«Hay muchos costaleros que sacan hasta cinco o seis procesiones y eso es una brutalidad»
El pacense Juan Alberto Moreno ha sido el elegido para ofrecer el pregón del costalero el 22 de marzo en el Teatro López de Ayala
Juan Alberto Moreno (Badajoz, 1982) será el encargado de ofrecer el trigésimo primer pregón del costalero de la Semana Santa de Badajoz. La cita ... tendrá lugar el 22 de marzo y el pacense, experimentado y devoto, ya da vueltas a las palabras que pronunciará ante el público del Teatro López de Ayala. Con una sonrisa perenne en su rostro, y poniendo siempre por delante la devoción por las hermandades de San Fernando y las Descalzas, el capataz del Ecce-Homo que procesiona con la Virgen de la Soledad no oculta la ilusión de saberse el elegido para el encargo de la Asociación de Costaleros San José, con su junta directiva recién renovada. «Soy el primer pregonero de esa nueva era y es una gran responsabilidad».
Con más de dos décadas arrimando el hombro, el «costalero de corazón», conocido en el mundo cofrade como 'Juanchín', maneja los entresijos de los enseres procesionales y está acostumbrado a lidiar con momentos duros en las trabajaderas. Su labor costalera arrancó tras cumplir la mayoría de edad, cuando cargó el Cristo de la Angustia, el crucificado al que reza la Margen Derecha. Luego llegarían el Descendimiento, el Ecce-Homo o la talla del Dulce Nombre de María.
«El Martes Santo siempre tengo el corazón dividido y llevo mi medalla del Cristo de la Espina»
Como hermano del Cristo de la Espina, uno de los más venerados de la ciudad, y también de la Virgen de la Amargura, el Martes Santo es para él una de las jornadas clave de la Semana Santa badajocense. «Ese día siempre tengo el corazón dividido». Procesiona con San Fernando y en su mano izquierda le da fuerzas la medalla del Cristo de las Descalzas.
La edad media de los costaleros ronda los «treinta y pocos años» y, como sus compañeros, Juan Alberto considera que los más de 400 cargadores que sostienen los pasos de la imaginería pacense no son tantos como les gustaría. «Muchos costaleros sacan hasta cinco o seis procesiones, y eso es una brutalidad». Esto complica las labores de ensayo. «Por más que no duela, coinciden; y es complicado compaginar» que no se simultaneen.
Por eso, el pacense mira a las generaciones venideras con esperanza. «Queremos que los niños que lleguen se dejen asesorar por los capataces, y, sobre todo, por los que van a su lado, que son los que más les van a ayudar. El capataz es el que manda, pero quien te ayuda de verdad es el compañero que llevas al lado, al que le estás quitando peso». No es tan optimista con la incorporación de la mujer, que a su juicio se ha frenado en los últimos años.
Uno de los momentos que recuerda con más cariño en su larga labor como costalero fue el estreno del paso a costal de San Fernando. «El 90% de los costaleros del Cristo de la Angustia nunca habían salido a costal. Algunos no sabían ni cómo ponérselo, ni cómo hacérselo... Fue especial, pero también un agobio. Ahí sientes que estás empezando de cero, que estás ayudando un montón con cosas totalmente nuevas».
Además de con las tallas de sus hermandades, entre sus imágenes predilectas de la Semana de Pasión de su ciudad figuran el Cristo Yacente y el Resucitado, precisamente porque «representan la muerte y resurrección de Jesús». De las vírgenes, se queda con «la gran desconocida»: la Virgen del Mayor Dolor de la parroquia de Santo Domingo. «Es una belleza. La he visto de cerca cuando hicimos una exposición; la tuve prácticamente en mis manos y me quedé enamorado de ella».
Procesión magna
No ha faltado a ninguna de las procesiones magnas que se han celebrado en la ciudad desde que se retomara esta tradición en 2002, un gran evento religioso que en su opinión debería trasladarse a otra época del año, pues «es ahí donde más se nota la falta de costaleros».
«A veces te levantas destrozado, pero es un dolor que es llevadero»
En cuanto al esfuerzo y las lesiones que acarrea portar los pasos, Juan Alberto reconoce que a veces «te levantas destrozados», pero habla de un dolor llevadero. «Con la presión del Descendimiento sientes como que te hundes». Y una vez que el recorrido finaliza, y el fervor se recoge en casa, es ahí donde más sientes «el dolor de espalda y de piernas», a veces incluso de brazos, sentencia.
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