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CRISTINA NÚÑEZ
Viernes, 23 de mayo 2008, 10:22
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Jaime Sanguino, que parece un curtido hombre de campo, se desmorona cuando Alfredo Martín, el veterinario de su explotación ganadera, aplica una inyección letal a una de sus cabras y ésta cae al suelo de manera casi fulminante. Es el mejor final después de la carnicería de la noche anterior, cuando sus doce cabras sufrieron la despiadada amputación de sus pezones. Suena macabro y morboso, parece una película satánica, pero es un caso claro de maltrato animal que está penado por la ley. Hacia las cuatro y media de la tarde diez de las doce cabras se mueven a duras penas con los miembros destrozados. Otras dos han muerto ya, una de ellas sacrificada, el final que les espera a todas porque las heridas son graves. Son razones que el veterinario califica de «humanitarias», y que tratan de evitarlas, en lo posible, el sufrimiento.
El hijo de Jaime, Javier, cuenta que su padre se encontró con las cabras heridas cuando llegó por la mañana para trabajar en la explotación. Es una granja fundamentalmente porcina, con unas setenta reses. Una explotación familiar con algunas otras especies, como gallinas, y un perro, se encuentra en las afueras de Arroyo de la Luz, una localidad que ayer andaba preocupada por el suceso, según contaba el alcalde, Santos Jorna.
Mascotas
Javier Sanguino asegura que las doce cabras eran casi mascotas para su familia. «Lo que sacábamos de ellas era para consumo familiar». Leche para los desayunos y para la fabricación de quesos. «Las ves nacer y las ves crecer y te encariñas con ellas». En total costaban unos 1.200 euros.
La familia Sanguino no quiere acusar sin pruebas, y de momento no las tienen, al menos en este caso en concreto, que fue denunciado ayer a la Guardia Civil. Desde hace unos meses sufren ataques en su explotación, que abrieron en el año 1982. El 10 de noviembre les tiraron las vallas de la finca y esparcieron kilos y kilos de escombro por sus tierras. Actualmente esperan que salga el juicio sobre este caso. Desde entonces, han menudeado las agresiones a esta finca. De hecho, la familia no ha bajado la guardia y han intensificado la vigilancia. Pero tampoco pueden hacer más que esperar y que el agresor no se cebe con el resto de los animales que habitan esta granja. Según el veterinario los cortes en los pezones de las cabras que produjeron, casi con toda probabilidad, con una navaja, y con total premeditación. Si el agresor no intentó agredir a otros animales es porque las cabras son más dóciles. El único ejemplar macho de esta especie no sufrió ningún daño. Martín advierte del carácter delictivo de estos actos, contemplados por el Código Penal.
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