Luis Ramírez García
El sacerdote destinado 19 años en Campanario, que es delegado episcopal para el clero, se hace cargo de la zona de la capital pacense con mayor expansión urbanística
La parroquia de San Juan de Dios, en la margen derecha de Badajoz, abre una etapa nueva. Se jubila Enrique Cruz Barrientos, tras cumplir 75 ... años y aceptar el arzobispo José Rodríguez Carballo su dimisión. El párroco septuagenario ha estado al frente de la iglesia de Jardines del Guadiana durante tres décadas, ubicada en un local de Las Moreras en su nacimiento. El elegido para sucederle es Luis Ramírez García (Fuente del Maestre, 1972).
–¿Ha sido sacerdote en Campanario durante 19 años?, ¿cómo encaja su marcha del pueblo?
–Los cambios siempre son costosos. No es fácil. A fin de cuentas, el cura hace vida con los feligreses, en todos los momentos claves, para bien y para mal. Separarte es desgarrarte. Siempre tiene un coste, porque hay mil afectos. Si no fuera así, es que no nos habríamos relacionado. Somos personas, no piedras.
–¿Quién le comunicó que tenía que mudarse a Badajoz?
-Tuve varias conversaciones largas con Don José (el arzobispo). Él tenía ese empeño de que viniera a esta realidad. Pero por primera vez no estaré solo. Nos encargaremos de San Juan de Dios tres sacerdotes: yo como párroco, acompañado de dos vicarios, Marceliano Guerrero Montero y Tomás Rubio Díaz. Vamos a intentar componernos entre los tres para trabajar lo mejor posible. Tenemos que cuadrar horarios porque Marceliano está en el Tribunal Eclesiástico todas las mañanas, en el Obispado, y además atiende la iglesia de la Concepción; y Tomás es capellán del Hospital Materno-Infantil y del Perpetuo, y además empieza en Clideba.
–¿Cuál fue su trayectoria tras salir del seminario?
–Mi primer destino como diácono fue Talavera la Real. En aquella época los curas hacíamos la mili, y aunque se podía objetar, yo opté por hacer el servicio militar de capellán en la Academia de la Guardia Civil en Úbeda y Baeza. Mi primer destino como cura en la archidiócesis fueron tres pueblos: Corte de Peleas, Entrín Bajo y Entrín Alto. Después La Zarza y Campanario.
–Recuerda Enrique, el sacerdote saliente de San Juan de Dios que el proyecto inicial contemplaba un templo que aún no se ha levantado en el terreno libre en medio de los dos edificios. ¿Será ese uno de sus proyectos?
–Lo primero que necesitamos es ampliar la comunidad de personas de la parroquia. Este barrio está creciendo muchísimo.
–¿Cómo pretende conseguir eso?
–Tenemos que acercarnos a los vecinos.
–¿Ya ha podido ver todos los rincones que abarca la parroquia?
–Aún no he tenido tiempo de recorrer bien todas las calles. He podido visitar La Cañada, Las Moreras, he estado paseando por la Urbanización Guadiana; y en coche he ido a todos esos bloques nuevos que se están levantando en la avenida de Elvas.
-¿Esta demarcación eclesial va a atender todo ese nuevo crecimiento urbanístico?
–En este momento, sí. No hay otro templo erigido en esta zona más allá de San juan de Dios. No sé si en el futuro habrá otro, y se hará alguna división nueva.
-Tras el cierre de la parroquia de Santa Teresa de Jesús, en la barriada de San Fernando, ¿cómo queda repartida la población de la margen derecha?
–El Guadiana es uno de los límites, la vía del tren otro, y el Puente de la Universidad, trazando una línea hasta la frontera, otro. Del puente para allá, corresponde a la parroquia de San Fernando. Del puente hacia la avenida de Elvas, pertenece a San Juan de Dios, y, a sus espaldas, es de San Fernando.
–¿Ese cierre de Santa Teresa supuso un aumento de los feligreses aquí?
–No lo sé. Habría que preguntarle a don Enrique si se ha notado. Sí sé que hay gente que participaba de la parroquia de Santa Teresa, y que ahora está aquí.
–¿Qué primer balance hace de las instalaciones que encuentra y de la vida parroquial?
–Está bien dotada en cuanto a salas de reuniones, pero la realidad de los grupos de catequesis, por ejemplo, es bastante ampliable. Este próximo año harán la Primera Comunión unos 18 niños. Pocos para la zona que abarcamos. Y para el curso siguiente tenemos un grupito de unos 10...
–¿Viene de un entorno rural y se instala en la ciudad más grande de Extremadura. ¿Qué diferencias va a encontrar?
–Muchísimas. La realidad de los pueblos es muy diferente a la de la ciudad. Cuando llegas a un pueblo rápidamente te insertas en la comunidad. Te conoce la gente, sabe quién eres y empiezas a trabajar. Aquí es difícil que te conozcan, que los vecinos de esos bloques nuevos ubiquen dónde está la parroquia. En el pueblo comes con los vecinos, festejas con ellos, ríes con ellos, lloras con ellos. Es un proceso rápido y fácil. La ciudad es desbordante, por lo menos como yo la vivo. Es un espacio con una extensión muy grande el que ahora abarcamos.
–¿Esa es la mayor complejidad?
-Sí, es difícil saber cómo llegar a tanta gente. Porque entrar en cualquiera de estos bloques es complejo, hasta por los telefonillos. Tienes que pasar por el portero, luego el bloque...
–En los pueblos la tendencia demográfica es justo la opuesta.
-Desgraciadamente, los pueblos están muriendo. Cuando llegué a Campanario, había 5.300 habitantes y ahora son 4.700. Está pasando lo mismo en otros municipios de esa comarca.
«La realidad de los pueblos es muy diferente a la que encuentras en la ciudad»
–La parroquia de San Juan de Dios nació en Las Moreras, una barriada humilde que colinda con los desarrollos urbanísticos más pujantes. ¿Cómo se conjugan esas dos realidades?
-Imagino que hay una mezcla y un contraste de realidades socioeconómicas que en los pueblos no se nota tanto. Pero la comunión de unas y otras personas es precisamente lo que nos une: ese ser personal que todos tenemos.
-Hace unos meses el obispo le nombró delegado episcopal para el clero. ¿Cuáles son las funciones concretas que desempeña en ese puesto?
-Abarca la tarea de organizar la formación permanente para los sacerdotes de la diócesis, desde la dimensión humana, espiritual, intelectual y pastoral. Don José, al igual que yo, tenemos el empeño de ser cercanos a los sacerdotes y visitarles; sobre todo, a quienes pueden estar pasando ciertos momentos de vulnerabilidad: por edad, enfermedad, situación económica o familiar. Hay que echar un café con ellos, dar un paseo... A veces estamos carentes del trato cercano y humano, o lo tenemos descuidado.
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