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PAULA DÍAZ
Martes, 23 de febrero 2010, 19:58
Sucedió el domingo en el término municipal de Jerez de los Caballeros. Un tornado arrancó centenares de encinas y alcornoques en varias fincas de gran extensión. Los daños fueron más perceptibles en la jornada de ayer cuando sus propietarios recorrieron a fondo el terreno y comprobaron los graves destrozos causados por este fenómeno natural que, de oeste a este, llegó a cruzar la N-435 en una zona próxima a la localidad de Valle de Matamoros.
José Joaquín Jiménez, vecino del municipio de Valle de Santa Ana y propietario de unas tierras situadas en la finca 'Serranillo', una de las más afectadas, asegura que no ha visto nada igual. «Con 73 años no he conocido algo así en toda mi vida». Afirma que permaneció en una nave, sintió miedo y se marchó a su casa para luego regresar a la finca por la tarde cuando ya se percató de los daños. En sus tierras llamaba la atención ayer un alcornoque de gran tamaño que el fuerte viento arrancó de cuajo, dejando al descubierto su pie con un diámetro de unos dos metros. Tan solo unos metros más arriba, en la misma finca, el daño ha sido mayor, con unas 200 encinas y también alcornoques abatidos, según lamentó su dueño, Manuel Méndez. El también fue testigo del paso del tornado por su campo por donde se desplazó abarcando un ancho de unos 400 metros; afirma que sintió un fuerte estruendo. «Fue como el ruido de un reactor» y se refugió junto a sus trabajadores en el cortijo. El dato más positivo que destacan los afectados, en medio del desastre, es precisamente que no haya habido que lamentar daños personales y al parecer tampoco la pérdida de animales, según expresó José Antonio Sánchez, propietario de otra finca.
La excesiva lluvia
La gran cantidad de agua que empapa la tierra ha contribuido a agudizar los efectos de este tornado en el contexto de un invierno lluvioso. Otras fincas conocidas dentro del término municipal de Jerez, como 'Sierra Brava', también podrían haberse visto afectadas.
Gregorio Sánchez, agente forestal, no pudo precisar ayer el número de árboles que se han visto dañados por este fenómeno natural y señaló que resulta complicado evaluar las pérdidas porque algunas de las encinas y alcornoques arrasados pueden tener unos 200 o 300 años de edad y un peso de 4.000 kilos.
El valor ecológico de dichos árboles, el tiempo que se necesita para su crecimiento y recuperación, son algunos de los aspectos más preocupantes de un desastre como éste, en una zona que es claro exponente del ecosistema privilegiado de la dehesa.
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