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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
María José, en primer término, junto a sus nuevos vecinos esta semana en lo que han llamado 'Corrala solidariad Almendralejo'
La corrala empieza a amueblarse

La corrala empieza a amueblarse

En enero nueve familias ocuparon dos bloques vacíos en Almendralejo propiedad de los bancos y dos meses después se han sumado nuevos inquilinos

J. López-Lago

Lunes, 24 de marzo 2014, 08:47

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A mediados de enero nueve familias desesperadas, sin empleo y desahuciadas de su casa, ocuparon un bloque de viviendas. La propiedad es de los bancos y llevaba vacío desde 2005 en una céntrica calle de Almendralejo (Badajoz, 35.000 habitantes).

Han pasado dos meses desde la llegada de los primeros inquilinos y de la precariedad más absoluta han pasado a tener luz, agua y puertas. Además, los primeros enseres con los que se instalaron, más propios de un cámping que de un hogar, han empezado a ser sustituidos por sofás, mesas, estanterías, camas, lavadoras (hay dos en total) y frigoríficos.

Aquella primera noticia, cuando el frío era severo, la dotación de aquellas casas era mínima y reinaba la incertidumbre sobre el futuro de aquella ocupación, la remataba entonces en este diario el testimonio de Javier, un padre recién llegado a aquella especie de comuna de necesitados porque ya no podía hacer frente a todos sus pagos.

«Hay más gente como yo, personas con hijos que no pueden pagar la hipoteca, lo que pasa es que intentan llegar hasta el último momento, pero cuando tienes a la policía ya en tu casa se te quita la vergüenza», decía hace dos meses.

Javier, autónomo que llegó a tener su propia empresa -con 180 empleados, dice- y que se vio obligado a cerrarla hace años, expone sus cuentas actuales: «Pagaba 250 euros de alquiler, unos 60 de luz, 30 de agua y unos 50 de butano. Los niños van al colegio y tienen que comer. Si sumas y lo comparas con los 426 euros al mes que recibo como ayuda familiar por ser mayor de 55 años, ¿a que no sale? Ahora no pago los 250 euros el alquiler porque prefiero destinarlo a que coman mis hijos. Así de simple (...). Eso sí, el día que mi mujer o yo encontremos trabajo salimos corriendo de aquí», zanja delante de su esposa, Carmina. A continuación, muestra su nuevo salón repleto de libros, la cocina que marcha con butano, las habitaciones y las garrafas de agua apiladas en el baño.

Desde enero, a esas nueve familias iniciales se han sumado tres más y hay otras dos a punto de ingresar en lo que ellos mismos han denominado 'Corrala Solidaridad Almendralejo'. «No somos okupas, somos familias que necesitan un trabajo y una vivienda, y si no la tenemos la cogeremos», dice el primer punto de las normas sobre un papel pegado en portales 10 y 12 de la calle Ganaderos. Otras reglas hablan de que no se pueden hacer fiestas o de que las mascotas deben disponer de cartilla de vacunas

Tal y como se ve en las pancartas que cuelgan hacia fuera, los inquilinos están asesorados por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y relacionados con el Campamento Dignidad, que reivindica mejoras sociales por la región en estos momentos de crisis.

Visitantes rechazados

Según contaban esta semana, cuando trascendió la ocupación al principio hubo un efecto llamada que atrajo visitantes no gratos. Fueron rechazados, no sin antes producirse tensiones. «Esto no es nuestro, pero queremos que lo use quien verdaderamente lo necesita. Lo que no queremos es ni traficantes de droga ni delincuentes ni gente conflictiva que pueda meter la pata. Por eso primero pasan un periodo de prueba hasta que nosotros los conocemos a ellos y ellos a nosotros», resume Rafael, otro de los vecinos. Pone como ejemplo que a un joven al que el banco ha echado de su hogar por no pagar y que «malvive» ahora en una habitación precaria del portal. Al rato llega a la corrala.

Se trata de Miguel Ángel, que confirma que está a punto de ser expulsado de su casa y en breve le gustaría instalarse aquí con su pareja. «Nos estamos conociendo, ellos a mí y yo a ellos». Según dice, el día antes le salió un trabajo de montador de cubiertas, pero no tenía un curso que se requiere de 20 horas y no lo pudieron contratar. Esta semana comenzaba a realizar ese mismo curso a través de Comisiones Obreras, «porque me sale gratis», decía ilusionado.

María José, una madre que pertenece al grupo de familias recién llegadas, asegura que «la gente del pueblo y de esta misma calle ya nos saluda y nos da ánimos. Incluso nos han regalado cosas, como sillas, una tele o algún brasero. No nos da vergüenza aceptarlo porque en Almendralejo cada vez hay más gente así. A muchos les da vergüenza hacer lo que hemos hecho, pero ya veremos si no terminan viniendo más», decía en el patio interior de los bloques de viviendas, donde cada semana se celebra una reunión para coordinar la convivencia. En la última, entre otros asuntos, «se comentó que un vecino de la calle se quejó de que alguien tendía la ropa en las ventanas que dan a la fachada y eso daba mal aspecto a la zona. Se habló y se acordó que no volverá a pasar», pone Javier de ejemplo.

La mayoría es optimista respecto a cómo está evolucionando todo en la corrala. Legalmente tampoco parecen preocupados. En el portal se avisa a las autoridades policiales de los derechos que amparan a los nuevos inquilinos si alguien decidiera expulsarlos por la fuerza.

En realidad, a ninguno le gustaría consolidarse allí. Todos desean encontrar trabajo y volver a su vida de antes. Como saben que el empleo cada vez escasea más, piden al Ayuntamiento que medie para conseguir un alquiler social, lo cual consiste en pagar una cuota mensual por la vivienda según las posibilidades reales de cada familia.

Su lucha a nivel local es que el Ayuntamiento de Almendralejo apruebe una ordenanza como la que existe en otros municipios de España que permite usar los pisos vacíos que se han quedado en manos de los bancos. Han entablado conversaciones en ese sentido con los grupos políticos municipales y explican que solo la oposición (PSOE, IU y Prex-Crex) les ha hecho caso y comparte su propuesta, la cual han traducido en moción.

Ya han acudido a dos plenos a manifestarse silenciosamente -en el primero desplegaron una pancarta y se marcharon pacíficamente-, y en el segundo se fueron tras escuchar cómo el grupo popular, que ostenta la mayoría absoluta en Almendralejo, rechazaba debatir la moción que presentaba la oposición por urgencia.

Según cuentan, de las doce familias, solo dos cobran una ayuda social de algo más de 400 euros. «La mayoría hemos pedido la renta básica, muchos de nosotros la tenemos aprobada, en algunos casos desde mayo del año pasado, pero la Junta todavía no nos la han concedido. De hecho, a muchos les han vuelto a pedir toda la documentación otra vez», se quejaba esta semana Isidro, otro de los ocupantes, de 54 años, y que trabajaba como chapista hasta que se quedó en paro.

Héctor, otro vecino que se mudó a la corrala recientemente con su pareja, sale cada mañana a echar curriculum por Internet, pero no hay nada para él. «En agosto solicitamos a la Junta la renta básica y hasta ahora nada».

No saben si hay denuncias

Mientras pasan los días cada uno ha ido amueblando como ha podido unas casas que nunca llegaron a ser vendidas. Según la información que han recabado, el promotor contrajo una deuda en Cáceres, construyó estos bloques para intentar saldarla, se quedaron sin rematar ni entregar y se las han quedado Caja España y Sareb (conocido como 'banco malo'), que hasta ahora no han dado señales de vida. «Hemos intentado saber si tenemos alguna denuncia y no han querido facilitarnos esa información. La verdad es que tampoco la policía ha venido a molestarnos», decían esta semana varios de los inquilinos reunidos en el amplio patio interior de la finca.

Este espacio que sirve de zona común fue limpiado de escombros por ellos, pues durante el día hay varios niños que pasan allí la tarde jugando o haciendo los deberes con sus padres. Desde fuera se observa que los pisos son de primera calidad. Pero por dentro empezaron a ser desguazados hace años por ladrones de cobre, aluminio y todo lo que pudiera venderse.

Hay cinco bloques en total y los nuevos moradores habitan en dos de ellos. Uno tiene dos plantas completas y el otro las tres. Cuando llegaron no había luz ni agua, pero ocho semanas después han conseguido varios grupos electrógenos que han agrupado en uno de los pisos superiores y han cableado la zona para que cada casa pueda tener luz.

La otra mejora fue conseguir que cada vivienda tuviera su propia puerta y cerradura con el fin de que cada familia conserve su intimidad. El agua se la facilita un vecino al que han de pagar en torno a 400 euros al mes. El chorro de la manguera no tiene demasiada presión y han de acarrear garrafas, por no hablar de que practican el ahorro más absoluto. «Si yo me dejo una bombilla encendida o tardo más de la cuenta en ducharme perjudico a todos y también me perjudico a mí, así que no queda otra», explica Javier, que ve positivo estar aprendiendo a vivir con lo mínimo mientras cuida de un pequeño huerto de perejil instalado en un bidón cortado a la mitad.

Además de abogados, hay otros técnicos que se solidarizan por su causa. Asesorados por ellos, dicen que tienen más ideas para poner en práctica poco a poco, como aprovechar la cubierta para recoger agua de lluvia o instalar placas solares que les van a ceder algunos vecinos.

A la espera de que lleguen nuevas familias, y a sabiendas de que tienen mucha tarea por delante en varios frentes, todos los ocupantes están de acuerdo en que, tras la incertidumbre inicial de los primeros días y noches de ocupación, la normalidad se ha ido haciendo hueco en esta corrala extremeña.

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