Los arroceros vuelven a sembrar sin restricciones
Campaña. Tras dos campañas marcadas por las limitaciones recuperan el uso de todas las parcelas
Entre quince y veinte mil hectáreas. Los arroceros del Guadiana plantan este año más que el anterior, según las primeras estimaciones de la agrupación de ... cooperativas. No hay restricciones de uso de agua y eso trae el alivio al sector.
Aunque no han tenido semillas. El año pasado apenas se pudo reservar para simiente y en este ciclo no ha habido para elegir entre largo o redondo en los regadíos. Al final, cada uno ha puesto lo que ha encontrado y no lo que ha seleccionado.
En precios, la referencia está en 465 euros por el largo y por el redondo 475. Se ha sembrado más este año en la región también más en Andalucía. Puede ser una buena campaña, pero el problema, como siempre, está en los importadores.
A las grandes compañías le sigue interesando traerlo de fuera a precios más bajos y los cooperativistas extremeño ya han dicho muchas veces que el arroz barato que entra en el mercado interior comunitario viene de países que no cumplen las normas sanitarias y laborales. Hablan de competencia desleal.
José Andrés García es arrocero. Planta entre Don Benito y Medellín. Habla primero de la falta de semillas. Recuerda que el año pasado solo se plantó el 70% de las parcelas por la sequía y pocos agricultores pudieron guardar para plantar ahora y hacer reservas.
La buena noticia, explica, es que al menos este año no tiene restricciones por uso de agua. Llevaba dos sin poner todo lo que quería. De ahí el alivio porque rompe la tendencia de las limitaciones.
Doce hectáreas tiene ya puestas. Y como no encontró semillas puso variedades distintas. Confía en e que el ciclo hídrico hasta la recogida sea favorable para mantener el rendimiento.
Siembra directa
Como casi todos ya en la zona, ha optado por la siembra directa. En seco y sin encharcar. Llovió a principio de primavera y con esa humedad en el suelo han enterrado. «Cuando siembras en seco se nota mucho el suelo húmedo, la floración va más rápido». Hay quien prefiere no arriesgar y hacer un híbrido.
Refrescan el suelo antes, dejan secar y ya en seco por la superficie pero con humedad debajo entierran. «Cuando lo haces de esa forma es mucho más superficial, no puedes dar tanta profundidad. Pero te aseguras que pones las semillas en las condiciones optimas para que germine luego». Dice que casi nadie ya encharca. Los arroceros, cuenta, han evolucionado hacia manejos con menos uso del agua.
Por experiencia de varias campañas ya sabe que hay que buscar la tierra mojada a cinco centímetros de la superficie seca. El encharcado de la parcela se hace después, cuando ya ha nacido. En la última fase del crecimiento.
Insiste José Andrés García en la poca agua que se necesita ahora para sacar adelante las doce hectáreas que tiene en el término municipal de Don Benito. «Siempre que hay una sequía nos criminalizan. Nos dicen que derrochamos y que no tiene sentido llenar las parcelas, cuando en realidad es al revés. Sembramos en seco, esperamos que asome y luego regamos. Hay mucho desconocimiento. Nosotros somos los que más agua ahorramos porque sabemos lo necesaria que es».
Incluso lo ponen en parcelas con suelo inapropiado para la siembra directa. Lo sabe porque cae el rendimiento.
Por si algunos no lo recuerdan ya, explica, en 2022 los arroceros no pudieron sembrar nada. Fue el cultivo sacrificado en Extremadura por falta de agua. Se movilizaron, pero nadie les atendió. Aquella decisión, lamenta ahora, sirvió para estigmatizar a un sector frente a otros.
El año pasado pusieron un 60% porque se recuperaron algo las reservas en los embalses y este 2024 están en el campo trabajando sin limitaciones. «Llevábamos dos campañas muy malas. Esto es un alivio. No tenemos la semilla que buscábamos, pero al menos podemos plantar todo lo que necesitamos».
Compañeros de José Andrés es Antonio Candelario. Lleva doce hectáreas también en el término municipal de Medellín. Habla igualmente de una lenta vuelta a la normalidad y de un estigma que ve injusto. «Llevo tres años sin trabajar al cien por cien». También apuesta por la siembra directa. Consume menos de la mitad de agua que antes, explica, y también se protege mejor la floración de las malas hierbas en el campo.
El problemas es que requiere más manejo. Labrar, regar, sembrar, abonar, encharcar. Y eso requiere más maquinaria. «Todas las inversiones que hacemos ahora es para trabajar con menos agua en la parcela». Y eso poca gente lo sabe, concluye.
Como muchos en el sector, piden que los vendedores de fuera dejen de vender grano en la Unión Europea con más materias activas incorporadas que las permitidas a los arroceros locales. «Nosotros nos adaptamos a las limitaciones, pero si hay otros países que no lo hacen tienen más capacidad porque siempre van a producir más que nosotros». Y hace el arrocero de Don Benito un símil con el deporte. «Los que se dopan siempre van a correr más, tener más fuerza y cansarse menos, pero no compiten en igualdad de condiciones».
La media suya es siete mil kilos por hectárea. Con esa horquilla juega esta campaña para no caer en los números rojos. La duda que tiene ahora Antonio Candelario es si la semilla que ha elegido se notará en diciembre, cuando haga recuento del grano por hectárea y el precio de venta. «Otras veces eliges tú, seleccionas del anterior y pones una tipo de grano que conoces y se adapta bien. Pero esta vez ha sido un poco arriesgarse. Son semillas nuevas».
Pide más unión entre los agricultores. El arroz, insiste, es siempre el primero en señalarse cuando hay restricciones. Tratan desde el sector que no les vean como altos demandantes. «Vivimos muchas familias. Y hay en la zona del Canal pueblos enteros. No tiene sentido que cuando se hable de nuestro trabajo siempre se nos acuse de los mismo».
Por eso agradecen el esfuerzo que hay en la Comunidad del Orellana. De los barbechos no se libra nadie en Orellana los años hidrológicos deficitarios. Más que comprobado ha quedado que no consume más que otro.
El problema es que la sequía crónica en la que parece haber entrado el Canal les lleva a vivir cada campaña con interrogantes. «Si no llueve, las reservas se agotan y no hay reparto posible. Y en esa tesitura estamos siempre». Invierten en maquinaria más sostenible. Sembradoras de directa – «valen un dineral pero son muy buenas porque no se desecha ni una gota de agua»–, niveladores y GPS incorporado.
Manuel Sánchez es arrocero de la zona de Alcollarín. También viene del sesenta por ciento. El redondo fue el que más sale de sus cinco parcelas junto al Canal.
Lo de cerrar contratos a 500 euros lo ve ya de otra época. En este contexto, insiste, no tiene sentido. Se han disparado los costes de producción y las materias activas con las que combaten las plagas se han revalorizado más que el beneficio por vender el cereal. Manuel es de los que apunta directamente a los grupos de presión de la Unión Europea. Forma parte de una plataforma que se ha creado en la que agricultores, cooperativistas, técnicos y suministradores de activos colaboran para defender la cultura del arroz. Habla de 'cultura' por el arraigo que hay a este cultivo en muchos pueblos del Canal entre Don Benito y Villanueva.
«Todo el arroz que se venda en la Unión Europea debería cultivarse bajo los mismos criterios sanitarios y de calidad. Y eso, ahora mismo, no ocurre».
Por su experiencia de más de veinte años ha comprobado que los herbicidas tienen la clave para mantener la salud de la plantación. Si hay una composición que no pueden utilizar los arroceros europeos, al final entrará cada vez más de importación.
El Triciclazol se trata para tratar la Pyricularia, una plaga de difícil control con las materias activas autorizadas. En algunos sitios está autorizado y en otros no. Ve necesaria la unión porque una organización de todos los actores puede salvarles de más restricciones futuras. «El arroz es un cultivo muy complicado, muy técnico y los arroceros tenemos muchos frentes abiertos».
Al menos, este año, han podido volver a plantar. En las cooperativas esperan que el cambio de tendencia no deje tantos barbechos.
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