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Rachida Sabir, en su casa de Badajoz, delante de la mesa preparada para la ruptura del ayuno. C. MORENO
«El Ramadán es como la Nochebuena pero durante 30 días seguidos»

«El Ramadán es como la Nochebuena pero durante 30 días seguidos»

Rachida Sabir es una de los más de 6.000 musulmanes que celebran el mes sagrado del Islam en Badajoz

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Sábado, 1 de junio 2019, 10:38

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El Ramadán está llegando a su fin y a Rachida Sabir le da pena que termine. Durante el mes sagrado del Islam, cena cada noche con sus dos hijas y su sobrina. Comentan cómo les ha ido el día en torno a la mesa. No es así el resto de días del año, cuando solo se juntan los fines de semana. El componente familiar del llamado mes del ayuno entusiasma a esta marroquí, que vive en Badajoz desde hace 30 años.

Ella es una de las más de 6.000 personas que integran la comunidad musulmana de Badajoz y que estos días celebran el Ramadán. Nació en Casablanca, allí se crió, estudió y desde los 13 años (cuando tuvo su primera regla) cumple con el que es uno de los cinco pilares de su religión. «El Ramadán es obligatorio, pero no una obligación, yo lo hago de buena fe», dice.

En un viaje a Badajoz, conoció al que luego fue su marido, que además, se convirtió al Islam por ella. El amor le hizo dejar su país y venirse a la ciudad donde formó su familia. Rachida tiene ahora 65 años, es viuda y vive en San Roque con su hija pequeña de 18 años y su sobrina de 17, que son españolas pero profesan la religión musulmana.

«La fe y la voluntad son más fuertes que el hambre y la sed. Para mí el ayuno no es un sacrificio» El último rezo del día lo hace en la mezquita del Gurugú, porque le gusta orar «codo con codo»

Así explica por qué los musulmanes durante un mes al año no pueden comer ni beber desde el alba hasta la puesta de sol: «Es un tiempo para experimentar el hambre que pasan los pobres, aunque nosotros cuando llega la noche ponemos una mesa de lujo».

Se refiere a la ruptura del ayuno que, para los musulmanes en general y para Rachida en particular, «es una fiesta familiar que se vive en torno a una mesa, como la Nochebuena pero durante 30 días seguidos», compara.

Ella se encarga de preparar la mesa a diario durante todo el mes. Lo hace con antelación, para que cuando den las diez menos cuarto de la noche puedan empezar a comer. Saca su mejor mantelería, la vajilla de las grandes ocasiones -la que guarda en la vitrina del salón- y empiezan la cena «brindando con dátiles», bromea.

En la sopera, siempre hay harira, un caldo marroquí muy contundente de garbanzos, lentejas, arroz, trocitos de carne, apio y perejil. También pone huevos rellenos, pinchitos, dulces con miel y té. Dedica las tardes a preparar la comida y durante el Ramadán ni siquiera puede probar si se le ha ido la mano con la sal. «Cocino a ojo, pero no me equivoco», presume.

Durante el mes del ayuno, Rachida tiene que cambiar sus rutinas. No le hace falta engañar el hambre, porque dice que «la fe y la voluntad son más fuertes» pero sí reconoce que en Ramadán duerme poco.

Su día empieza aún de noche. Se levanta a las cinco de la mañana y prepara el shor (desayuno): un yogur y té y hace el primer rezo del día. Luego vuelve a la cama, se echa un rato y a las siete se pone de nuevo en pie para ir a casa de su hija mayor, recoger a sus nietos y llevarlos al colegio. De vuelta en casa, hace las tareas domésticas y si no tiene que hacer nada fuera, se tumba en la cama a leer el Corán. Luego va a la compra y ya por la tarde se mete en la cocina a preparar la comida.

Tras la ruptura del ayuno, va a la mezquita del Gurugú a hacer el último rezo. Le gusta orar en comunidad. «Codo con codo», ilustra. Para el resto de rezos extiende la alfombra en su dormitorio o en el salón y lleva una aplicación en el teléfono móvil que le indica dónde está la Meca para las ocasiones en las que está fuera de casa.

17 horas sin comer ni beber

El resto de meses del año come tres veces al día y sin embargo, asegura que no le cuesta ningún trabajo estar casi 17 horas seguidas sin llevarse nada a la boca. Combatir la sed en los días de calor es más difícil, pero no lo entiende como sacrificio. «Me cuesta más volver a la costumbre de comer por la mañana cuando termina el Ramadán».

Destaca incluso los beneficios del ayuno para la salud. «El organismo se desintoxica de tanta grasa, aunque peso no pierdo. Mi mejor amiga siempre me dice que quiere hacer el Ramadán para adelgazar y yo le contesto que me mire a mí», bromea.

El ayuno tiene además un profundo sentido espiritual para Rachida. «Es el mes más grande del año, donde las puertas del cielo están abiertas para orar, pedirle a Dios por nuestra familia y amigos, no hablar mal de nadie, ayudarnos en todo lo que podamos y el último día, tenemos que sacar dinero para dárselo a la gente que lo necesita».

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