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El diestro Iván Vicente, ante su segundo toro en la decimoquinta corrida de abono de la Feria de San Isidro. | EFE
Los toros vuelven a defraudar otra vez en Las Ventas
TOROS

Los toros vuelven a defraudar otra vez en Las Ventas

El valor seco y el buen corte de Iván Vicente salvan la corrida de San Isidro

EFE

Viernes, 23 de mayo 2008, 13:36

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Otra corrida en blanco por culpa de los toros, ayer en Las Ventas, aunque con muchos detalles de interés para el aficionado gracias a la actitud de los toreros, sobre todo el valor seco y el buen corte de Iván Vicente.

Ningún toro claro en la tarde para hacer el toreo. O en todo caso, el único toro definido del todo, el primero, fue malo con ganas. Hubo también uno, el tercero, que apuntó bien al comienzo, pero yendo paulatinamente a menos.

La gente no valoró lo suficiente el esfuerzo de Iván Vicente en aquel primero, y desde luego estuvo tremendamente fría con la bonita faena de Eduardo Gallo a ese tercero. El resto de la función fue un quiero imposible por culpa de los toros , deslucidos al máximo.

Vicente fue el destacado de la tarde, por agallas y capacidad para resolver. Muy por encima del mencionado 'marrajo' que abrió plaza, un animal grandón y reservón, que no humillaba y salía distraído de los encuentros. Toro manso y con genio, y orientado, sabiendo siempre lo que se iba dejando atrás.

Más cosas todavía que contar del toro: medía mucho al torero, le costaba mucho arrancarse y cuando se echaba para adelante lo hacía descompuesto y al bulto.

Pues con todo eso, y el viento como dificultad añadida, Vicente tragó una barbaridad. Muy firme, la cabeza muy fría, acertó en la distancia y los toques oportunos. Muy quieto, hasta el punto de que cada muletazo era un susto. Vicente estuvo arrogante y muy capaz, torero en todos los sentidos. Fue una pena que no cayera el toro con la espada dentro, pues la estocada fue también algo muy serio.

El cuarto fue toro a menos, como la misma faena, que había tenido muy buen principio por el lado derecho. Toreo de valor seco el de Vicente, pero también de corte exquisito. Sin embargo conforme avanzaba el trasteo se iba descomponiendo el toro, cada vez con menos acople también del torero.

Jiménez cargo con los dos más insulsos del envío. Manso, blando y sin transmisión su primero, que embestía andando y se paraba a mitad del muletazo. Por no tener el toro, ni malas intenciones. El hombre le buscó las vueltas pero fue inútil. Y eso que se puso en el sitio, muy encima y cruzado. Un esfuerzo grande al que no correspondió el toro, pues surgieron los muletazos muy de uno en uno y sin calado.

En el otro, incierto y sin fijeza, que se volvía antes de iniciar la arrancada y echando la cara arriba, por un momento, en los cites por el izquierdo, parecía que quería tomar el engaño más largo y con más continuidad. Pero fue también un espejismo. La faena no tomó vuelo y las ganas de Jiménez sirvieron sólo para tapar lo malo del toro.

Gallo, injustamente tratado por el tendido, que acogió con suma frialdad su primera faena, a la que muchos pueden pensar que le sobró el último tramo.

No fue fácil la tarde para los toreros. Ni será bueno recordarla más.

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