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La Casa del Horno, una joya patrimonial de Cáceres que fue víctima del desarrollo urbano

La Casa del Horno, una joya patrimonial de Cáceres que fue víctima del desarrollo urbano

El extinto inmueble, que pudo datar del siglo XIII, es considerado como la primitiva iglesia de San Juan y fue derribado con el ensanche de la plaza

J. C.

CÁCERES.

Domingo, 18 de noviembre 2018

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A raíz de las obras de remodelación que se están llevando a cabo en la actualidad en la Plaza de San Juan, el arquitecto Carlos Sánchez 'rescató' y sacó a colación hace unas semanas de entre lo más profundo del imaginario colectivo una humilde construcción que a principios del pasado siglo fue derribada para favorecer el ensanche de este mismo espacio público. No es otra que la Casa del Horno, cuya presumible historia ya trató la cacereña María Jesús Teixidó en su tesis doctoral de 2014, en la que, tras una ardua labor de investigación en el Archivo Histórico Municipal, analizó la conservación, el intervencionismo y la práctica restauradora en el centro histórico de Cáceres entre los años 1850 y 1975.

Con el afán urbanístico de la época de «adecentar y ampliar los espacios públicos», la reforma de San Juan, conocida entonces como 'La Corredera', se impulsó en 1901. Esta actuación fue, según recoge Teixidó, una de las primeras que se contemplaron en la ciudad. Para hacer posible el ensanche, la Administración expropió una casa de la calle Postigo, así como los números 21 y 23 de la calle Gallegos. El hecho no hubiese tenido mayor trascendencia de no ser porque este último inmueble, a pesar de su aparente humildad, guardaba en sus entrañas un enorme valor patrimonial. «Hay evidencias documentales desde Boxoyo de que podría tratarse de una ermita del siglo XIII que pudo ser el origen de la iglesia de San Juan. Aunque desafortunadamente no existe constancia arqueológica ni documental, Sanguino y Michel ya habló del siglo XIII citando a Boxoyo», mantiene la doctora en Historia del Arte.

A juicio de Teixidó, que actualmente comanda la empresa de divulgación cultural ArsViventia, la construcción tendría un gran valor patrimonial: «Lo único que tenemos documentado es la fotografía que encargó la Comisión de Monumentos. Era un edificio muy sencillo, con un importante arco ojival en la fachada, ejecutado en cantería, y un muro de mampostería. Posiblemente sufrió muchas intervenciones».

La historiadora del arte María Jesús Teixidó trató sobre esta construcción en su tesis doctoral en 2014

¿Hubiese sido posible llevar a cabo el ensanche y respetar a la vez la Casa del Horno? «Sería complicado. En todos los procesos de ensanche de las ciudades que se llevaron a cabo en los siglos XIX y XX se arrampló con cierta parte patrimonial. En este contexto todavía no se tenía el concepto de patrimonio con estos valores históricos que ahora le concedemos. Por eso en esa época no se le daba tanta importancia a derribar una casa de esas características. Simplemente era una manzana antigua que no interesaba. Por entonces se comenzaba a valorar el esparcimiento de las ciudades con la apertura de las plazas. Al margen de su Plaza Mayor, Cáceres contaba con muy pocos espacios públicos», desgrana la investigadora.

Comisión de Patrimonio

Teixidó reconoce que la delegación cacereña de la Comisión de Patrimonio, creada en 1844 con pocos medios a su alcance, no pudo más que constatar el hecho del derribo: «El problema es que esta comisión tenía un carácter consultivo. Solamente informaba, sin poder decisorio vinculante ni capacidad ejecutiva. Se creó con muy pocos fondos, sin tener la posibilidad de expropiar para conservar. Fue Sanguino quien encargó la foto de la Casa del Horno, pero cuando regresó a Cáceres ya se había derribado sin poder visitarla por dentro. También le sucedió lo mismo cuando derribaron parte del adarve de la muralla por la puerta de Santa Ana. Él era de una de las personas con más sensibilidad con el patrimonio de Cáceres, aunque tampoco le hicieron mucho caso», dice Teixidó sobre el historiador cacereño.

En su época de estudio, la de la Casa del Horno no fue, ni mucho menos, la única víctima derivada de los daños colaterales que originó el desarrollo urbanístico en la ciudad. «A finales del siglo XIX se tiró el arco de la Puerta del Socorro. Se justificó como una medida higiénica para que hubiese ventilación en la zona histórica, pero es posible que hubiese algún interés más por parte de algún vecino. En este caso, la actuación se justificó como que no tenía ningún valor artístico».

También el convento de la Concepción, a mediados del siglo XIX, fue víctima del desarrollo urbanístico, «aunque es cierto que debía estar en un estado bastante ruinoso», reconoce la doctora Teixidó.

Obispo Galarza

En su estudio, Teixidó destaca otros significativos «atentados contra el patrimonio», como el protagonizado en Obispo Galarza: «Ahí estaba el seminario, cuyo edificio estaba protegido por la declaración de conjunto histórico. El Ayuntamiento no tenía ningún solar en propiedad para hacer un mercado de abastos y lo construyó donde estaba el seminario, que era una edificación del Siglo XVI. Fue un proceso un poco oscuro porque al principio se iba a haber mantenido una parte y al final se derribó entero», lamenta. Y va más allá: «Es una pena que en la década de los 60 hayamos perdido un elemento patrimonial como el seminario de Galarza.

Luego se reutilizaron las portadas y los elementos más significativos en la plaza de Santa María, tanto en la Diputación Provincial como en las traseras del obispado, como si fuese un corta y pega». Tropelías patrimoniales que, según mantiene, eran comunes en todas las ciudades: «En Madrid, por ejemplo, se tiraron muchos conventos», esgrime.

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