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PATRICIA MIRANDA TORAL
Sábado, 22 de noviembre 2008, 19:54
ERA una noche de tormentas, de lluvias y de frío. Una noche invernal cualquiera de 1949, Francisco Contreras, de Oliva de la Frontera, partía, junto con un grupo de compañeros del pueblo, hacia la frontera para llegar a Portugal. Eran malos tiempos, tiempos de penurias. Iban a por café, eran contrabandistas habituales y por tanto, conocedores del peligro que corrían si llegaban a descubrirlos. Esa noche todo había salido bien, volvían de regreso a casa con treinta kilos de café en sus mochilas. Lo hacían de forma organizada, como dice Francisco «en collera», de dos en dos, para despistar a los «guardiñas». El camino que decidieron tomar esa noche les había obligado a cruzar el río Ardila, con la ropa sobre la cabeza y el agua a la altura del cuello. Caminaban sigilosamente y atentos entre la maleza del campo cuando, de repente, el silencio quedó roto por los disparos de quienes se encargaban esa noche de vigilar la frontera. Francisco huyó instintivamente campo a través, perdiendo por el camino gran parte de su mercancía. Cuando llegó al pueblo, abatido, cansado y asustado supo que ya lo estaban buscando. Francisco está seguro de que alguno de sus compañeros, obligados por el miedo, le había delatado. Más de tres días tuvo que vivir a escondidas sin poder regresar a su casa. Aunque tenía una posibilidad de evitar el castigo, «entregar al menos 10 kilos de café a los guardias y avisarles la próxima vez que sus amigos partieran hacia la Raya». Eso al menos fue lo que le dijeron a Antonia, su mujer, las veces que fueron a buscarlo. «Pero yo no soy ningún chivato», asegura Francisco, «y no iba a hacerle eso a mis compañeros, porque entre nosotros éramos solidarios». Francisco, que ahora tiene 80 años y recuerda todo como si fuera ayer, afirma con cierta tristeza: «Sabíamos que era peligroso y todo lo que podían hacernos si nos pillaban, pero teníamos que darles de comer a nuestros hijos». Historias reales como éstas o similares bien podrían ser el argumento de cualquier película, y eso es justo lo que han hecho un grupo de jóvenes aficionados al teatro de Oliva de la Frontera. Llevar al cine una historia que según explica su director, Marcos Gañán, «tenemos la obligación de conocer». «Cuando uno conoce la situación que tuvieron que vivir los mochileros en la época de posguerra, que ponían en riesgo su vida para sobrevivir y para alimentar a sus familias, te das cuenta de que fueron auténticos héroes y que se merecen todo el reconocimiento que podamos hacerle». Precisamente, ese ha sido uno de los objetivos principales por los que surgió la idea de rodar una película sobre el contrabando de café en la raya hispano-lusa. En memoria de ellos, han rodado 'La Cafetina'. Desde niño y debido a que su padre trabajaba de operador de cámara en el antiguo cine español de Oliva de la Frontera, Marcos Gañán ha vivido, de una u otra forma, vinculado a las grandes películas de la historia del cine español. «Desde pequeño me colaba en el cine para ver toda clase de películas, incluso las de mayores», recuerda. No obstante, durante toda su vida Marcos Gañán ha realizado las profesiones más variopintas que uno pueda imaginar. Después de haber trabajado como Dj, como militar profesional de la marina, locutor de radio, librero, cuidador de cabras o cartero, Marcos Gañán, prueba ahora en el mundo del cine y debuta como director con su primer largometraje. Él mismo explica que tras realizar un curso sobre edición y montaje en la Sala Tragaluz de Badajoz, se reunió con algunos amigos para grabar su primer cortometraje, un trabajo que los llevó directamente a ser finalistas en un concurso internacional de cortos celebrado en Nueva York. «Esto fue realmente lo que nos animó a adentrarnos en la aventura de rodar un largometraje, era la primera vez que unos se ponían tras la cámara y otros delante de ella, la experiencia fue tan buena que pensamos: 'Vamos a grabar una película, sin presupuestos, sin un duro, pero con mucha paciencia y con mucha ilusión'». Escasos medios Así fue, con una pequeña cámara, un Mac mini para editar y montar las imágenes, ropa y utensilios de sus abuelos, sin director de fotografía, ni artístico, ni productores, con unos cuantos alógenos y una Dolly de fabricación casera, comenzaba la filmación de 'La Cafetina', hace ya más de un año y medio. Durante todo este tiempo de trabajo han tenido que solventar toda clase de dificultades, pero aseguran que ahora «están orgullosos de lo que han hecho, tan sólo con lo que tenían en los bolsillos». Pero esa sensación de orgullo la tienen ahora que han visto el resultado y que han encontrado el apoyo de la Delegación de Cultura de la Diputación de Badajoz y de Miguel Murillo, el director del Teatro López de Ayala, que han confiado en ellos, para estrenarla el próximo domingo, 23 de noviembre, en este teatro. Durante el rodaje no tuvieron tanta suerte, «hubo muchos momentos en los que pensamos tirar la toalla», dice Marcos. Cuando se le pregunta por cual ha sido la mayor dificultad que han tenido que superar, su respuesta es tajante «ha habido muchas, la verdad, pero ahora no es momento de hablar de dificultades». Sin embargo, no puede dejar de recordar cuantas noches, trabajando frente a su pequeño ordenador, con dudas y complicaciones que «llegaron a amargarle la existencia», como el mismo dice, pensaba en los actores , un grupo de jóvenes que se han puesto a su servicio «por amor al séptimo arte». «Yo no se si hubiese sido tan generoso como lo han sido ellos», afirma Marcos Gañán, refiriéndose al reparto de actores que lo ha acompañado en esta aventura. «A ellos, mas que a nadie, quiero darles las gracias, porque sin ellos no hubiese sido posible nada de esto». Al parecer el director tenía muy claro con qué actores quería contar, él mismo lo explica entre risas, «con los que vengan, los que quieran». Así fue como finalmente se reunieron un grupo de jóvenes aficionados al teatro dispuestos a contar la historia de sus padres, sus abuelos o sus vecinos. Dispuestos a ponerse en la piel de los mochileros, de la Guardia Civil o del abuelo republicano. Dispuestos a conocer la historia y contarla, sobre todo a los jóvenes. Quizás, más para ellos, que para nadie, está hecha esta película. «Yo no se si llegaremos a los jóvenes, pero lo que sí sé es que no pueden hacerse adultos sin conocer esta parte de nuestra historia, sin valorar la heroicidad de esos mayores, antiguos mochileros, que aún viven entre nosotros», añade el director. A ritmo de música A pesar de haber contado con testimonios reales, 'La Cafetina' no es un documental, es una película de ficción aunque tratada con realismo. Una historia contada en presente con saltos en el tiempo, a base de planos que se suceden al ritmo de la música, como si se tratara de un videoclip. De hecho «la música es de las partes mas potentes de la película», es el hilo conductor de la narrativa, el montaje se ha hecho en torno a ella», afirma Marcos Gañán, que ha tenido que trabajarla mucho para conseguir el resultado que quería. «La música ha sido muy desagradecida conmigo, yo le he dedicado toda mi vida y ella no me ha regalado nada hasta ahora, con esta película». En realidad, todos han aportado su granito de arena en este trabajo, la música ha sido cosa del director pero en el guión también han colaborado dos de los actores, Rubén Lanchazo e Israel Barrero, este último, incluso, se ha atrevido a ponerle voz a uno de los temas musicales de la película. El reparto tampoco lo ha tenido fácil, algunos jamás habían interpretado y otros tenían algo de experiencia, pero en el teatro. Carmen María Molina, que hace el papel de abuela republicana e historiadora, dice: «Acostumbrados al teatro teníamos, por ejemplo, el problema de la exageración, de gesticular mucho sin darnos cuenta de que a lo mejor era un primer plano y no era necesario mover así las manos». Pero esa no ha sido la única complicación; han tenido que doblar todas y cada una de las secuencias al no contar con un equipo de sonido apropiado que les permitiera grabar la voz con calidad. También han tenido que improvisar en muchas ocasiones y han pasado frío mientras rodaban en pleno invierno, por ejemplo, en mitad de la finca comunal Campo Oliva.
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