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Zamba está siendo una buena influencia para el pequeño Miguel, con el que ha forjado una conexión especial en apenas unos días PAJOPÍ
Zamba, una amiga para Miguel

Zamba, una amiga para Miguel

Un labrador negro adiestrado como perro de asistencia ayuda a cuidar a un niño discapacitado de ocho años

Antonio Gilgado

Badajoz

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Domingo, 25 de marzo 2018, 08:49

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Sentado en un banco del parque de Cerro Gordo, aprovecha que Zamba está sentada en el suelo para quitarse la zapatilla y tocarle con el pie. No puede resistir deslizar los dedos por el pelaje negro del labrador.

En su particular mundo del espectro autista, Miguel se mueve por texturas. El césped del parque le llama tanto la atención que se lo lleva a la boca o el agua del Guadiana le atrae hasta querer zambullirse. A Zamba, en cambio, no le gusta mojarse. No es de esos perros que se tira al río. Fue lo primero que preguntó el adiestrador José Moreno cuando fue a evaluarla al criadero de Constantina, en Sevilla.

José lleva quince años educando perros para que convivan con familias. A principios de 2017 recibió un encargo especial. Necesitaba dar con un ejemplar que pudiera convertirse en perro de asistencia de un niño discapacitado de Badajoz. De todos los candidatos, Zamba fue la única que no ladró por comida o juguetes y se acercó a él sin llamarle la atención. Discreta, sociable y tranquila. Había materia prima necesaria para trabajar. Tras varios meses juntos, adiestrador y animal se separaron la semana pasada.

Han organizado eventos y torneos para recaudar los cuatro mil euros del adiestramiento

El nuevo hogar del labrador es un piso de Cerro Gordo en el que viven Miguel, un niño de ocho años que a los pocos meses de vida le detectaron una discapacidad cognitiva, su hermana de nueve y los padres de ambos. En apenas tres días, Miguel y Zamba han forjado una conexión especial. Ana, su madre, dice que el niño sale ahora todas las mañanas de Apnaba con una sonrisa de oreja a oreja, que el traslado en coche es más llevadero o que en el parque aguanta sentado más de cinco minutos. Zamba se ha convertido, de alguna manera, en su centro de atención. El niño está más tranquilo y la madre, acostumbrada a vivir en un ¡Ay¡ por las conductas de fuga de Miguel, también. El labrador le frena si decide cruzar la calle sin mirar o meterse en la cocina cuando está la vitro encendida. «Son cambios que pueden parecer pequeños detalles vistos desde fuera, pero los que estamos en el día a día nos hace la vida más fácil. Zamba le aporta seguridad».

El vínculo entre ambos se revela en cuanto Pakopí, el fotógrafo, se tira al suelo para retratar a Zamba, que permanece inmóvil sin dejar de mirar al niño. Ante la intromisión, Miguel se acerca al animal, estira el brazo hasta tocarle las patas y se tira al suelo imitando al fotógrafo. Antes, dice la madre, este tipo de comportamientos eran impensables. «No es lo mismo interactuar con un juguete o con una 'tablet' que con un ser vivo que está pendiente de ti. Te estimula», explica.

A Ana todavía le sorprende la empatía del animal. En los paseos, se adapta al caminar más pausado de Miguel y nunca se aleja cuando va el niño. Con esta ayuda, en la familia esperan que pronto puedan prolongar las salidas más de diez minutos. «Ese es mi gran reto a corto plazo. No tener que estar continuamente detrás de él».

A pesar de los evidentes cambios, Zamba todavía no se ha adaptado por completo a su nuevo hogar. Apenas lleva unos días y según su instructor, lo mínimo son dos meses. Entonces, vaticina, todo será más fácil. Antes, el labrador tiene que desvincularse de Juan por completo. Y en eso trabajan desde el pasado domingo. El instructor y la familia ensayan pautas de comportamiento para reforzar la obediencia y los estímulos del perro hacia Miguel. Un niño con conductas de fuga puede ver como un juego echar a correr para que un adulto venga a buscarlo. Con Zamba no hay juego. El animal no interactúa de esta forma. Simplemente se tumba y espera a que desista de salir corriendo.

También trabajan en la calle, para que el perro asuma que debe obedecer a la madre y frenar al niño si en un momento dado sale corriendo y cruza entre los coches. «Los labradores no son precisamente los caninos más inteligentes, pero lo suplen por su constancia. Están muy unido al ser humano porque llevan desde siempre cazando a su lado». Trabajan muy bien a la orden, según el adiestrador.

Ahora, las salidas al parque son más agradables y el reto es que duren más de diez minutos

En este proceso de adaptación también han trabajado las rutinas. Las puertas por las que entran y salen a diario, el tiempo que permanece encendida la luz del garaje o si el suelo de la calle se vuelve resbaladizo cuando se moja. «Imagínate que vas con Miguel y Zamba, tratas de meter a los dos en el coche y se apagan las luces. El niño puede asustarse y echar a correr. En este caso, el perro tiene que estar alerta por si ocurre y debe saber la situaciones de riesgo a las que se enfrenta el niño».

Solidaridad

Ana y su familia han contado la historia de Miguel y Zamba para dar las gracias a todos aquellos que les han ayudado a comprar al perro de asistencia. El adiestramiento cuesta más de seis mil euros, según explica el instructor, pero la asociación 'Ángeles con patas' ha considerado este caso una obra social y lo han rebajado hasta los cuatro mil.

Mientras el perro se educaba en Cádiz, la familia ha buscado ayuda para pagarlo. Agradecen a todos los que participaron en un torneo de pádel que organizaron, a los chicos de Filtirés, que vendieron una lámina para Miguel o al oftalmólogo Sánchez Trancón, que prácticamente aportó la mitad. «En cierto modo, Miguel es un trocito de cada uno de los que nos han ayudado». De Zamba, también. Le ayuda todos los días.

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