Las visitas al Real Monasterio de Santa Ana de Badajoz se retoman con la apertura de su museo de arte sacro
130 personas recorrieron, en tres pases, las dependencias religiosas que habitan las clarisas y en las que murió la cuarta esposa de Felipe II
Este domingo fue un día grande para los amantes del arte sacro y el patrimonio de Badajoz. 130 personas pudieron entrar -en tres turnos- en ... el Real Monasterio de Santa Ana, próximo a la plaza de la Soledad, y disfrutar del legado de un recinto conventual en el que murió la reina Ana de Austria, la cuarta esposa de Felipe II.
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Amigos de Badajoz ha retomado así sus visitas guiadas por unas dependencias religiosas que guardan un capítulo en los libros de Historia de España, además de restos de cinco conventos de la ciudad: entre ellos Santa Lucía, Santa Catalina o Madre de Dios de Valverde.
Para conocer el Real Monasterio fundado en 1518 por Leonor Laso de la Vega y Figueroa, hija de Lorenzo Suárez de Figueroa y de Mendoza, embajador de los Reyes Católicos en Italia, se requiere inscripción previa. Las siguientes fechas que se han fijado son 9 de noviembre, 14 de diciembre, 11 de enero y 8 de febrero.
Esta vez ejercieron de guías los miembros de Amigos de Badajoz Ángel González Benítez, Marcos Pacheco Cruz y Agustín Torres Leal, además de sor Carolina Espinosa, una de las monjas clarisas de la congregación.
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Tumba de la reina Ana de Austria
Entre las explicaciones que más captaron el interés de los asistentes fue la ofrecida sobre la tumba de la reina consorte. Contó el guía que hasta aquí se trasladó en 1580 Felipe II con su poderosa corte. Pertrechado con los tercios comandados por el Duque de Alba, el todopoderoso monarca llegó para reivindicar su derecho al trono de Portugal. Durante aquella estancia de varios meses pereció la reina, aquejada de unas fiebres.
Es por eso que el coro bajo, en la zona de clausura, se conserva la lápida de la reina. Cerca de la cratícula que servía para que las monjas pudieran recibir la comunión durante la misa, yacen sus entrañas y los restos del hijo que engendraba. Su cadáver fue trasladado a El Escorial. Sería durante el reinado del monarca ilustrado Carlos III, y previa solicitud de la abadesa, cuando estas dependencias recibirían el título de 'real' y pasarían a estar bajo el protectorado de la Corona. Un detalle que confirma el escudo de armas colgado sobre la entrada a la iglesia.
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La antigua patrona de Badajoz
Antes de detallar este episodio, el recorrido comenzó en la iglesia del Real Monasterio, en la que destaca el retablo barroco con la antigua copatrona de Badajoz, la Virgen de las Virtudes y Buen Suceso, además de otras piezas como la advocación del Cristo de la Salud, donado por una marquesa, o la rejería.
Museo de arte sacro
El plato fuerte de la visita fue la apertura del museo de arte sacro habilitado en la planta alta, mostrado por primera vez al público. Allí se exhiben una selección de piezas. Sor Carolina, religiosa de nacionalidad colombiana, señaló algunas de las obras más destacadas como «la pintura de la Virgen Dolorosa con la espada, obra de Palominos, también autor de Santa Rosa de Lima, o un Cristo griego en terracota, del siglo XVII, así como otro procedente de Filipinas».
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Repostería conventual
En el claustro esperaba la sorpresa más dulce de la visita. Una mesa llena de la repostería conventual que da fama a las clarisas de Badajoz. Los visitantes aprovecharon para adquirir cajas llenas de tejas, duquesas, perrunillas o magdalenas, y ayudar así al sostenimiento de esta comunidad religiosa del Casco Antiguo. También aprovecharon algunos para firmar y dar su apoyo a la petición de una calle para Sor Celina, alma y custodia del legado de este monasterio, fallecida en febrero.
Frescos de García Mures
En la parte final del recorrido se profundizó en la historia de los frescos que adornan las galerías del claustro, gravemente deteriorados. Unas pinturas de Clemente García Mures, cuya autoría confirmó el propio pintor Adelardo Covarsí en 1929, acompañado del fotógrafo Fernando Garrorrena. Sus instantáneas permiten hoy dar cuenta del esplendor perdido por los avatares de la guerra civil, las inclemencias del tiempo y la apertura de puertas o ventanas. Aún así, aún es posible atisbar cómo pudieron lucir el 'Tránsito de Santa Clara' o el 'Abrazo de San Francisco y Santo Tomás de Guzmán'.
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