Etiquetado de origen, también en porcino, ovino y aves
Cualquier animal de estas especies que haya nacido y que se haya criado y sacrificado en un mismo país podrán llevar de forma voluntaria en la etiqueta 'Origen: nombre del país'. En el resto de los casos, habrá que diferenciar en la etiqueta el país de cría y el de sacrificio
Desde el 1 de abril, además de la desaparición de la cuota láctea, que ya hemos abordado en este espacio, se ha producido otro hecho importante, que es la obligatoriedad de etiquetar en origen la carne de cerdo, ave, ovino y caprino, de acuerdo con la norma aprobada en diciembre de 2013. En el caso del vacuno la obligación ya viene desde la crisis de las vacas locas, por lo que no está afectada por esta nueva regulación. Esta norma afecta a la carne fresca, refrigerada o congelada. En todo caso debe estar envasada, aunque será potestad de cada país ampliar la exigencia a carnes no envasadas. También es aplicable a Estados terceros, que podrán no identificar el país de cría, pero sí resaltar que es de un país no miembro de la UE.
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Esta medida se centra en regular la cría y sacrificio, pero no el lugar de nacimiento, ya que encarecería en exceso el proceso. El motivo es que la trazabilidad inversa hasta nacimiento no es sencilla, dado el importante movimiento de animales recién nacidos que se venden para cebo una vez destetados, en caso de mamíferos, y pollitos recién nacidos en caso de ovíparos.
A partir de ahora existen varias situaciones que van a permitir al consumidor conocer mejor el producto que adquiere. Por un lado, cualquier animal de estas especies que haya nacido y que haya sido criado y sacrificado en un mismo país, podrá poner en el etiquetado de manera voluntaria, 'origen: nombre del país'. Esta información, aunque no implique diferencias en seguridad alimentaria, sí tiene importantes connotaciones comerciales, ya que la climatología, los pastos, los hábitos de explotación y sacrificio, sí condicionan las cualidades de la carne.
En el resto de los casos, habrá que diferenciar en la etiqueta el país de cría y el de sacrificio. Con respecto a la cría y de cara a definir el origen, para aves y rumiantes menores solo se valora la edad, mientras que para el porcino, también se distingue el peso de sacrificio. Por ejemplo, en el caso de aves se considera país de cría en el que ha engordado durante el último mes antes del sacrificio, siempre que éste se haya producido con más de un mes de edad. En el ovino y caprino es similar, el país de sacrificio será en el que haya estado durante los seis últimos meses de vida siempre que viva más de seis meses. El porcino es algo más complejo y entra en consideración el factor peso, con la barrera de los 80 kilos.
Desde la perspectiva de los productores, la percepción general es que se trata de un importante avance, ya que aporta valor añadido a su producto. Sin embargo, aunque esta valoración es evidente en el caso de mercado interior, no lo es tanto en el exterior. En este sentido, buena parte de nuestro sector tiene una balanza comercial positiva con importantes mercados de destino dentro de la Unión Europea, donde también podrán aplicar la defensa por origen. En particular el porcino, e incluso el ovino, con una balanza comercial cada vez más positiva, tendrán que estar atentos al impacto de esta norma en otros países europeos. El caso del ovino es algo singular, ya que sus exportaciones basadas en calidad y no en precio, pueden amortiguar e incluso anular este posible impacto negativo. En el otro extremo se encuentra el sector avícola, donde a pesar del aumento de las exportaciones, sigue siendo un importador neto.
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Por otro lado, el sector ya ha identificado un mercado donde una norma similar sería muy importante. Este modelo podría ser ampliado a otros productos agrarios en los que el origen, marca una diferencia de valor económico. Se trata de la miel, dada la fuerte competencia que existe en la actualidad con otros países, como China, y la no obligatoriedad de diferenciar el producto por origen.
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