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REDACCIÓN
Domingo, 5 de octubre 2008, 14:49
«Un festival gratuito vale por todo», aseguró ayer uno de los componentes del grupo portugués Terracota, que abrió en la Plaza Mayor el segundo día del Festival Play Cáceres. Seguramente lo escuchó la consejera de Cultura, Leonor Flores, que tras saludar a Pablo Guerrero, el maestro, se mezcló entre el público para seguir el concierto. Ella, que tanto empeño ha puesto en llevar adelante este festival, sustituto o no del Womad, debió sentirse reconfortada.
Los espectadores, cuando llegó esa frase del músico, estaban disfrutando y tenían en la cabeza una pregunta: ¿por qué este grupo, de ritmos africanos y fusión étnica, nunca ha pisado el Womad de Cáceres?. La industria de la música funciona así. Calidad, desde luego, demostraron de sobra y lo atestigua la cola que se formó de modo inmediato cuando tras el concierto se pusieron a vender sus discos compactos.
La pena es que el número de espectadores aún no era muy alto a esa hora (de nueve a once menos cuarto estuvieron), y todavía había que avisar por megafonía de la pérdida de algún niño. Las familias regresaban y los más jóvenes llegaban a la Plaza. La previsión es que para el concierto de Noa se rebasaran los 6.000 espectadores del primer día.
Aunque los bares del centro fueron denunciados por permitir que se sacaran bebidas alcohólicas a la calle, la costumbre se mantuvo ayer. De botellón, nada. Y los policías locales, controlando los accesos al centro.
Tanto gustó Terracota que se pasaron del tiempo establecido e hicieron esperar un cuarto de horas al cantautor extremeño, que guardaba turno en el escenario del Foro de los Balbos.
Acompañado al contrabajo de Luis Escribano, sobrio como siempre, papel en mano, Pablo Guerrero comenzó su repertorio recitando dos poemas. El público llenaba por completo el recinto del Foro, y se extendía más allá de las escalinatas del Ayuntamiento, aunque el público más joven, que se había acercado curioso, enseguida comprobó que aquello no iba con ellos. Otros tiempos.
La segunda jornada del Play Cáceres afinó el sonido. Hasta Terracota preguntaba a los espectadores si se oía bien. Quizás habían escuchado las quejas del día anterior que, según los organizadores y la opinión más extendida, se debió más a un fallo del grupo cubano Orishas, que a deficiencias del montaje.
Sonó bien la voz quebrada del cantautor extremeño y de maravilla los ritmos que tanto recordaron al Womad. En su primer fin de semana, Play Cáceres deja un buen sabor de boca, pero no atesora, al menos todavía, el encanto del festivo étnico, que envuelve de tambores y colorido a la ciudad desde por la mañana. El Play sólo se activa a partir de las nueve de la noche y salvo un bullicio algo mayor en las inmediaciones de la Plaza, de momento no tiene el impacto en el resto de la ciudad que tiene el Womad. Otra cosa es la calidad, y en eso, el cartel, lo visto y oído y lo que se anuncia, suena muy bien.
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