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USOS MENORES, QUE NO LO SON TANTO

La semilla certificada y la certificación de los tratamiento que ésta recibe, aportan trazabilidad y seguridad alimentaria en esta primera fase de la cadena, así como seguridad medioambiental en su uso. La ausencia de soluciones apropiadas en materia de protección vegetal es un problema para el control de enfermedades y plagas y compromete la competitividad de la cadena agroalimentaria

JUAN QUINTANA

Lunes, 2 de junio 2014, 09:52

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EL pasado mes de febrero la Comisión Europea planteó la creación de un fondo europeo específico para el desarrollo de los llamados productos menores. Son los que se aplican a aquellas frutas, hortalizas, cereales, incluido el arroz, las semillas, el lúpulo, las flores ornamentales y todas aquellas plantas que necesitan un producto fitosanitario a medida. Sin embargo, el sector coincide en que deja muchos temas sin resolver. ANOVE (Asociación Nacional de Obtentores Vegetales), APROSE (Asociación Profesional de Empresas Productoras de Semillas Selectas) y AEPLA (Asociación Empresarial para la Protección de las Plantas) demandan, junto a otras asociaciones europeas, soluciones para la ausencia de tratamientos fitosanitarios para este tipo de cultivos. Aunque se hable de productos menores, la realidad es que se trata de cultivos de gran importancia para la economía española y para los consumidores.

En este sentido, la posición del Gobierno español fue defendida hace unos días en Bruselas por la ministra de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. García Tejerina solicitó a la Comisión Europea la implantación de un procedimiento único, con el objetivo de resolver de una manera rápida y armonizada la falta de disponibilidad de productos fitosanitarios, o parte de ella. La aplicación del principio de reconocimiento mutuo es fundamental para garantizar la trazabilidad y seguridad de la cadena alimentaria, al menos en esta primera fase de cultivo.

Tal como afirmó Pekka Personen, secretario general de COPA-COGECA, la ausencia de soluciones apropiadas en materia de protección vegetal no solo es un problema en materia de prevención y control de nuevas enfermedades y plagas, también compromete la competitividad de la cadena agroalimentaria.

El sector ha propuesto la creación de un programa permanente sobre este tipo de usos, en consonancia con el planteamiento del programa Europa 2020. Su objetivo es impulsar iniciativas que permitan encontrar soluciones para estos cultivos. Un programa similar al que ya funciona en Estados Unidos, en el que por cada dólar invertido, se obtiene beneficio económico de 500 dólares.

Por otro lado, además de las aplicaciones convencionales post siembra, en muchos casos las semillas también son tratadas con fitosanitarios mediante alta tecnología. De esta manera se optimiza la cantidad de producto aplicado si se compara con el tratamiento en campo y se protege de forma más eficaz a la semilla y a la planta. También facilita y da seguridad al usuario en el manejo de productos y se adapta a los sistemas integrados de gestión de plagas y al uso sostenible de pesticidas.

Es importante que dichos procesos sean adecuadamente certificados de tal manera que se garantice tanto la seguridad del agricultor, como el sostenimiento de los ecosistemas y la eficacia técnica. En este sentido, el propio sector ha implantado a nivel europeo el sistema de Certificación de Calidad en los Tratamientos de Semillas (ESTA), gestionado en nuestro país por ANOVE. Según datos oficiales del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, en España se dedicaron más de 157.000 hectáreas a la producción de semillas la pasada campaña 2012/2013 y se comercializaron más de 305.000 toneladas de semilla certificada. Es importante que no solo sea la semilla certificada la que esté garantizada, sino también toda aquella todavía no certificada que también ha sido tratada. Por ello, el sector y la propia administración pública deben poner en marcha las herramientas que minimicen el uso de semilla no certificada y garanticen al agricultor que la semilla que compra le proporciona las prestaciones tecnológicas que cree haber adquirido. Además, la semilla certificada y la certificación de los tratamientos que ésta recibe, aportan trazabilidad y seguridad alimentaria en esta primera fase de la cadena, así como seguridad medioambiental en su uso.

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