de Malpartida de Cáceres, que hizo con solo 26 años. La mayoría de los cuadros que hay aquí están fechados en el año de su muerte, en 1946, y seguramente eran los que iban a ir a la exposición de Madrid. Hay un paisaje de La Montaña y un cuadro titulado 'Esperando al galán', en donde una joven vestida de montehermoseña espera sentada en una silla, en una calle que parece de Cáceres. No obstante, de todos sus cuadros el que me pareció el mejor es 'El Tío Esquilones', un increíble retrato de un pastor extremeño, con un cigarro en la comisura de los labios y una mirada triste en sus ojos claros. Es una obra maestra que según Miguel Hurtado realizó en una sola sesión de trabajo. Algo increíble.

Impresionado por la obra de Caldera me fui a esperar el atardecer en la Plaza de San Mateo, a buscar al difunto Sanjosé, al viejo periodista cuyo espíritu durante un tiempo no dejaba de incordiarme, pero que desde hace varios meses no sé nada de él; y si hubo un tiempo en que llegó a molestarme... ahora le echo de menos. ¿Qué habrá sido del viejo compañero?

No sé porqué, últimamente recuerdo una mañana con mi madre en el cementerio. Son curiosos los cementerios y la gente en los cementerios del norte. Estábamos nosotros dos y tres mujeres, cada una de ellas solas, ante uno de esos muros de las lamentaciones. Empezó a llover y nadie se inmutó, no como aquí que en cuanto caen tres gotas la gente corre como conejos, como si lloviera ácido. Mi madre y las demás mujeres sacaron sus paraguas y siguieron mirando embelesadas las tumbas. Puse claveles rojos en el nicho de mi padre, los que le gustaban, quizá demasiado deprisa por la lluvia, y mi madre me reprendió suavemente, «pero ¿qué haces? ¿no has visto que le has puesto 13 claveles?». «Bueno, y ¿qué?», pregunté extrañado. «¡Qué eso le va a traer mala suerte, hombre! ¡Parece mentira!», dijo quitando enseguida una flor. Me quedé extrañado porque entonces pensaba que no había peor suerte que estar muerto. Claro que entonces aún no se me había aparecido muerto alguno. ¿Qué le habrá pasado al difunto Sanjosé? ¿Habrá tenido mala suerte?

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios