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Hacia una alimentación saludable, sin grasas trans

La FAO ha dejado claro que es necesario revisar el modelo mundial de comercio y apostar por alimentos sanos y nutritivos y no solo por los baratos; ya que la obesidad es una de las mayores amenazas en los países desarrollados. La Organización Mundial de la Salud quiere que se eliminen de los alimentos las grasas trans o en el futuro las arcas públicas y privadas tendrán problemas para sostener los sistemas sanitarios

ANÁLISIS AGRARIO JUAN QUINTANA

Lunes, 28 de mayo 2018, 08:47

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A raíz del último informe de políticas alimentarias mundiales de 2018, elaborado por el Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentaria, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha dejado claro que es necesario revisar el modelo mundial de comercio y apostar por alimentos sanos y nutritivos y no solo por alimentos baratos. La amenaza de la obesidad se empieza a considerar tan importante como el hambre, debido a la enorme cantidad de personas que está previsto fallezcan por este motivo. Dicho sea de paso, una afirmación que seguro no comparten millones de personas que viven en zonas con hambrunas permanentes.

Mientras que el hambre mata de forma rápida, la obesidad se toma su tiempo y permite vivir mucho más. En todo caso, está constatado que es una de las mayores amenazas para la salud en los países desarrollados; y no solo para la salud, también para la economía, con costes directos e indirectos para los sistemas de salud públicos y privado de miles de millones de euros. En este contexto, la Organización Mundial de la Salud ha lanzado un programa para eliminar de los alimentos las grasas trans, que se producen en el proceso industrial. Se estima que dichas sustancias provocan alrededor de medio millón de muertes al año en el mundo. Se trata de ácidos grasos insaturados que se forman al transformar aceite líquido en grasa sólida, mediante hidrogenación, con el objetivo de aumentar la vida útil de los alimentos. Algunos de ellos las contienen de manera natural en bajas proporciones, como es el caso de la carne de vacuno, porcino y cordero, así como de sus productos derivados lácteos (queso, mantequilla y leche). El problema principal se encuentra en los que las generan en el procesado, tal como sucede con los snacks, patatas fritas, bollería industrial, margarinas, etc.

Algunos países desarrollados, como Dinamarca, las han eliminado de la cadena alimentaria, mientras que otros lo han hecho parcialmente. La tendencia parece que se va a imponer y no va a ser raro ver en el futuro a muchos países unirse a esta corriente. También la iniciativa propia de las grandes cadenas de distribución va a jugar un importante papel de cambio, como ya lo está suponiendo en otros temas, como la venta de huevos de gallina de suelo o campo, o el conseguir que la oferta de productos ecológicos iguale o supere a los convencionales.

La salud siempre ha sido un tema de preocupación, pero en los últimos tiempos ha cambiado el paradigma, debido entre otros aspectos, el alargamiento de la esperanza de vida y al incremento de consumo de alimentos procesados. Sobre la esperanza de vida, no solo ha aumentado, sino que continuará haciéndolo en los años próximos. Esto supone que, o bien se asume la responsabilidad colectiva e individual de actuar para tener una salud adecuada en las últimas décadas de nuestra vida, o las arcas públicas y privadas tendrán serias dificultades para sostener los sistemas de salud. Por otro lado, el modelo alimentario, aunque muy seguro en el medio plazo, se basa en un consumo cada vez más abusivo de alimentos procesados. No está demostrado que a largo plazo sea inocuo para la salud, a pesar de que en el momento de la autorización de cada producto los informes científicos estimen el riesgo muy bajo. Por ello, es esencial actuar preventivamente.

La gestión de la cadena alimentaria es compleja. El ingente marco regulatorio que garantiza nuestra seguridad no tiene una visión holística del problema, actuando caso por caso. Por ello, es necesario potenciar los alimentos saludables, eliminar los que son perjudiciales con consumos moderados e incluso reducir aquellos cuyo consumo excesivo tiene impactos negativos en la salud.

La producción primaria es una fuente de productos con escasa o nula transformación, que debe ser parte prioritaria de nuestra dieta. Por ello, es aún más importante el fortalecimiento del sector agrario, no solo como fuente de materia prima para la industria transformadora, sino también para el consumidor final.

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