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J. L. G.
Jueves, 4 de junio 2009, 10:22
Durante la primera mañana vendieron entre setecientos y ochocientos churros, unos en la barra o veladores y otros a domicilio. El negocio pinta bien, apuntan su gerentes Nicolás Carmona y Carlos Díaz, pero quienes más felices se sienten son Dionisio Rubio, Antonio Venegas y Vicente Ledesma, pese a que a partir de ahora tendrán que madrugar para llegar al trabajo a las seis de la mañana.
Los tres son discapacitados físicos y acaban de salir del paro gracias al centro especial de empleo 'aAaaa' (vocales de La Alcazaba), una churrería que ayer abrió sus puertas en la calle Moreno Zancudo. Se recupera así la tradición perdida de esta zona del Casco Antiguo situada a pocos pasos de la Plaza Alta y a la que poco a poco va volviendo la actividad, ahora con churros recién hechos a 25 céntimos.
Un policía nacional, varias limpiadoras municipales en su rato libre, los funcionarios de la zona y un vecino detrás de otro se acercaron ayer por la mañana con curiosidad a este nuevo establecimiento.
Allí esperaba con su uniforme blanco nuclear Dionisio Rubio, divorciado y padre de dos niños que ha estado once años trabajando en Inglaterra, lo que aporta a la churrería un servicio bilingüe para turistas que quienes le contrataron tuvieron muy en cuenta. Tiene 40 años, diabetes tipo A y, como consecuencia, la mano izquierda operada, la derecha a punto de tener que ser intervenida quirúrgicamente y el dedo gordo de un pie amputado
«Llevaba dos años y tres meses en el paro, tiempo que he aprovechado para operarme y para hacer cursos de instalador de gas, fontanería o electricidad. Pese a que con mi minusvalía el empresario que me contrate obtiene varias ventajas, pues apenas tiene que pagar por mí a la Seguridad Social, no es fácil encontrar empleo», dice mientras revela el secreto para hacer la masa de los churros: «lo importante es que la temperatura ambiente y la del agua sean correctas. He estado dos semanas practicando antes».
Vicente Ledesma, de 28 años, es el encargado de la churrería. Su tarea es freír y él dice que lo hace «con cariño y paciencia», aunque también atiende otros menesteres. Su discapacidad es del 24% por culpa de una hernia discal. Llevaba ocho meses en el paro antes de volver de Tarragona, hasta donde acudió en busca de empleo. Debido a las circunstancias actuales, tuvo que regresar a Badajoz.
A casa en bici o en moto
En una bicicleta por el casco antiguo o en moto si el encargo viene de más lejos, Antonio Venegas se encarga de llevar los churros a domicilio (el recargo es de un euro). Ayer dio sus primeros viajes: varios bares que ya han llegado a un acuerdo con la nueva churrería, algún que otro particular y una residencia de ancianos.
A sus 23 años, éste es su segundo empleo. «Antes trabajé en la grúa de la policía municipal contratado desde el Inem, pero ya llevaba año y medio en el paro», explica este joven que tiene un 36% de discapacidad, ya que su distrofia muscular le impide cerrar la mano como al resto de personas. «Mientras no trabajaba hice cursos de mecanografía, de photoshop, de cristalero y de recepcionista. Al final llegué a este trabajo a través de Cocemfe».
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