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María Dolores Rodríguez y su marido, Manuel Gil, que le ha ayudado en la investigación. :: J. V. Arnelas
La vida de mi padre a través de HOY

La vida de mi padre a través de HOY

La historiadora María Dolores Rodríguez Doblas rescata el legado del periodista Francisco Rodríguez Arías, redactor de HOY desde 1936 hasta 1978

Antonio Gilgado

Badajoz

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Domingo, 2 de diciembre 2018, 09:18

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A María Dolores Rodríguez siempre le quedó la espina de la investigación. Estudió Historia en Sevilla. Empezó como docente en Badajoz, saltó a Zafra como agregada y, tras la cátedra, pasó a Montilla, en Córdoba. En Jerez de la Frontera encontró su destino definitivo. Su jubilación la dedica al archivo de la familia Orleans Borbón de esta ciudad. Cuando la Fundación CB le encargó un trabajo de investigación sobre su padre asumió el proyecto como un regalo. No había mejor forma de desquitarse que desempolvando la vida de Francisco Rodríguez Arias.

Poco se sabe de un hombre que da nombre al Premio de Periodismo Ciudad de Badajoz. María Dolores decidió partir de cero y desligarse de los recuerdos familiares. Se ha leído todos los ejemplares de HOY desde 1937 hasta 1978, ha buceado en los archivos personales del periodista y ha consultado algunos estudios de la Económica. El resultado se presenta en un libro mañana lunes, 3 de diciembre, en la sede la Económica de la calle Hernán Cortés.

La historia de Rodríguez Arias parte en Cheles, el pueblo donde nació en 1915. En septiembre de 1936 firma su contrato como redactor del periódico HOY. Con 21 años lo reclutan y lo mandan al frente de Medellín. Aprovecha los descansos mensuales para escribir las crónicas de los primeros enfrentamientos de la Guerra Civil en la provincia de Badajoz.

En 1936 empieza a trabajar en este diario, es movilizado y manda crónicas de la guerra

En esta etapa de reportero de guerra su hija ha descubierto a un entusiasta cronista, ajeno a lo que se estaba fraguando. «Era un niño y se notaba en sus cartas incluso contento de vivir aquello y poder contarlo. A partir del 38, cuando la contienda se recrudece y lo destinan a la Bolsa de la Serena, el tono cambia por completo. Escribe muy preocupado a la redacción por lo que ve y en la correspondencia que mantiene con Narciso Campillo, su director, se muestra pesimista. Incluso aturdido. Aquel episodio le marcó hasta el final de sus días. Murió en 1998 y parte de sus últimas reflexiones escritas tenían que ver con lo que presenció de joven en la zona de Castuera. Al finalizar la Guerra Civil, y tras la reapertura de HOY, Rodríguez Arias se reincorpora a la sección local. En esta primera década del franquismo, a María Dolores le sorprende la habilidad que mostraron su padre y el resto de compañeros para sortear la censura.

«Aprendieron a escribir para los que leen entre líneas, a dar giros al texto para no hablar explícitamente de algo de lo que realmente hablan». Aunque más de una vez cruzó la plaza de San Juan detenido por algo tan simple como saltarse el protocolo de redacción en los actos públicos y citar a la autoridad civil antes que la militar. «Eran años muy duros. En muchos escritos que no publicó pero guardaba en casa se quejaba amargamente de los difícil que resultaba ejercer en esas circunstancias o de las condiciones tan duras que pusieron al periódico para la reapertura». El desencanto resultaba evidente en sus informaciones, pero María Dolores aprecia una evolución en sus primeros años como redactor de local. El corsé de la censura lo rompió saliendo a la calle. Como no podía escribir de política, se dedicó a contar la vida cotidiana de la ciudad. Crítica social envuelta en historias anónimas.

Se atrevía a publicar en la sección Fe de Erratas las que él mismo había cometido el día anterior

Releerlas ahora supone acercarse al día a día del Badajoz de los cuarenta que intenta dejar atrás el conflicto bélico. «Empezó a redactar con mucho sentido del humor, muy ágil». Se fijaba, por ejemplo, en si las balanzas de las panaderías estaban trucadas para sacar panes con menos peso de lo establecido en la cartilla de racionamiento, en lo peligroso que resultaban las piruetas de los caballistas al pasar por San Juan, en las sanciones a los ciclistas que no llevaban la luz trasera o en los problemas del cartero para cobrar el impuesto de la radio. «Siempre fue muy reivindicativo y en cada momento llegó hasta donde le dejaron». Badajoz traspasa las murallas. Se ocupan los Glacis, se abren las avenidas de Santa Marina o Colón y se construyen las primeras viviendas al otro lado de los baluartes, los famosos grupos José Antonio.

En HOY, Francisco Rodríguez Arias inicia una serie de reportajes denunciando el chabolismo junto al río y el hacinamiento en el que vivían los nuevos vecinos que se mudaban a la capital desde los pueblos. Hay reportajes sobre las casas en las que aún se crían cerdos o gallinas y los problemas sanitarios que acarrean.

El volumen de artículos recopilados que trataban el abandono del río y la Alcazaba descubren a un periodista insistente. Siempre, recuerda su hija, con gracia para llegar al lector. Incluso se atrevía a publicar en la sección Fe de Erratas su propias erratas del día anterior o replicaba a artículos de compañeros suyos como Lodio Zabala, López Cida o Soriano, que a su vez le respondían en sus propias secciones.

«Leyendo esos artículos descubres la conexión que tenían con la gente de la calle». Tampoco extraña que en las cartas publicadas algún concejal de la época se refiriera a Rodríguez Arias como el 'concejal honorario' por su interés en mejorar, por ejemplo, el parque de Castelar. No entendía que pusieran como bancos árboles partidos en dos mitades. Habló tanto de aquello que incluso el alcalde Masa Campos publicó una respuesta en el periódico argumentando que Castelar debe ser una zona de paseo y no necesita bancos para sentarse.

Con anécdotas de este tipo, María Dolores rescata a un periodista que ejerció según las circunstancias, pero nunca renunció a denunciar la desigualdad que palpaba en la calle. «Le tocó una época y la vivió como pudo».

Ley Fraga

A partir de los años 60, con la Ley Fraga, percibe un giro decisivo en las publicaciones diarias de su padre. Ya no hay tanto miedo a la censura previa y Rodríguez Arias se fija en los problemas regionales. Es mucho más reivindicativo y crítico. Inició una serie sobre la emigración y la despoblación de los pueblos, sobre la necesidad de contar con una Universidad o en el deterioro del las líneas de tren que pasan por Extremadura.

En su archivo, guarda cientos de escritos que le enviaron alcaldes de la comarca de las Villuercas por defender su tren o de gente que le apoyó en su reclamo de la Universidad. «En 1960 muchos le replicaban que era un petición ridícula. Yo he contado 230 artículos hablando de la Universidad». Rodríguez Arias se prejubiló en el año 78 como subdirector de HOY, según cuenta su hija, se fue antes de tiempo porque se sentía incómodo. Muere Franco, el HOY se traslada a la carretera de Madrid y tanto los nuevos periodistas que se incorporan como los políticos locales de la Transición lo identificaban con el pasado. Se sentía desubicado. Con la libertad de prensa se extendió la idea de que los periodistas que ejercieron durante el Franquismo trabajaron al dictado de las autoridades y fueron complacientes con la clase política. Por eso, explica, se alegra ahora de la propuesta de la Económica. En cierto modo recuerda a una generación juzgada siempre desde una misma óptica.

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