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Jornaleros en una explotación de perales. SOL GÓMEZ
El peral, un cultivo en recesión que perdura por nostalgia

El peral, un cultivo en recesión que perdura por nostalgia

Fruticultura. Las peras han dado paso a ciruelas, nectarinas y melocotones, con menor coste de mantenimiento y mejor manejo

Viernes, 7 de agosto 2020, 12:38

Es rica en vitaminas B y C, y contiene potasio, hierro, calcio, fósforo, yodo, hierro o ácido fólico. La pera es una de las frutas más completas y muy digestiva cuando está madura, de ahí el dicho popular «peras, come cuantas quieras».

Sin embargo, este cultivo ha pasado de ser, desde los años 60, uno de los principales cultivos frutícolas de la región, especialmente en las Vegas del Guadiana, a convertirse casi en un árbol en peligro de extinción.

Con la creación de los nuevos pueblos de colonización y la puesta a disposición de tierras de cultivo para los agricultores, este fue uno de los árboles por excelencia ya que las condiciones del suelo, el clima y el mercado lo hacían propicio. De ahí que, en pueblos como Valdivia, Gargáligas, Los Guadalperales o Zurbarán, prácticamente todo agricultor contaba con al menos media hectárea de perales proporcionados por el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA).

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No obstante, el peral ha sufrido en las últimas décadas un retroceso continuado ocupando en la actualidad 19.898 hectáreas a nivel nacional, muy lejos de las 36.200 hectáreas de 1985. En Extremadura la cifra es aún menor y se sitúa en un 2,5% del total de superficie frutícola cultivada en la actualidad.

En Los Guadalperales apenas quedan tres agricultores que aún continúen produciendo peras, y pocos más en los pueblos próximos, «prácticamente porque no se pierda el cultivo y casi por sentimentalismo porque son árboles muy longevos», cuenta Eusebio Sanz, un fruticultor que terminó hace unas semanas de coger la cosecha de los 600 perales que lleva, propiedad de su suegro.

Se trata de árboles que tienen más de 50 años. Lo recuerda Manuel Gómez, ya jubilado y dueño de dicha explotación que plantó en el año 1967, «y desde entonces nunca han dejado de dar peras», reconoce. Él nunca se ha planteado deshacerse de ellos, pero no pensaron lo mismo el resto de agricultores de la zona hace unos diez años, cuando se produjo el arranque masivo de estos árboles, a consecuencia de la afección cada vez mayor de fuego bacteriano en árboles de pepita (peral, membrillero y manzano). En 2009 unas 160 hectáreas fueron arrancadas y sus restos vegetales, destruidos, ya que no hay solución de tratamiento químico. En aquel entonces, la consejería de Agricultura ofreció indemnizaciones medias de 12.000 euros la hectárea. Muchos agricultores se acogieron a ella y optaron por especies de hueso como melocotón, ciruela o nectarina.

«Mi explotación estaba muy poco afectada y yo decidí no arrancar los perales», cuenta Manuel, que ahora no se arrepiente de haberlo hecho «a pesar del trabajo que nos daba cada año y el coste que suponía, sobre todo por los problemas para el control de plagas como la Psila en variedades como 'Ercolini'», cuenta. Y es que la prohibición de los fitosanitarios efectivos para esta enfermedad a partir de 1996 se lo puso muy difícil a los fruticultores. Eso no impide que cada año haya que tratar minuciosamente los árboles con lo que hay en el mercado para hacerlos productivos nuevamente «algo que es costoso y difícil porque son explotaciones antiguas muy tupidas y sin distanciamiento, lo que dificulta entrar a curar con maquinaria», reconoce.

Eusebio cree que la Psila fue el verdadero motivo por el que los perales fueron desapareciendo de los campos, porque aunque esta fruta se vende algo más cara que otras, el manejo, la mano de obra o los tratamientos costosos que requieren hacen que al final sean lo mismo de rentables que ciruelas o nectarinas. A ello se une que el peral tarda en dar fruto entre cinco o seis años, cuando otro tipo de frutales «en tres verdes puedes estar cogiendo entre el 80 y 90% de la producción», añade Eusebio Sanz, partidario de seguir manteniendo cultivos de siempre, como el peral.

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