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TOROS

Enrique Ponce, 'El Mago', asombra con otra faena de puerta grande

JUAN MIGUEL NÚÑEZ

Viernes, 20 de marzo 2009, 01:55

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Una asombrosa faena de Enrique Ponce, de mando y poderío para hacer doblegar a un toro muy exigente, puso tinte triunfal a la corrida de hoy en Valencia, cuyo titular vuelve a ser la salida a hombros del valenciano en su tierra. Con ésta, la número 36. Veinte años de alternativa y sigue Ponce embalado, por su magisterio y amor propio. Para contar lo de ayer habría que hablar del toro como punto de partida. No son buenas las comparaciones, pero se hacen inevitables: al toro que Ponce le ha cortado hoy las dos orejas, otro no le pega ni dos pases seguidos. Toro que trajo de cabeza a la supercuadrilla de Ponce. Se comía a todo el que andaba por allí. Hasta que dio comienzo el combate del último tercio. Muy decidido el torero, ya en los primeros muletazos por abajo de rodilla genuflexa, fijó las condiciones -«tú te dejas, y yo te molesto lo mínimo»- ganándole la acción. Y templándole. ¿Oh, el temple! El temple lo arregla todo. Al que no tiene fuerzas se las da, y al que tiene se las quita. En la segunda serie por la derecha Ponce se había 'montado' definitivamente en el bruto de Garcigrande. Otra tanda más por ahí, y una tercera al natural. El toro iba y venía más rendido, mientras la estética de los muletazos resultaba inmaculada. Pero fue en la cuarta tanda por el derecho cuando 'rompió' aquello de forma explosiva, en el toreo en redondo, lánguido y dominador. Muy encajada la figura del hombre, al tiempo muy crecido y resuelto. La mano muy baja, y el trazo firme y muy seguro. Deliciosa amalgama de poderío y mando, de arte y sentimiento. Ponce se desbocó entonces para ir mucho más allá de lo fundamental, haciendo otra vez lo inimaginable. Fue el momento en que también los adornos de trincheras y cambios de mano, y hasta el molinete, pasaron a ser de una extraordinaria profundidad, por su largura y cadencia. Ponce en plena salsa cuando sonó el aviso. A matar. Y aunque cayó la espada desprendida, las dos orejas por absoluta unanimidad. Esplá estuvo sólo aparente con un primero que 'servía'; y le costó mucho quedarse quieto con el cuarto, al que le costaba moverse. Barrera es posible que se esté pensando otra alternativa al traje de luces.

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