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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?

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El 8 de marzo de 2018 colgué un mandil en el balcón. Dentro de cuatro días volveré a hacer lo mismo para denunciar la falta de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Y lo haré junto a las que tienen miedo a andar solas por una calle, las que sienten el descaro de quien les piropea o las que cuando van a un bar con un hombre están hartas de que les sirvan el refresco sin alcohol y a ellos la cerveza.

El pasado 8 de marzo fue el primero de muchos. A la huelga internacional feminista se unieron más de 170 países. A Extremadura también llegó y lo hizo con fuerza en lugares como Cáceres, una ciudad que no se caracteriza por gritar tras una pancarta.

Las mujeres salieron a la calle para hacer visibles muchas de las realidades que sufren. Los obstáculos para abrirse paso en su carrera profesional y los salarios más bajos son sólo algunas.

Pero el 8-M no fue exclusivamente un grito de ellas. También fue el despertar de nosotros. Ese día algunos hombres empezamos a no callar ante el comentario machista. Ese día dejamos de mirar hacia abajo como si esto no fuera con nosotros.

Para nuestra sorpresa ninguno ha renunciado a la esencia de la masculinidad por decir la palabra exacta en el momento justo. Simplemente nos hemos dado cuenta de que estábamos equivocados desde hace siglos.

Hoy somos muchos más los que no nos callamos o los que al menos lo intentamos. Aunque la lucha es de ellas, nosotros debemos seguir colgando el mandil y alzando la voz en el círculo de amigos, en nuestra familia y en el trabajo.

Si no lo hacemos, todos perderemos la batalla contra el machismo. El silencio es uno de sus aliados y también mata

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