«Las heridas tardan en cerrarse, mi hija sabe por qué falta su padre»

-¿Donde vivía usted en 1992?

-Vivía en Foca, a noventa kilómetros de Sarajevo. Tenía 25 años y un trabajo fijo de cocinera en un restaurante. Acababa de tener una hija. Fue todo muy rápido.

-Intuía lo que podía pasar

-No. Se veía como un problema político, discusión entre políticos, pero la gente tenía su vida normal. Éramos un país lleno de familias croatas y bosnias. No había división alguna. Foca tenía 40.000 habitantes y en mi bloque, por ejemplo, había bosnios y croatas. Nunca hubo problemas.

-¿Cuándo sale huyendo?

-En mayo ya no había bosnios. En poco más de un mes los serbios lo limpiaron todo. Solo nos quedamos mujeres y niños. A mi padre lo mataron y a mi marido lo metieron en una cárcel y de allí se supone que se lo llevaron a trabajar para ellos. Nunca más volví a verlo y ni tan siquiera sé dónde lo mataron y dónde lo enterraron. Tuve que salir corriendo a casa de mi cuñada. A ella le protegieron unos serbios y eso nos salvó la vida. Con ella estuve un mes.

-¿Cómo llega a Extremadura?

-De Sarajevo escapamos hasta Macedonia y allí nos dijeron que Movimiento por la Paz España estaba acogiendo refugiados. Nos apuntamos y aterrizamos en Madrid. De allí nos derivaron a Extremadura. Aprendí el idioma y busqué trabajo en el campo y cuidando ancianos.

-¿Planea volver?

- Mi hermana vive en Sarajevo. En septiembre estuve allí. Los bosnios somos muy alegres y eso lo noté cuando estuve, aunque hay heridas que todavía no se han cerrado. Mi hija no se enteró de la guerra, pero sabe por qué falta su padre.