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Gasto, genio y cosecha de Sergio Galán

Tarde brillantísima del rejoneador de Tarancón y gran corrida de Bohórquez, con cuatro toros de muy buena nota

BARQUERITO

Lunes, 7 de julio 2008, 11:27

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El gasto grande lo hizo Sergio Galán. Sergio y su cuadra, que es de espectacular porte: caballos lusitanos o españoles de amplias popas, mucha alzada, amplios cuellos y dulces bocas. El gasto y la cosecha: tres orejas. Y no sólo las orejas de la estadística. El ambiente, volcado con él y por él. Pamplona es el patio de la casa de Pablo Hermoso de Mendoza. Ahora y siempre. Pero Galán no ha hecho otra cosa que triunfar año tras años arrolladoramente en Pamplona desde que debutó en San Fermín hace ahora cinco temporadas. Con más fuerza que nunca esta vez.

Fiel a Pablo

Con Pablo estuvo fiel su gente. Pero una estocada en dos y hasta tres tiempos pareció remate insuficiente para la primera de sus dos faenas. Estocada con vómito. Por culpa de otra exageradamente trasera se quedó sin más recompensa que una cortés y cálida ovación la segunda de las dos faenas. En el patio de casa, pero con las manos en el bolsillo. Bueno fue el segundo de los seis toros de Bohórquez, pero el segundo de los dos rejones de castigo lo dejó resentido. Fue excesivo. Excesiva la dosis de hierro. El gran Chenel, caballo banderillero, puso a la gente nerviosa en tres embroques de distinta condición precedidos de galopes de costado por las dos manos. Pero la primera faena de Hermoso pecó de desorden. La segunda, de precipitación.

También a ese quinto toro, que de tanto querer pesó lo suyo, lo castigó Hermoso en el tercio de salida. Resistió el toro aunque viniera a pagarse después de tres farpas. A Hermoso le costó embrocarse en banderillas con un caballo amante de los alardes como el castaño Silveti. Le costó menos pisarle el terreno al toro cuando remató faena con el tordo Fusilero, famoso por sus celebradas piruetas en la misma cara. A dos manos prendió Pablo Hermoso un par de cortas. Temerariamente. Un desplante. La estocada, precipitada también.

Galán tardó un poquito en entrar. Los ataques del tercero de corrida lo desconcertaron. Casi desarmado en el tercio de castigo, ligeramente desconfiado entonces el rejoneador de Tarancón. Pero, sangrado el toro con un solo lanzazo, cambió de golpe el panorama.

Asentado, despacioso y seguro, Sergio midió los viajes del toro, no pasó en falso más que una vez y, cuando tuvo al toro entregado y bien herido, se adornó con una descolgada al galope sobre el mismo testuz del todo antológica. La seguridad y el desparpajo. Y un acierto importante: la manera de prodigarse Galán en aires de escuela. Piafés, pasos españoles en los cites, pasajes. Con buen ritmo. Las clavadas fueron certeras y punteras: arriba siempre. De modo que hubo cierto delirio.

Y delirio total después. Con un sexto toro extraordinario, hermosísimo, pieza ejemplar del encaste Murube, que salió a cañón y remató en un burladero con aire de bravo, que hizo presa del caballo de salida por una renuncia o un patinazo, y que sembró pasajeramente el pánico. En la corrida que sea importa tener serenas las ideas y Antonio Peinado, banderillero de Galán, excelente capotero, supo templarse a la hora de quitar el toro del caballo derribado y volteado y, en fin, sujetarlo en los medios después. Galán no acusó el golpe del derribo, sino que, sobre montura nueva, salió como embravecido y recrecido. No clavó con puntería especial ninguno de los dos rejones de castigo con que se atemperó el soberbio toro de Bohórquez -Imbatible, número 2, 583 kilos- pero de ahí en adelante la cosa adquirió carácter de fiesta absoluto: toro prendido en grupas o costados de caballo, galopes templados, variedad de aires, los hierros arriba, adornos, calmas, regusto. Una estocada sin puntilla. Formidable.

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