Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Manuel no se ha vestido con sus mejores galas para la foto de HOY, así se arregla para pasear por el río. J. V. ARNELAS

«Venía a dar paseos al río para olvidarme de la bebida y lo conseguí»

GUADIANA, EL RÍO QUE NOS UNE ·

Cuando le tentaba el vaso de anís, Manuel Hernández Carrasco 'Marifé' se proponía ir un puente más allá en vez de meterse en el bar y así logró superar una adicción que hoy celebra con paseos a ritmo de copla

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Lunes, 18 de enero 2021, 07:33

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Manuel no pasa desapercibido. Camina con un altavoz en una mano del que suenan las coplas de la España cañí y con un abanico en la otra. Le apasiona el brilli-brilli en la ropa y cargarse de bisutería, normalmente buscando la suerte. Lo mismo combina un colgante de la mano de Fátima con un alfiler de la Virgen de Bótoa y un anillo dorado con la cabeza de un león que se coloca por encima de los guantes. Es estrafalario porque a punto de cumplir 70 años, no necesita carnavales para llenarse de lentejuelas.

De esa guisa no es extraño que Manuel, o como realmente le conocen en Badajoz, Marifé (en honor a su adorada folclórica) sea el paseante más popular del parque del Guadiana, al que baja después de echarse la siesta para recorrerse del puente Viejo al Real. Ese paseo que hace diariamente desde hace dos años y medio fue –dice– el que le salvó la vida.

Enganchado al alcohol desde que de pequeño le daban huevos batidos con vino para abrirle el apetito, Manuel logró dejar atrás lo que no le cuesta calificar como «un infierno», sustituyendo el bar por la orilla del Guadiana. Empezó a andar a ritmo de copla después de enterrar a su madre, siguiendo al pie de la letra un fandango que dice: «Con una radio que suena, ese que va por la calle no es para llamar la atención, es para olvidar las penas que lleva en el corazón».

Noticia Relacionada

«Al principio, cuando me venía a pasear me entraban ganas de una cerveza o de una copa de anís, pero lo que hacía era proponerme llegar hasta el tercer puente. Cuando me daba cuenta estaba de vuelta y se me había olvidado la bebida. Lo que no conseguí en tantos años con tantos médicos y tantas pastillas [ha estado ingresado en varios centros de rehabilitación en los que volvía al alcohol en cuanto salía], lo he logrado solo, con la ayuda de mi madre desde el cielo y con este camino por el río, que me da tanta paz y tranquilidad».

Su vida desde entonces ha cambiado radicalmente. «Me ha ayudado a levantarme, a ser yo, a no estar escondido. Es como si hubiese nacido de nuevo». Por eso ahora lleva la sonrisa puesta en cada paseo y camina sin complejos siendo quien quiere ser, después de una vida marcada por los bandazos y los continuos cambios de trabajo y residencia. Ha trabajado repostando aviones en Mahón y descargando petroleros en Rentería con Campsa, empresa en la que estuvo trabajando 21 años y que abandonó un buen día aunque ahora le pese, cuando ve que en su pensión esos años de buenas nóminas no le han servido para nutrir su jubilación.

Lo cambió por irse a trabajar de cocinero a Cataluña cuando se separó de su mujer, con la que tuvo un hijo y de la que ni siquiera está seguro si legalmente está divorciado, porque dice que él lo único que firmó fue un convenio regulador. De ahí viajó a Escocia donde en un fábrica seleccionaba por centímetros las cigalas para envasarlas en cajas. Y ha viajado, mucho, por toda España y por media Europa, fundiéndose los ocho millones de pesetas que le tocaron en una lotería.

Ha andado un camino emborronado por el alcohol, que hoy sigue recorriendo ya con la vía despejada de esa tentación y llena de nuevos amigos, con los que se para un rato sin bajarle el volumen a Antonio Molina, La Niña la Puebla, Rosa Morena o Marifé de Triana. «Al principio cuando venía a andar, enseguida me hacía los tres puentes, pero ahora he hecho nuevas amistades y conozco a tanta gente que hay días que no soy capaz de llegar al puente Real».

Sus paseos por el río le han servido para hacer balance y darse cuenta de que a estas alturas, lo único que le pide a la vida y al Corazón de Jesús, al que va a ver casi a diario a Las Descalzas, es salud y alegría. Al lado del Guadiana hace méritos para tener lo uno y lo otro.

Donde duermen las garcillas

El tramo urbano del Guadiana es refugio predilecto de las aves, una joya para los aficionados a la ornitología capaces de adivinar a varios metros de distancia por el color, la forma del pico o de la cola de qué especie se trata. Entre los habitantes del Guadiana, hay colonias de garcillas bueyeras. La prueba es esta imagen enviada por Francisco Luis Fernández Díaz, donde en uno de los islotes del río se intuyen decenas de esta aves. 'Dormidero de garcillas bueyeras' es el título de su foto, la elegida de esta semana para acompañar esta sección dedicada a nuestro río.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios