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DEPORTES

La seguridad es ya una obsesión

Pekín redobla las medidas de protección tras el atentado que mató a 16 policías en Xinjiang

E. C.

Miércoles, 6 de agosto 2008, 03:34

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La seguridad, una de las máximas prioridades del férreo régimen chino desde que Pekín fuera designada como sede de los Juegos Olímpicos, se ha convertido ya en una obsesión tras el atentado del pasado lunes que costó la vida a 16 policías en Xinjiang, en la zona noroeste del país. Cacheos constantes a los turistas en la emblemática plaza de Tiananmen; sofisticados detectores de explosivos en las entradas del Metro; baterías con misiles tierra-aire cerca del inmenso Parque Olímpico; patrullas constantes de decenas de miles de policías y soldados en las calles y en el aeropuerto, revisión enfermiza de las acreditaciones de los periodistas... A tres días de la ceremonia inaugural, que los organizadores preparan con mimo, todo es poco para sofocar cualquier tipo de protesta y, especialmente, otro ataque terrorista que sacuda la tranquilidad de unos Juegos que van camino de convertirse en un escaparate para la propaganda del autoritarismo chino.

El Gobierno insiste en que lo ocurrido en Xinjiang es un hecho puntual que no tiene por qué hacer pensar en una ofensiva aún mayor, pero lo cierto es que las medidas adoptadas en la capital y en sus inmediaciones son espectaculares. Ya lo eran antes, pero tras el atentado han alcanzado un tamaño descomunal, propio del gigante asiático.

Además de los 100.000 agentes que han 'tomado' la ciudad, las autoridades han ordenado el despliegue de 34.000 militares, 121 aviones y helicópteros y 33 navíos. «Podemos garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos. Nos hemos preparado para hacer frente a toda clase de amenazas», ha declarado el portavoz del comité organizador, Sun Weide, quien, sin embargo, reconoció abiertamente que «existe un riesgo sobre la seguridad» en la gran cita olímpica que está a punto de comenzar

Los Juegos, un evento que, además del desorbitante número de policías y soldados, mueve a otros miles y miles de personas entre organizadores, voluntarios, deportistas y medios de comunicación, es un test perfecto para valorar la capacidad de organización del Gobierno chino, decidido a mostrar al mundo los avances de una nación que se mueve en el alambre de la modernidad y las tradiciones.

Por eso, al margen de la tragedia que supondría cualquier ataque terrorista, un atentado en plena celebración de los Juegos minaría sobremanera la credibilidad de unas autoridades que han transformado el control en su principal seña de identidad. Los atletas y los turistas que se han desplazado a Pekín se tendrán que acostumbrar a convivir con gente uniformada a su alrededor. Es para velar por su seguridad y para que el prestigio de Pekín se mantenga intacto.

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