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J.V. ARNELAS

La ONU se interesa por la pobreza de los Colorines y Santa Engracia

El relator de Naciones Unidas recorre los barrios más vulnerables de Badajoz antes de presentar un informe al Gobierno de España

Antonio Gilgado

Badajoz

Jueves, 30 de enero 2020, 21:50

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El lunes aterrizó en Barajas el australiano Philip Alston. Desde 2014 ejerce como experto independiente para la ONU sobre extrema pobreza y derechos humanos, lo que en términos diplomáticos se denomina relator especial. No recibe salario alguno por su labor.

A España llega para intentar entender por qué la quinta economía más grande de Europa sigue teniendo indicadores de pobreza y desigualdad superiores a los que registró durante los años más profundos de la crisis.

Su particular radiografía de la pobreza nacional le ha traído a Badajoz porque le interesan especialmente las consecuencias en los niños, los migrantes y en la población gitana. Este jueves se reunió con una docena de madres de Los Colorines y La UVA Santa Engracia para constatar que en la periferia local poco se ha notado la recuperación económica.

«Al final de mi visita elaboraré un informe que presentaré al Gobierno y quiero que en ese informe se recoja lo que realmente necesitan sus barrios». Habló en tono serio pero se mostró cercano. Sacó una libreta y animó a que sus anfitrionas tomaran la palabra. Las madres fueron exponiendo problemas ya conocidos en Badajoz. Contaron, por ejemplo, que son habituales los desperfectos en el alcantarillado y las tuberías rotas por las que se cuelan ratas a las casas y el mal olor a las zonas comunes.

Y en los últimos meses, además, se han acentuado las carencias por los cortes de luz. En la mayoría de las casas viven niños pequeños que esta última semana han pasado muchas horas de frío.

Alston les preguntó si se reunían con los políticos responsables de las viviendas sociales en las que viven. Habitualmente, argumentó, los estados suelen delegar en las organizaciones de tercer sector para desentenderse de los destinatarios finales. Una actitud equivocada porque aportan respuestas, pero no soluciones.

Las vecinas de Los Colorines y Santa Engracia confesaron que sienten la cercanía de Cáritas, Cruz Roja o de algunos trabajadores sociales, pero un abandono constante y generalizado de los responsables públicos.

Okupas

Ahora, explicaron, si te asignan una vivienda social y está okupada, en Vivienda les dicen que son los nuevos adjudicatarios a quienes corresponde echarlos, lo que genera muchos conflictos entre vecinos.

También se quejaron de la poca presencia policial a pesar de las peleas, la conducción temeraria y los puntos de venta de drogas. Confesaron el temor a que sus hijos crezcan en un ambiente tan viciado.

Philip Alston, en el centro, durante la reunión con las madres de los Colorines y Santa Engracia. :: J. V. A.

El desvelo se acentúa cuando llegan a la adolescencia. «Los doce o trece años son difíciles en todos sitios, pero aquí más porque encuentran en la puerta de casa tentaciones que no tienen en otro sitio».

Alston se interesó por los subsidios sociales y las ayudas económicas. Algunas madres se enfrentan a verdaderas dificultades para dar de comer a sus hijos. Expusieron situaciones cotidianas de escasez que prefieren no contar a nadie por vergüenza. En parte salen adelante por la renta básica y porque los niños comen y desayunan en el colegio.

Tratan de encontrar cursos de formación para que les renueven las ayudas sociales, pero parten de un nivel de formación tan básico que no cumplen los requisitos para apuntarse.

Alston también quiso saber si habían presentado propuestas a las administraciones para cambiar y mejorar la vida en el barrio. Recordaron varias campañas de recogida de firmas para limitar el paso de coches por la plaza o de una escuela taller en la que padres e hijos aprendan juntos carpintería, albañilería o fontanería. «Nadie nos respondió nunca», aseveraron.

Muchas madres confesaron que en la última semana sus hijos han pasado frío

Antes de acabar la sesión, el representante de la ONU preguntó si les gustaría vivir en otro sitio. La respuesta fue unánime. Todas se irían si pudieran. Sienten el peso del estigma. Recordaron entrevistas de trabajo frustradas o comentarios hirientes cuando dicen que viven en los Colorines o en las Ochocientas. Y ese mismo estigma llega también a sus hijos cuando participan en actividades infantiles conjuntas.

Quintilina Pérez es la directora del colegio Nuestra Señora de Fátima, en la barriada Santa Engracia. Lleva ya diez años al frente del centro y este jueves acompañó a las madres a su reunión con el representante de la ONU. Ante Alston defendió el papel que estos entornos juegan los colegios. El Fátima, por ejemplo, ha puesto en marcha una comunidad de aprendizaje con mucho éxito en la que los padres aprenden junto a sus hijos. Alston se comprometió a incorporar todas sus reivindicaciones a su informe final para que el nuevo gobierno que se ha formado en España no abandone los barrios. Le despidieron con un aplauso.

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