El olivo intensivo se come al frutal en el regadío extremeño
Rentabilidad. El olivo intensivo y superintensivo, y en menor medida el almendro, ganan terreno frente a cultivos como el ciruelo, el nectarino o el melocotonero en las tierras más fértiles
Del ciruelo, el nectarino o el melocotonero al olivar intensivo y superintensivo y al almendro. Las parcelas cultivadas en Extremadura en las tierras más ricas, ... las del regadío, muestran un cambio evidente. Los frutales clásicos pierden peso frente a otro pujante, el que produce almendra, y sobre todo ante el olivar de riego. Las claves de este cambio son sencillas: mayor producción y rentabilidad.
Francisco Gajardo, de 72 años, camina por el llamado camino de El Albercón de Calamonte al lado de Mérida, y señala: «Mira, ahí había ciruelos y lo que se ve son olivos en intensivo. Y el de la parcela de al lado va a hacer el mismo cambio», comenta al equipo de HOY. En otra zona, junto al camino del Matalperro, Gajardo explica que tiene cinco hectáreas en las que mantiene ciruelos y melocotonero pero ha reservado una parte a ella a cebada, quitando otros frutales.
El olivar intensivo, hay que recordar, puede tener entre 250-300 árboles por hectárea; el superintensivo, entre 1.500 y 2.000. En este subsector hay grandes grupos de inversión que han puesto su dinero en Extremadura para el aprovechamiento agrario además de agricultores tradicionales de otros cultivos.
Las claves son la rentabilidad por una mayor productividad y los menores costes
En Extremadura, según avanza Miguel Ángel Gómez-Cardoso, se han perdido alrededor de 1.000 hectáreas de frutales en los últimos tres años. Prácticamente todas enclavadas en municipios de la provincia de Badajoz.
«El grueso se eliminó en 2020. Los dos siguientes ha habido mayor estabilización, con algún cambio varietal y también con alguna más hectárea arrancada», explica el gerente de la Asociación de Fruticultores de Extremadura (Afruex). «Fue una campaña muy mala, motivada por una bajísima rentabilidad del producto, con precios bajos mientras los costes se mantuvieron estables».
«Sí, lo gordo fue hace tres años pero el goteo de héctareas arrancadas no ha parado. De hecho, creo que ya es una tendencia consolidada. Es verdad que con menos fuerza que hace tres años, pero me parece ya irreversible», agrega el agricultor de Calamonte, miembro de la cooperativa Frutaex, centrada en la producción frutícola.
Ni siquiera la última campaña, en la que los fruticultores recibieron un más que aceptable precio por ciruelas o nectarinas, parece surtir efecto en el sector.
«Ahora las dudas que le entra al agricultor es si compensa en función de la mano de obra que se necesita. Por eso se han pasado en masa al olivar en intensivo y también se ha puesto mucho almendro, que se cosecha como el olivo», especifica Gómez-Cardoso a HOY.
El olivar que tiene riego ocupa oficialmente 66.000 hectáreas en Extremadura, casi todas, unas 60.000, en la provincia pacense. En secano son unas 200.000.
«Son más, bastantes más las de intensivo y superintensivo de las que aparecen en los papeles», coincide en señalar Alfonso Montaño, oleólogo del CTAEx (Centro Tecnológico Nacional Agroalimentario de Extremadura). «Lo tengo claro», añade Gonzalo Murillo, director de Olivamente, la gran almazara abierta hace tres años en Lobón.
De un lado, la explicación está en que los propietarios de tierras que se han pasado al olivar intensivo/superintensivo y no cobran ayudas de la PAC no tienen por qué declarar ese cambio de cultivo. Otro argumento es que ni la propia Administración es capaz de verificar las nuevas hectáreas en producción.
Tendencia consolidada
En cuanto al aumento de la producción de almendro en regadío, más de la mitad de las hectáreas (unas 15.000) que hay de almendro en Extremadura son de riego, 8.400. Es un porcentaje radicalmente diferente que en el conjunto de España, donde el almendro de secano supone el 85% de la superficie española.
Si en lugar de superficie analizamos la producción, aquí el peso es aún mayor del almendro de regadío: supone el 80% de la cosecha anual. Extremadura ya solo está por detrás de Andalucía.
«Los frutales se están cambiando porque llevamos unos años muy deficiente en cuanto a precios y en cantidad, aunque el año pasado no estuvo mal. Pero esto viene de más atrás», cuenta pausado Gajardo antes de abordar una mayor explicación.
«La gente se desilusiona porque el frutal necesita mucho esfuerzo, mucha inversión económica, y luego no se le ve la rentabilidad. Hay muchos problemas también a la hora de encontrar trabajadores, jornaleros para las campañas, y luego el cultivo del almendro y el olivar es mucho más cómodo. Viene una máquina, te lo coge y en dos días ha acabado la cosecha». dice.
La rentabilidad es el punto clave y «luego la inversión», afirma el calamonteño, «No es lo mismo para el olivo y el almendro, que tienen también una inversión inicial bastante fuerte, que para los frutales. Durante todo el año el coste es mucho más pequeño para el olivar intensivo o superintensivo que para el frutal: podas, entresaque, recogida, otra vez poda y muchas curas», sostiene.
«Y encima vamos teniendo muchos problemas con los fitosanitarios porque nos están prohibiendo un montón de productos y no te están dando solución a los que se están retirando», termina lamentando Francisco Gajardo.
«Una hectárea de tomate te puede costar todos los años entre 8.000 y 9.000 euros y una de olivar intensivo o superintensivo no se te va más allá de los 2.500», cuenta Gonzalo Murillo.
«Por muy bajo que te paguen por el aceite, por ejemplo, a 2,4 euros el kilos en el peor de los casos, te sigue saliendo rentable. Y no te digo ahora, al precio que está el aceite. Además, la producción en regadío aporta seguridad contra la vecería (a una cosecha buena sigue una mala), algo que no ocurre en el secano», comenta Montaño.
Normalmente los costes en olivar superintensivo e intensivo rondan los 2.000 o 2.500 euros por hectárea. Incluyen colocación de los postes y arbolado, poda, recolección con cosechadora... En los intensivos suelen ser menores, unos 1.600 euros», agrega el oleólogo.
En una hectárea de superitensivo se pueden conseguir entre 1.500 y 1.800 kilos (se habla en kilos, en litros es algo menor) de aceite. En intensivo, entre 800 y 1.200 kilos de aceite. En Extremadura, la variedad más común es la arbequina, con presencia también de la arbosana y con alguna variedad más, aunque más residual, como la coriana, picual, verdial o pico limón.
«Es un cultivo más cómodo, que se adapta a todo tipo de tierra», mantiene el director de Olivamente a la hora de intentar explicar por qué ha crecido tanto en la región y en las mejores tierras productivas.
Crecimiento y agua
Una realidad que también vincula a la vecina Portugal tras el aprovechamiento agrícola de las tierras que lindan con el gran embalse de Alqueva. Allí el cambio ha sido más radical aún que en España. Portugal ha multiplicado por diez su producción de aceite.
España sigue siendo la primera productora mundial de esta delicia gastronómica. Pero el crecimiento del intensivo y superintensivo en el conjunto del país se puede circunscribir a Extremadura, y en menor medida a Andalucía por la disponibilidad de agua, básicamente.
Una hectárea de olivar de riego puede consumir entre 2.400 y 2.600 metros cúbicos, comenta Murillo. «Es la mitad que una de almendro o de tomate, y el triple menos que una de maíz, por redondear en algunos cultivos». Otro motivo que puede alentar a los agricultores a dar el paso de cambio de cultivo.
Los fruticultores se quejan de la mano de obra, el precio y los gastos de producción
El crecimiento del olivar intensivo o superintensivo –insiste– estará marcado por el recurso hídrico porque la rentabilidad es un aspecto que no se discute.
La almazara Olivamente gestionó 34 millones de kilos hace dos campañas y en esta, que ha sido desastrosa para el olivar de secano, ha llegado a los 22 millones. Su director mantiene que el olivar de riego «no pone en riesgo los precios. Esto puede pasar cuando Jaén y Córdoba dan 'cosechones'. Entonces hay abundancia de aceite», tercia Gonzalo Murillo.
«Hay una demanda consolidada porque estamos hablando de un producto vinculado a un consumo saludable», remata Gonzalo Murillo.
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