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¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?

Cercados virtuales y madera muerta

Hay investigaciones internacionales que han llegado a la conclusión de que tras un incendio lo mejor no es retirar los árboles quemados ni repoblar con una única especie

ANÁLISIS AGRARIO JUAN QUINTANA

Lunes, 21 de octubre 2019, 08:24

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La actualidad agraria viene marcada sin duda por las incertidumbres para nuestro sector alimentario, tanto por el 'brexit', como por la más que probable guerra comercial de Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, nos tomamos un respiro entre tanta tensión económica para acercar al lector unos interesantes proyectos relacionados con la investigación.

El primero de ellos es relativo a la recuperación de masas forestales destruidas por catástrofes naturales o humanas, entre las que se encuentran los temidos incendios. De forma intuitiva, se tiende a pensar que lo más eficaz, una vez consumida por el fuego, sería retirar lo antes posible el material vegetal muerto y proceder a una rápida repoblación con nuevos ejemplares. Pues bien, las conclusiones presentadas recientemente por un equipo de investigación internacional, entre los que se encuentran investigadores españoles, ha llegado a conclusiones bien diferentes.

Este equipo ha pedido a los gobiernos europeos que modifiquen sus planes de acción en la gestión de bosques destruidos y rediseñen un nuevo modelo basado en la preservación de la madera muerta y en evitar repoblaciones masivas de una misma especie. Un planteamiento que, entre otras consecuencias, supondría un redireccionamiento de las ayudas públicas.

Los motivos de este cambio son varios y bastante coherentes. En primer lugar, el sistema de gestión actual genera una pérdida de diversidad biológica, ya que la retirada de madera muerta hace desaparecer a muchos insectos y hongos que en ella encuentran un hábitat natural. Por otro lado, las repoblaciones generan altas concentraciones de plantas de la misma edad y especie, que los hacen muy sensibles, no solo al ataque de plagas, sino también al de nuevos fenómenos meteorológicos o incendios. Además, la pérdida de espacios libres frena el crecimiento de plantas autóctonas.

Dando por bueno que el balance medioambiental sería positivo, solo faltaría por conocer el balance económico del mismo, un factor siempre condicionante a la hora de tomar decisiones técnico-políticas.

Por otro lado, el manejo del ganado en espacios abiertos se hace mediante cercados, así se facilita su gestión, se protege a los animales del ataque de depredadores, se evitan accidentes, se dificulta su robo y se impide su excesiva dispersión y extravío. Hasta la fecha, los cercados han sido físicos, lo que limita su replanteamiento, dificulta por su extensión la detección y reparación de roturas, al menos hasta que la pérdida de animales da el aviso, y genera un importante coste de implantación y mantenimiento, además de impacto medioambiental, no solo visual, sino también funcional.

Para evitar todo ello, se está avanzando en la creación de vallas virtuales que se pueden crear y modificar desde dispositivos electrónicos, como ordenadores, tablets o móviles. En este campo están trabajando los investigadores del proyecto E-Barana, todavía en fase de prueba, pero muy prometedor.

Permite construir vallas desde cualquier lugar, sin problemas paisajísticos, que se pueden modificar fácilmente y así controlar la localización y movimiento del ganado, además de tener a este geolocalizado. Para ello los animales deben llevar un dispositivo en el cuello que emite impulsos eléctricos no lesivos al acercarse al vallado virtual, lo que les hace retroceder. Por el momento, los animales que reaccionan mejor a este sistema son las ovejas, seguidas del vacuno y en último lugar los caballos.

En todo caso todavía quedan temas por resolver, como la adaptación del animal a la señal, lo que obligaría a ir subiendo la intensidad progresivamente. También la integración de la propiedad de las parcelas, de tal manera que impida ampliar los cercados a terrenos colindantes y así ocupar virtualmente propiedades ajenas, sin ninguna prueba física que deje constancia. Por supuesto, el último factor relevante es el coste, aunque a bote pronto, la ratio coste-eficacia se intuye positiva.

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