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A. GILGADO
BADAJOZ.
Sábado, 17 de noviembre 2018, 09:14
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En la puerta del laboratorio del IES San Roque había ayer varias cintas de precintado y manchas de tinta roja. Atrezzo para recrear el escenario de un crimen.
A las doce entraron los alumnos de primero de Bachillerato. Se enfundaron guantes y batas porque dentro debían investigar un asesinato. En el interior se toparon con tres sospechosos -un elefante, un loro y un cerdo de peluche- y sobre la mesa una espátula, un punzón y unas tenazas.
El experimento consistía en desenmascarar al muñeco asesino y el arma que utilizó.
La recreación se le ocurrió a Pepi Jaramillo, la profesora de Física y Química del centro, tras percatarse del éxito que tiene entre los adolescentes los casos de lo forenses de la serie CSI.
Química, explica, es una asignatura exigente y a veces conviene mostrar la cara más amena de la materia. «Ahora muchos niños de Bachillerato quieren ser forenses o aspiran a estudiar Criminología. Con esto unimos la química con algo que les gusta realmente».
El CSI del San Roque forma parte de la Semana de la Ciencia que promueve la Universidad entre colegios e institutos de la región. Gracias a este apoyo pudieron comprar el material para los compuestos químicos que se emplean en la investigación criminal.
Con la sangre no hubo problema. A Pepi le bastó con higaditos de pollo del supermercado para dejar los rastros por el laboratorio.
Los investigadores trabajaron en parejas y empezaron a analizar muestras de tejido en los sospechosos, en las armas y en las zona del laboratorio donde se encontró el cadáver. A cada pieza le hicieron la prueba de luminol, una de las técnicas bioquímicas más repetidas en investigación forense
El luminol se crea a partir de una composición química (5 de amino-2,3 dihidroftalazina-1,4 diona) que se activa cuando entra en contacto con la sangre. Emisión de luz azulada casi instantánea. Reacciona sobre superficies lavadas o en manchas con más de seis años de antigüedad. «La quimioluminiscencia llama mucho la atención de los chicos. Les atrae comprobar que han hallado pruebas imperceptibles».
Pero en la investigación surge una complicación. La profesora ha introducido intencionadamente un falso positivo. Dos de los tres peluches contienen manchas azuladas con el luminol, pero solo uno puede ser el autor.
Para fomentar la duda, Pepi ha rociado a uno de los dos peluches con hexacianoferrato. Cualquier compuesto que contenga hierro da positivo al luminol. Para identificar al verdadero asesino hay que descartar interferencias en los tejidos.
Toca formular una composición química que descarte el hierro. La propuesta de la profesora es la reacción de Bradford. El reactivo detecta las proteínas y, por tanto, si se trata de sangre se volverá azul la mancha por la hemoglobina, una de las proteínas que regula el ph sanguíneo.
Para determinar qué arma se ha utilizado se aplican estos mismos compuestos sobre los tres instrumentos encontrados. La escena se reconstruye pulverizando con el líquido de Bradford la silueta del muerto. Siguiendo las manchas azules se puede saber, por ejemplo, si fue asesinado en el laboratorio o alguien lo mató en otro sitio y lo arrastró hasta allí.
Los alumnos escribieron en una ficha el resultado de la investigación sobre los peluches, las herramientas y la puerta del laboratorio. Lo hicieron con tinta invisible y fueron desvelando sus respuestas acercando la ficha a una bombilla.
Al final del experimento, la profesora se mostraba especialmente satisfecha. Los chicos se mostraron muy participativos y estuvieron más de una hora pendientes de compuestos y reacciones químicas. «Este tipo de experimentos quizá no ayude a aprobar la asignatura, pero permite entenderla mejor».
También entenderán mejor la serie CSI.
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