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Serie Montruos, de Covarsí
De Pesini a Covarsí, la luz atrapada que dibuja Extremadura
la fotografía en extremadura

De Pesini a Covarsí, la luz atrapada que dibuja Extremadura

La fotografía ha contado en la región con importantes exponente locales y ha sido escenario para lo principales nombres nacionales e internacionales como Robert Capa o Cartier Bresson

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Lunes, 29 de septiembre 2008, 11:36

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En el primer cuarto del siglo XIX en Francia se inventa la fotografía. Junto con el teléfono, el micrófono, las vacunas, el revólver, el submarino, la bombilla eléctrica, el motor Diesel, el primer pozo de petróleo en Pensilvania o el descubrimiento del radio por el matrimonio Curie y muchos más hallazgos en la última mitad del siglo, van a producir un cambio tal en la sociedad que nadie entendería la forma de vivir de hoy sin ellos.

La fotografía surge como una necesidad de aplicación de principios químicos, pero la extensión de su uso va a modificar incluso los hábitos científicos e históricos, pasando a ser el documento imprescindible en la demostración de investigaciones, o en el relato de hechos. La imagen desde la aparición del hecho fotográfico pasa a formar parte de la vida cotidiana, y sin ella no es fácil entender el mundo actual.

Extremadura, como en cualquier manifestación científica, histórica, académica, social de la vida en general, no se queda al margen del descubrimiento. Enseguida van a aparecer pioneros de la fotografía que optan por esa forma de expresión y que utilizan la misma para realizar la obra que con anterioridad venían haciendo pintores de cámara, miniaturistas o dibujantes en general.

Los primeros fotógrafos, consecuentemente, serán pintores establecidos en las ciudades, que encuentran en la fotografía un elemento insustituible para el éxito de sus obras, puesto que el parecido de lo retratado con la realidad era asombroso, y esa garantía no había sido posible ofrecerla hasta entonces.

Lucenqui y Capdevielle en Cáceres y Campomanes y los Garrorena en Badajoz van a ser los atrevidos artistas que hagan correr peligro a los arriesgados clientes que posaban en las terrazas de las casas, inmóviles y a pleno sol para conseguir la imagen deseada, conocedores incluso de que ingleses habían muerto de insolación a manos de tan nuevo experimento; pero la tentación de verse reflejado en una placa de cobre, superaba con mucho el miedo a morir en el intento.

La carrera por alcanzar la mayor rapidez posible en la ejecución de la fotografía, la facilidad para la multiplicación de imágenes, y lo accesible que se hacía a cualquiera el uso de los elementos necesarios para ser fotógrafo, hizo que el invento se extendiera como la pólvora.

No eran los primeros fotógrafos profesionales gente acreditada por las élites culturales. Se les negó desde el primer momento el carácter de artistas, y la discusión de si la fotografía es arte o es oficio, se prolongó hasta nuestros días, en los que cualquiera hace fotografías, y cualquiera las publica en su blog sin necesidad de reconocimiento previo de la crítica más exquisita.

En un primer momento se dijo que eran gentes «con cerebro de poco peso», «inútiles aprendices del arte del chispazo», «animadores callejeros con burros de peluche» y mil lindezas más que denostaban un arte para el cual, como en toda expresión artística, sólo unos pocos estaban dotados.

Cuando la fotografía salió de los estudios a la calle, el reporterismo se transformó en su razón de ser. No había acontecimiento digno de mención que no estuviera recogido por la cámara de algún fotógrafo, ni manifestación de la vida cotidiana que no tuviera la necesidad de verse recogido por la cámara para alcanzar el carácter de momento único e irrepetible que, alejado de la memoria en el tiempo, queda refugiado en el álbum familiar, donde luego es relatado de generación en generación hasta que la bruma de los años borre los recuerdos, aunque las imágenes permanezcan ahí encerradas.

Pesini

Antonio Pesini es el máximo representante del reporterismo gráfico en Extremadura. Fotógrafo del Diario Hoy desde su creación en 1933 hasta que se jubila, recoge con exhaustiva minuciosidad lo que ocurre en cada rincón de Extremadura. Su obra ingente, está prácticamente desaparecida porque el miedo a las represalias del régimen franquista le hizo quemar el archivo de negativos, y las copias en papel no han sufrido mejor suerte. Quedan cosas sueltas en los archivos del periódico y en manos de particulares (entre los que me cuento), que hemos ido buscando con devoción cualquier cosa que llevara su firma inconfundible en el dorso de las fotografías.

De esa época brillante de la fotografía en Extremadura forman parte los Garrorena y los Vidarte en Badajoz. Dos sagas importantísimas que hicieron de la fotografía su medio de vida, y que con el paso de los años se transformó en su razón de vivir. Los archivos Garrorena andan dispersos y los Vidarte, en manos de los sucesores, que los custodian.

No se puede dejar de mencionar a Foto Pepe. La calidad de sus imágenes, la minuciosidad en los trabajos de laboratorio, la capacidad para el retoque y la improvisación de escenarios, es proverbial. El sentido del humor lo traslada a las fotografías que hace de cualquiera o a los acontecimientos que cubre para la prensa gráfica nacional. El archivo es importantísimo y lo conserva su hijo.

En Cáceres Perate, luego Javier y posteriormente Burgos, fueron los fotógrafos profesionales más importantes. De indudable calidad, la obra de Perate sentó las bases de la fotografía comercial en la provincia. Su asociación con Hurtado dio lugar a la Sociedad Fotográfica Extremeña que tuvo vida paralela a la de Perate. Javier heredó sus conocimientos y se hizo con la fotografía en Cáceres, existiendo aún hoy establecimientos en la ciudad herederos directos del fotógrafo.

Los archivos históricos de Javier fueron vendidos en su día y no hay nada que los actuales herederos posean. Sólo en las casas de la ciudad quedan esparcidas en las hojas de los álbumes las muestras del impecable quehacer del fotógrafo.

Burgos fue ayudante de Javier, pero se manifestó como un excelente fotógrafo que va a trabajar en Cáceres para los periódicos locales. Su labor va a estar recogida prácticamente en su totalidad en el diario Cáceres, que dejó de publicarse hace muchos años. Fue el que retrató los acontecimientos más importante ocurridos durante los primeros momentos de la Guerra Civil en Cáceres (la imagen de Franco proclamado Jefe del Estado en el Palacio de los Golfines es obra de Burgos), y posteriormente va a hacer un importante trabajo de documentación en los años de la posguerra. Su obra, prácticamente desconocida, está en parte en manos de su hijo, que la custodia.

Innumerables aficionados van a hacer de la fotografía un medio de expresión. Los denominados «eruditos locales» usan la fotografía como soporte para sus publicaciones. Los escritores e investigadores del momento usan de la fotografía para poder realizar sus trabajos y nos encontramos con importantes ejemplos de personalidades intelectuales que se manifiestan como muy buenos fotógrafos y que, por su formación, hacen que sus fotografías sean documentos de indudable valor hoy.

Martín Gil, Felipe Trigo, Dionisio Martínez, Narciso Pérez Zubizarreta, Tomás Pulido, Narciso Martínez, Alfredo Ara, Hernández Pacheco, Garay Rivacoba infinidad de estudiosos van a ser espléndidos fotógrafos con importantísimos archivos fotográficos, hoy dispersos.

Quedan los fotógrafos locales, los que desde núcleos de población más pequeños hicieron de la fotografía un arte heroico. A lomos de mulas, en bicicleta o caminando, recorrían los caminos de la región de pueblo en pueblo para retratar a los que, en días de fiesta, querían perpetuar la alegría y enseñar a los abuelos cómo crecían los niños.

Las primeras fotógrafas mujeres de España, las hermanas Díez en Plasencia, iniciadoras de una saga longeva. Los Diéguez en Trujillo, Karpint de Coria, Carpintero de Valencia de Alcántara, Luis Jarones de Olivenza, Foto Amor en Guadalupe y así hasta el silencio, hasta los que sin decir nada en voz alta, ni hacer de la fotografía nada que no fuera un medio de vida, pusieron cara a las noticias, y perpetuaron la vida de la región desde dentro, prescindiendo de las imágenes que de la misma se extendían por el mundo entero.

Porque asombrosamente, un lugar que nadie visitaba y que pcos conocían, era retratado por todo el que se armaba de cámara, cargaba el carro de placas, o llenaba la mochila de película de celuloide. Y es que aquí, siempre hemos creído estar al margen de todo, pero no ha sido nunca verdad.

Nos fuimos a descubrir un mundo nuevo, y después los de fuera nos descubrían permanentemente. Clifford, Laurent, el Conde de Lipa, Edgar Debas, Casiano Alguacil, Company, F. Pardo, Ruth Mathilda Anderson, El Conde de la Ventosa, Ortiz Echagüe, Eli Lotard, Robert Capa, Seymour, Gerda Taro, Knut Hamsun, Kurt Hielchner, Eugéne Smith, Cartier Bresson, Inge Morath, Thomas Abercrombie todos los fotógrafos que han tenido cosas que decir en el mundo de la fotografía hasta el final del siglo XX, han pasado por Extremadura y han atrapado su luz.

La valoración de las imágenes captadas y publicadas, siempre estuvo en manos de los poderes fácticos. Durante el tiempo infinito que duró el régimen franquista cualquier fotografía proveniente de Extremadura era motivo de censura previa. Las consecuencias del reportaje de Eugéne Smith en Deleitosa marcaron durante mucho tiempo la imagen de la región, porque fueron interpretadas como una sucesión de miseria heredada de las imágenes que Buñuel reflejó en la película de las Hurdes, y se transformaron en el motivo único a retratar.

Escapar de esos prototipos de pobreza y hambruna, es tan difícil, que aún hoy determinados estudios sesudos acerca de la fotografía en la región, se permiten afirmaciones totalmente alejadas de la realidad, porque parece que nada puede cambiar si la imagen de hace cincuenta años es la que se usa en el cartel correspondiente.

Como desde los orígenes, en los que Extremadura se apuntó al carro de la fotografía como descubrimiento práctico y emocionante, hoy la región tiene importantes fotógrafos que hacen una labor de nuevo heroica, frente a la crítica generalizada del tener que hacer lo que a uno solo le guste, y no lo que los demás tienen derecho a ver.

Inolvidable el maestro Antonio Covarsí; admirable, perfecto e incorruptible M. Montoya; geniales reporteros García Múñez y Francis Villegas de Cáceres, profesional Vicente Novillo, viajero y cosmopolita Genín Andrada y sé que me he metido en un lío al no nombrar a todos los demás, pero están. Forman parte de la imagen de la región, de lo que Extremadura es hoy y se traslada al exterior, siempre bajo la mirada crítica de los propios extremeños, a los que cualquier cosa que aparezca retratada, les parece poco.

Eso es la fotografía. La luz atrapada, encerrada en una caja oscura y que retiene de forma inexplicable el instante que nunca se va a volver a repetir. El baulito lleno de recuerdos que pueblan la memoria colectiva, ahora retenida en las tarjetas de memoria de los móviles, los discos duros de los ordenadores, o el MP4. No importa el soporte. La fotografía ha pasado a ser propiedad de todos. Todos queremos guardar lo que probablemente nunca vamos a ver ni a tener enmarcado, pero lo atesoramos. Pero eso no es ser fotógrafo, es ser acumulador de imágenes propias. Una fotografía sólo existe si se puede compartir para que los demás la vean y la critiquen porque sienten la necesidad de hablar sobre ella. De nuevo, como en todo lo que es arte, son fotógrafos unos pocos, los que transmiten lo que han visto, los que saben dibujar con la cámara, con ese «cuaderno de esbozos» de que hablaba Cartier Bresson, la realidad que han visto y quieren contar. Sin imágenes, hoy no se entiende la vida. Sin fotografía no sería posible transitar por la calle sin caer en una profunda tristeza, porque desaparecerían los anuncios de nuestra vista, no habría cánones de belleza expuestos por doquier, ni animales de compañía saludándonos desde las puertas de los autobuses urbanos. Estaríamos sordos, sí sordos. Sin el ruido mental que la imagen constante provoca. Transitaríamos por un túnel negro, al que intentaríamos por todos los medios dotar de luz, como le pasó a Velázquez cuando se enfrentó a las Meninas y les abrió la ventana que no se ve en el cuadro.

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