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EL ESTUDIO DEL ARTISTA. El panadero Luis Breña en su horno moruno convertido en lugar de trabajo donde escribe novelas y escucha música clásica. / ALONSO DE LA TORRE
El panadero novelista de Hinojal
el país que nunca se acaba

El panadero novelista de Hinojal

En la tahona de Hinojal, a las tres de la madrugada, huele a pan y suena Beethoven. Entras en los dominios de la panadería y te encuentras con dos hornos: en uno, moderno, se cuecen las libras candeales de masa dura con la leña dándole un sabor especial; en otro horno, moruno, circular, antiguo y apagado, un caballero con barba de tres días escribe febril mientras escucha la obertura de 'Coriolano'.

J.R. ALONSO DE LA TORRE

Lunes, 26 de mayo 2008, 12:29

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En la tahona de Hinojal, a las tres de la madrugada, huele a pan y suena Beethoven. Entras en los dominios de la panadería y te encuentras con dos hornos: en uno, moderno, se cuecen las libras candeales de masa dura con la leña dándole un sabor especial; en otro horno, moruno, circular, antiguo y apagado, un caballero con barba de tres días escribe febril mientras escucha la obertura de 'Coriolano'. Se trata de Luis Breña, el panadero, un hombre que de diez de la noche a tres de la madrugada se concentra en sus relatos y sus novelas y después es absorbido por sus libras, chapatas, vienas y baguettes.

Hinojal es un pequeño pueblo cacereño de 400 habitantes situado en el vértice formado por el encuentro de los ríos Almonte y Tajo. Con otros tres pueblos (Santiago del Campo, 320 habitantes, Monroy, 1.100, y Talaván, 900) forma lo que ha dado en llamarse Los Cuatro Lugares. La historia de Hinojal es la de tantos pueblos extremeños castigados por una emigración desoladora: llegó a tener 3.000 habitantes en los años 60 y dos panaderías. «Es el pueblo extremeño con más emigración proporcional. Hoy se podría decir que es un asilo de ancianos con el personal de mantenimiento», apunta Luis Breña.

A Hinojal la llaman la pequeña Barcelona porque cuenta con un racional trazado urbano, cuadriculado y de calles muy anchas, rectas y perpendiculares. La iglesia está en el extrarradio y la Plaza Mayor, en un extremo. El pueblo tuvo durante 16 años alcalde del PSOE. «Ahora gobierna el PP, o mejor, Teófilo, un vecino al que todos conocemos», dice Luis.

A pesar de ser tan pequeño como un lugar, Hinojal disfruta de las ventajas de la ruralidad extremeña: escuela, consultorio médico, piscina, polideportivo, casa de la cultura... Además de la tahona, que surte a otro pueblo y a 12 panaderías y 300 domicilios de Cáceres, hay una cerrajería, dos empresas de electricidad, dos de fontanería, tres de construcción, seis bares, varias explotaciones ganaderas, tres autoservicios, un pub, una discoteca, llanos, viñas, dehesas, olivares y mucha tranquilidad.

La reciente apertura de la Autovía de la Plata ha puesto a Hinojal a 18 minutos de Cáceres. Al principio hubo mucha expectación, pero la vida no ha cambiado demasiado. Varios vecinos se han quedado en el pueblo y van a trabajar a la capital, pero no se han comprado segundas viviendas campestres. Eso sí, se han dado algunos robos de cancillas y cerdos y días atrás se paseó por el pueblo un desconocido que vendía un generador nuevo de 2.000 euros por 200. Nadie lo compró, pero entre los cerdos robados, las cancillas desaparecidas y el perista del generador, Hinojal parecía 'Chicago, años 20', pero sin 'Intocables' porque en el pueblo no hay cuartelillo de la Guardia Civil.

El Tajo y el escritor

La carretera que une con la autovía es magnífica, pero a partir del cruce y hasta la antigua N-630 se enrabieta, retuerce y estrecha. Luego está el Tajo, muy a mano, muy bello, muy escarpado, pero con poco tirón popular. A veces se ve por sus orillas, en un 'locus amoenus' virgiliano y escondido, a un señor escribiendo. Lo han adivinado, de nuevo nos encontramos con Luis, el novelista, un panadero con conciencia, con ideas y con discurso.

Luis Breña escribe desde hace tiempo. Ha publicado una novela. Se titula 'El discreto pulso de la Matagangas'. No se deja llevar por la autocomplacencia y afirma, autocrítico, que no le dejó completamente satisfecho. La editó en una imprenta-editorial del pueblo. Porque sí, aunque parezca mentira, en Hinojal también hay editorial. Se llama Luz de Luna y es la imprenta de Julián, un taxista que ahora se dedica a las ambulancias y que en sus ratos libres imprime calendarios y programas festivos y edita libros.

'El discreto pulso de la Matagangas' se desarrolla en Cáceres. Luis ha escrito otra novela, 'La sinfonía del loco', que duerme en un cajón, y varios relatos cortos. Ahora dedica sus madrugadas a otra novela. Lleva unas 700 páginas y se titulará: 'Bendita levadura (confidencias de un obrador bipolar)'.

«Escribo sacando tiempo de debajo de las piedras y casi siempre de noche, en este horno moruno, redondo y encalado donde estoy rodeado de mi música favorita. Empiezo a escribir sobre las diez de la noche y lo dejo a eso de las tres de la madrugada, cuando las labores de la tahona ya están a tope. No tengo pretensiones novelísticas a corto plazo... ¿Mis autores favoritos...? Borges... Kafka... Cervantes...», confiesa.

«Dicen que ser panadero es el oficio más bonito del mundo y es cierto. Es un trabajo donde todo depende del tacto, donde todo se basa en una regulación de los tiempos y las temperaturas», explica... Después detalla su jornada: «Soy un panadero moderno con cámara de fermentación controlada. Empiezo a trabajar a las doce del mediodía y a las siete de la tarde tengo acabada la producción. A las dos de la madrugada, con el horno caliente, empiezo a cocer hasta las cinco y media. A esa hora, envasado y distribución: dos furgonetas salen a las siete a llevar el pan y regresan después del mediodía».

Con ellos llegó la luz

Antiguamente, en Hinojal no había tahonas, sino hornos públicos adonde iban los vecinos a cocer su masa. En 1949, el padre de Luis y un socio abrieron una fábrica electro-harinera que trajo al pueblo la luz. En 1957, se añadió la panadería. Después llegó Iberdrola, los Breña se quedaron con la panadería y el socio con la fábrica de harina. Hace 22 años, el padre de Luis se jubiló y él se hizo cargo de la tahona. Actualmente, su horno se abre al público cada 15 días para que las vecinas vengan a cocer en hora y media sus magdalenas, sus perrunillas, sus lenguas de gato, sus bizcochos, sus roscas de yema...

Luis se lamenta de que en Extremadura falte una cultura del pan: «El ciudadano extremeño no es amigo de innovar en temas de pan. Es conservador y no sabe valorar el pan ni diferenciarlo. La gente mayor sí sabe pedir pan y entiende, pero la mayoría ha sucumbido al pan sin rigor, a la dictadura de la baguette, un pan que se hace con los ojos cerrados, lo podría hacer un niño».

El caso del pan integral, tan normal en otras regiones, permite comprender la situación del pan en Extremadura. Así, en Cáceres solo es posible encontrar pan integral auténtico en algunos herbolarios y viene de Ávila. Incluso en algunas casas rurales del norte de la provincia, dedicadas a comidas y actividades alternativas, el pan integral llega también de cerca de Gredos.

«Yo no puedo hacer pan integral porque no se vende. Llegué a elaborarlo integral 100%, pero sólo vendía cuatro libras y seis bollos en una panadería de Cáceres y no me merecía la pena. En 22 años al frente de la panadería, solo he recibido una llamada preguntándome si hacía pan integral. Hago uno manchado con un 15% de harina integral. Como el sabor del integral puro es algo áspero, he trabajado con una harina holandesa más sabrosa, pero tampoco tenía salida. Las boutiques del pan que había en Extremadura han cerrado casi todas. Ahora, ya digo, lo que triunfa es la dictadura de la baguette», denuncia.

¿Y en qué consiste esa dictadura?... «La baguette caliente ha sido el negocio de la década pasada y la han impuesto los niños, que son unos irresponsables, como es lógico a su edad, porque comen con los sentidos sin pensar en su salud. En realidad, los irresponsables serían sus padres, pero ellos, los niños, son los reyes de la casa, eso es cosa de los tiempos modernos».

«El refrán que dice que el pan caliente mata a la gente tiene su punto de verdad», prosigue Luis. Esa baguette congelada no está acabada de cocer, necesita un periodo de rezumamiento o enfriado de la pieza para que salgan todos los gases y acabe de solidificar la miga. Si tú pasas un dedo por la miga de la baguette, haces una bola. Con el pan frío no puedes hacer eso. Pero la baguette se impone y algo tan serio como el pan y su elaboración ya no está en manos de los panaderos, sino de los videoclubs, las gasolineras, las tiendas de chucherías, los bazares...».

Luis habla de pan, de literatura, de su pueblo... En la tahona huele que alimenta y en el horno moruno suena una música que transporta. Afuera, en la cuadrícula del 'lugar' de Hinojal, la vida continúa. Este año ha habido tres comuniones. Cuando Luis se talló eran seis quintos... Aquí, desde hace años, todo es en miniatura. Hinojal

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