MADE IN SPAIN
Franceses, ingleses y alemanes promueven el consumo de productos nacionales, y unos por chovinismo, otros por desdén a lo que se produce fuera, y otros sostenidos por el propio prestigio y reputación de sus marcas, lo consiguen. Pero, qué pasa con España. Preferimos productos frescos españoles. El origen es tan importante como el coste, algo que choca con la idea de que compramos por precio
ANÁLISIS AGRARIO JUAN QUINTANA
Lunes, 16 de mayo 2016, 09:51
Países como Francia, Reino Unido o Alemania, entre otros, tienen muy a gala el defender a capa y espada sus propias marcas. Los franceses con algo de chovinismo y una actitud muy proactiva a la hora de promover el consumo de productos nacionales para sostener sus sectores. Un ejemplo lo tenemos en los propios mensajes de sus altos representantes de la nación, que con cierta periodicidad arengan sus ciudadanos sobre la importancia de comprar producto local. Es más que probable que esta actitud favorezca, al menos en parte, la condescendía con que las autoridades galas permiten los desmanes en fronteras cuando sus productores intentan solucionar con violencia, lo que los mercados no les conceden. Una actitud permisiva que de alguna manera avala, bien o por omisión o por una laxa reacción, las propias instituciones europeas. En este sentido, hay que destacar que esta semana la Comisión Europea va a pedir explicaciones al Gobierno galo por el vuelco de camiones en frontera. Una decisión que toma después de que un diputado europeo del grupo Compromís denunciara esta acción, algo sobre lo que la Comisión alegó no tener información.
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Otro el caso es el alemán, que no necesita recurrir al sentir patrio, sino que se sostiene por el propio prestigio y reputación de sus marcas, tal como hemos podido detectar en algunas conocidas crisis recientes de sus grandes bancos, marcas de automoción, empresas de ingeniería, laboratorios farmacéuticos, empresas de ingeniería, etc. que no han impactado prácticamente nada en sus mercados internos ni externos. El modelo británico, mucho más flemático que el francés, es también muy defensor de lo propio, aunque quizás, más por cierto desdén hacia lo que se produce fuera de su pequeño territorio que por la calidad diferencial de sus productos.
Pero ¿qué pasa con lo español y con los españoles? Aquí somos muy especiales, nos asemejamos mucho al irlandés, siendo aficionados a autocrítica, muchas veces en exceso, y con cierto hábito de reírnos un poco de nosotros mismos, lo que no es mala cosa. Hasta aquí, una visión general, para no pocos, estereotipada, pero no por eso irreal. Si por real nos ceñimos a los datos publicados en los estudios, en el informe Nielsen sobre marcas globales vs marcas locales, se constata que el 70% de los consumidores españoles prefieren que los productos frescos, como frutas, verduras o carnes, provengan de nuestro país. En el caso de leche, conservas vegetales y marisco, este porcentaje baja al 60%
Llama la atención que para la mitad de los españoles, el origen es tan importante como el coste. Esta información es algo chocante, sobre todo porque el pequeño y gran comercio afirma que el consumidor, hoy por hoy, compra por precio; una decisión de compra comprensible en contexto de crisis y mayor escasez de recursos en la unidad familiar. Se trata de una realidad que ha favorecido la consolidación de las marcas de distribución, en la que el origen del producto no se percibe, salvo en algunas de ellas. En definitiva, conlleva un componente emocional difícilmente medible, pero que por ahora, no domina al factor económico.
Por otro lado, tampoco el consumidor tiene una idea clara de los etiquetados, y existen todavía demasiados productos en los lineales que, sin romper la regla básica de la correcta información, juegan con las percepciones para hacer pensar al consumidor que compra un producto de origen español. Las imágenes, la diferencia de tamaño y posición de letra a la hora de referirse al lugar de envasado o al de origen del producto, son solo algunos ejemplos frecuentes.
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