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¿Qué ha pasado hoy, 18 de abril, en Extremadura?
¡A la paz de Dios, Señores!

¡A la paz de Dios, Señores!

EL LEÓN Y LA COLUMNA ·

ALBERTO GONZÁLEZ | CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ

Domingo, 17 de mayo 2020, 09:27

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Si la información es el cemento de la sociedad, lo que lubrica las relaciones vecinales, facilitando el contacto de las buenas formas que hacen más fácil el roce entre los próximos, es el saludo.

Antes las poblaciones estaban hechas a medida del hombre. Se adaptaban a sus moradores y no eran estos los que debían sujetarse a sus rígidos determinantes. Constituían un marco que facilitaba el contacto natural entre unos y otros. Eran como una gran familia en la que casi todos se conocían entre sí; y aunque no se conocieran, como principio de cortesía, se saludaban.

Era el tiempo en que la gente iba por la calle sin prisa y se relacionaba con sosiego; los muchachos jugaban en la vía pública libremente o cazaban pájaros y lagartijas sin temor a multas. Sin que cada paso estuviera regulado para hacerlo obligatorio o prohibido.

Luego el tráfico; el semáforo; la valla; el paso de cebra; la rotonda; el espacio público invadido por aparcamientos, quioscos, cabinas, artilugios de todo tipo, y mil incordios más que hacen muy incómoda la vida al peatón, acabaron con el urbanismo a escala humana en que la ciudad era un traje hecho a medida del usuario. Como reacción, quizá, contra ese marco tan agresivo, dominado por la prisa, las tensiones y el ruido, la gente dejó de saludarse.

Hasta que así ocurrió todo el mundo practicaba el saludo. Y no hacerlo se consideraba de mala educación. Como también ocurría con el rito amigable de echar un cigarro compartiendo petaca, papel de fumar y chisquero.

Desde el escueto ¡ey¡, al cruzarse, hasta el que constituía todo un solemne ceremonial de protocolo, el repertorio de fórmulas salutatorias era muy amplio. En escala variable según la confianza, los saludos más habituales eran; ¡Adiós¡, ¡A la paz de Dios, ¡Vaya usted con Dios¡, ¡Dios le guarde¡, ¡Buenos días nos dé Dios¡, ¡Usted lo pase bien¡, y otros semejantes. Más parcos, pero no menos corteses, eran llevarse la mano al sombrero –o la boina– que todo el mundo usaba, o hacer un ligero movimiento de cabeza levantando la barbilla.

«¡A la paz de Dios, Señores¡» es la expresión con que el periódico HOY saludó a Badajoz desde su portada la primera vez que se encontró con la población el 1 de Enero de 1933.

Últimamente la gente no saludaba ni a los vecinos de su casa. Mas, desde que llegó el virus la cosa ha cambiado. Quizá porque se ha dado cuenta de lo desvalido que es uno aislado de los demás, y se busca la proximidad de otros.

De modo que, para satisfacción de quienes esperan que este episodio nos haga mejores, uno de sus efectos positivos, señal quizá de una nueva rehumanización, es que se ha empezando a retomar el hábito del saludo, recuperando el entrañable hábito que se perdió cuando las ciudades se robotizaron.

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