Artesanía
fidel pozas
Miércoles, 3 de julio 2019, 07:43
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Miércoles, 3 de julio 2019, 07:43
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Cuando era niño, mi padre puso todo su empeño en enseñarme a labrar, segar, podar, injertar, ordeñar. También lo intentó con la cestería, y aunque su esfuerzo no llegó a caer del todo en saco roto el devenir de los años me llevó por caminos distintos al de la artesanía. Todavía me parece oír su voz diciendo: «el cestero que hace un cesto, hace un ciento, teniendo varas y tiempo».
Desde hace décadas, la artesanía se halla en crisis permanente. El arte tradicional lucha con las nuevas tecnologías, la fabricación en serie, las importaciones, y con las dificultades para dar salida a los productos más allá de las ferias. Algunos artesanos se resisten a dejar el oficio y se reinventan, como los alfareros Andrés y Victoriano Amores, de Ceclavín, autores del monumento a las víctimas del terrorismo en Badajoz. En su caso utilizan la cerámica esmaltada, pero desgraciadamente son una excepción.
La artesanía es tradición pero también seña de identidad de un pueblo y herencia de la historia propia. Forma parte del patrimonio que estamos obligados a preservar.
Aunque la Administración mantiene su compromiso con la artesanía a través del convenio firmado en 2005 entre la Diputación Provincial y la Asociación Extremeña para la Promoción de la Artesanía, resulta imprescindible dar un paso más adelante, porque nuestro patrimonio artesanal es fuente de oportunidades para dinamizar la económica y el empleo en el entorno rural. Hay que profundizar en su potencial y ofertar paquetes a los turistas que incluyan experiencias de inmersión que extiendan la labor de la Red de Centros de Artesanía; iniciativas de formación estables a través de Universidades Populares; ayudas a la promoción en mercados internacionales donde el trabajo artesano representa un valor añadido; recursos para la venta online... Y sobre todo, un régimen fiscal especial que atienda a las peculiaridades e interés social de estas actividades y hagan compatible un proyecto de vida y el relevo generacional con el mantenimiento de nuestra cultura. Quizá fue eso lo que trató de transmitirme mi padre: que somos un pequeño engranaje de una historia colectiva que entre todos vamos escribiendo. «teniendo varas y tiempo».
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