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Tomar la medida al viento
REGIONAL

Tomar la medida al viento

Las veletas de Leandro Fernández viajan desde Riolobos a toda España y parte de Europa Es uno de los pocos artesanos que realizan este trabajo

PILAR ARMERO

Domingo, 22 de noviembre 2009, 11:36

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EN diciembre de 2003 Leandro Fernández Lucía, vecino de Riolobos, recibía una carta de la Zarzuela. «Su Alteza el Príncipe de Asturias me encarga agradecerle su cariñosa felicitación con motivo de su compromiso matrimonial con Doña Letizia Ortíz Rocasolano, así como la veleta de forja de su empresa, que tan amablemente le ha enviado».

Lo firmaba el Jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín, que por esos días seguro que andaba más que entretenido con los medios de comunicación, empeñados en informar sobre cualquier cosa que atañese a la principesca boda.

Sobre la casa en la que viviría Felipe de Borbón, por ejemplo, que fue la que puso sobre la pista a Leandro Fernández sobre la necesidad de hacerle un regalo a la pareja. «Vi una foto en un periódico y me di cuenta de que no tenían veleta», un elemento cuya función principal de medir el viento se complementa con la de servir como adorno.

Conseguir el teléfono de Palacio para consultar qué silueta preferirían los príncipes fue el siguiente objetivo de este artesano. Su hija, que trabaja en una agencia de viajes en Madrid, lo averiguó y ni corto ni perezoso el forjador marcó los ocho dígitos que le comunicaron directamente con Alfonsín. «Le pedí la dirección para mandársela y le conté que se me había ocurrido hacerle un barco, por su afición a la navegación, para ver qué le parecía. Me dijo que perfecto, que no podía haber pensado en nada mejor».

El velero veleta viajó a la capital de España y Fernández recibió esa carta de agradecimiento que guarda con un cariño especial. No en balde, no todo el mundo recibe una misiva de la Casa Real.

Colgadas en la red

Seis años después, Leandro Fernández desconoce si los ya Príncipes de Asturias habrán puesto la veleta en el tejado de su residencia, igual que han hecho los cientos de personas que cada año le encargan una para sus hogares. Porque los trabajos de 'Cerri', como es más conocido, llevan desde finales de los 60 midiendo la dirección del viento en España, Marruecos o Europa. «En Alemania, Holanda, Inglaterra, Reino Unido, Francia...», enumera, lugares desde los que le han llegado clientes con encargos de lo más personal.

Es uno de los escasos artesanos que se dedican en España a esta tarea, laboriosa, que requiere paciencia y dedicación. De ahí que el público le busque y no dude en desplazarse hasta el norte de Cáceres para ver sus diseños o contarles lo que ellos mismos han ideado como decorativa corona de sus casas. Ahora, además, la demanda le llega a través de la página web (www.veletascerri.com) que se puede consultar desde cualquier lugar del mundo.

Ya se sabe, renovarse o morir, por eso ha apostado por las nuevas tecnologías, como 'colgarse' en la red o sustituir la tijera por una máquina de plasma que permite un trabajo más cómodo con la plancha de tres milímetros sobre la que recorta las veletas.

Motos y guitarras

Más allá de los clásicos gallos, de sus manos han salido cazadores con rifle y perro; ciervos; lunas y estrellas; 'donquijotes' y 'sanchos'; ardillas; motos; bolas del mundo... «Lo que cada cliente desee», cuenta mientras muestra la plantilla de una guitarra eléctrica que unas jóvenes le encargaron para su casa. Los aficionados a las motos le piden motos; los gallegos, brujas que ahuyenten el mal fario de sus hogares; los aficionados al mar, barcos; aquellos a los que les gusta la astronomía, algún que otro cuerpo celeste... Búhos, para despistar pájaros, que por lo visto tienen pánico a este ejemplar aunque esté tallado en metal. Cigüeñas para disuadir a las propias cigüeñas de que aniden en las azoteas y que dice que son mano de santo...

Cualquier cosa que a uno se le ocurra la puede hacer este cerrajero, que ha encontrado a su más digno sucesor en su hijo, Manuel Fernández Municio. Un aval para la continuidad de un oficio artesano que todavía se reclama.

Un trabajo que a partir de 100 euros permite dotar a la casa de un sello de identidad propio: una veleta que seguramente ayudará a no perder el norte.

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