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Una mujer consulta algunos datos en el ordenador. / J.M. ROMERO
MERIDA

La crisis lleva a los bufetes de abogados a especializarse en Derecho Mercantil

M. ÁNGELES MORCILLO

Martes, 14 de octubre 2008, 11:44

No hay mal que por bien no venga. La crisis económica actual por la que atraviesa no sólo el país, sino el mundo en general, ha traído como consecuencia una mala época. Pero según para quién. Existen sectores o profesionales que se frotan las manos, pues es ahora cuando tienen más trabajo que nunca. Esto es lo que les sucede a muchos abogados. Para muchos, crisis significa trabajo. Y además de empleo, también dinero y prestigio social. Muchos de los bufetes de abogados que existen en la ciudad se llenan estos días de clientes que demandan asesoramiento en materia mercantil. El Derecho Mercantil (o Comercial) es el conjunto de normas relativas a los comerciantes en el ejercicio de su profesión; en términos amplios, es la rama del derecho que regula el ejercicio del comercio. Recobros para empresas, reclamaciones de cantidad, asesorías de empresa o profundizar en el derecho concursal son algunas de las ramas de la abogacía que más éxito y demanda tienen en la actualidad. El Derecho Concursal es el conjunto de normas jurídicas que tiene por objeto establecer las condiciones en que se debe declarar judicialmente el estado de incumplimiento generalizado de obligaciones del denominado 'deudor común'. Este concepto comprende tanto al comerciante como al no comerciante. Con él se lleva a cabo la apertura de los procedimientos necesarios, a cargo de los órganos competentes, para lograr la solución integral de sus obligaciones pendientes de pago, ya sea mediante un convenio o mediante la liquidación forzada de sus activos. Pero para llegar a dominar estas materias hace falta especializarse en ellas y conocer hasta los últimos detalles de su contenido. Hasta hace unos años, la mayoría de los despachos de abogados de la ciudad era generalista. En ellos se tocaba un poco de todo, aunque no se llegaba a profundizar en nada en concreto. La evolución de la sociedad ha hecho que muchos profesionales hayan sentido la necesidad de especializarse en las ramas más demandadas por los clientes. Un ejemplo: cuando hace años lo que más se movía era el urbanismo y la construcción, los despachos intentaron por todos los medios especializarse en estas materias. Y así lo hicieron. Era la única manera de estar al día y mantenerse a flote. Ahora que la crisis está en su máximo apogeo, lo que toca es empollarse todo lo que tiene que ver con el Derecho Mercantil. Y así lo hacen, o por lo menos lo intentan, los abogados emeritenses. Hacia la especialización La abogacía, como en la medicina y en casi todas las profesionales en general, tiende hacia la especialización. El derecho, hoy por hoy, es tan amplio que para contar con una cartera de clientes hay que especializarse en algo concreto. Esta tendencia redunda positivamente no sólo en el despacho y en sus profesionales, sino también en los clientes. A este respecto, un abogado que ejerce diría: «Más que especializarnos nosotros, nos especializan nuestros clientes». De todas formas, en las ciudades grandes es mucho mayor la tendencia que en un lugar como Mérida. Pero poco a poco se va consiguiendo hacerse experto en una materia determinada. Hace unos años, las promociones de abogados contaban con más de 500 alumnos. En la actualidad no superan los 60 ó 70. La competencia entre profesionales ya formados y pasantes es dura. Parece ser que enseñar a alguien para que luego te quite el puesto no está bien visto. Por eso, no son tantos los que ejercen la profesión de abogado propiamente dicha. Hay otros que han elegido hacer oposiciones a la Junta, prepararse para ser funcionarios o trabajar en una entidad financiera o en una inmobiliaria. Se tiene la idea equivocada de que todo el que estudia derecho acabará siendo abogado. Y no es, ni mucho menos, así. El ejercicio de la abogacía es una cosa que no se enseña, a la que se tiene muy difícil acceso si no hay las suficientes posibilidades económicas para montarse un despacho por cuenta de uno mismo o tener la opción de trabajar en una empresa ofreciendo los servicios. La paciencia, una virtud La paciencia es una de las virtudes que un abogado tiene que tener, además de las ganas de estudiar y de ser consciente de que no se va a disponer de un horario fijo. El cliente acude a un despacho con un problema y el abogado debe actuar de igual manera que un psicólogo o un psiquiatra. Tranquilizarle, darle salidas a su problema y, si puede ser, tener a alguien que guíe al profesional para que diariamente esté al día. Tiene que estudiar mucho, estar en permanente reciclaje. Leer todos los días los diarios y los boletines es imprescindible. Un fallo en una demanda por no estar al día no es justificación ante un cliente. Hay que formarse continuamente, pues el panorama legislativo cambia a cada instante. Hace años los despachos de los abogados eran meramente litigantes. Es decir, se dedicaban a defender pleitos. Ahora la tendencia es otra. Los abogados son también asesores. Evitar llegar a juicio es el logro de muchos profesionales y se intenta prevenir un problema antes que solucionarlo. En los últimos años ha habido en la ciudad una tendencia a abrir despachos en los que se ofrece un servicio integral. Los clientes no quieren solamente un apoyo legal. Desean algo más, que se basa, sobre todo, en el trato personal. Turno de oficio De otro lado, está la labor social que llevan a cabo los abogados del turno de oficio, al que se dedican muchos de los profesionales de Mérida. Defender a personas que no tienen medios económicos es una actitud cada vez más reconocida además de beneficiosa para el propio abogado. Algunos profesionales consultados están de acuerdo en que «es una forma de estar al día en situaciones y casos en los que de otra manera nunca se podría estar, por falta de tiempo o porque no es la rama que realmente tocamos». Aquí, uno se topa de nuevo con la tendencia a la especialización.

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