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TOROS

El Fundi, la estocada de la feria

Será difícil que nadie mate en la plaza de Sevilla y en la feria un toro con la categoría con que lo hizo el matador madrileño Sin puntilla un distinguido cuarto de una desigual corrida de Palha

BARQUERITO

Domingo, 30 de marzo 2008, 05:12

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La corrida de Palha dio cuatro toros de parejas hechuras: largos, lustrosos, más cuello que pecho, mazorcas anchas, acodados los cuatro. Negros todos. Se llevó la palma el quinto de corrida, que tenía bien cumplidos los cinco años. Cinqueño de cenicientos cuernos, muy astifino, la cara ligeramente arriba en las entradas y sobre todo en las salidas de embroque, y un tranco vivo, repetido y reunido. Chisporroteante. Galopador, bravo y guerrero en la primera vara, fijo en la segunda. Sumó siempre el toro, alegre en el capote. Lances embraguetados pero apurados de Jesuli de Torrecera en el recibo, ceñidos delantales del propio Jesuli en un quite, gaoneras de Bolívar en un segundo quite premeditado. Mejor el toro cuando vino enganchado que no. Como casi todos.

De parte del toro se empezó a poner la gente y no tan poco a poco. Con una excepción: los paisanos de Torrecera, término municipal de Jerez de la Frontera. Esos estaban con el torero de casa y lo calentaron. Una tanda de tres por la diestra y el de pecho fueron cota y no cima de una faena de más entrega que acierto. Por la mano izquierda el toro quemaba y entonces Jesuli se quedó tímidamente en el uno a uno. Los muletazos. Sin llegar a ligar, por tanto, ni dos ni tres. Faltó lo fundamental: templarse con el toro, que invitaba a eso precisamente. No fue toro torrencial, que abundan en la ganadería de Palha. En tablas vino a morir. Pero es que de la primera raya no había llegado a despegar nunca la faena.

Además de los cuatro, negros saltaron dos mulatos o castaños. Uno de ellos, el cuarto, chorreado, de gran cuajo, fue de preciosas hechuras. Cuando lidia Palha una corrida se abren las apuestas para distinguir los toros de procedencia Ibán de los de origen Torrealta. Ninguna duda: torrealta era el cuarto, que se empleó sin desmayo y cobró con ganas dos puyazos en regla. De los dos salió con estilo. Iba a ser y lo fue el otro toro de la corrida. El otro de caro aire y gran condición. Éste, además, tuvo espectacular muerte de bravo. De rodar sin puntilla tras una estocada sencillamente extraordinaria de El Fundi. Pero de gravitar sobre el eje propio, las manos, con una última exhalación que fue, en un segundo, síntesis y epítome de bravura. De la estocada, cobrada con tanta verdad como ciencia o dominio, al hocico la muleta en el embroque como un pase de pecho, salió el torero de Fuenlabrada desarmado y perseguido pero salió también casi rodado el toro. Será, se supone, la estocada de la feria. No la faena, tampoco la lidia del toro, que en banderillas se vino en temible oleada por la mano izquierda, escarbó después del segundo tercio y se distrajo más de la cuenta luego.

Estocada de oreja

Nada más empezar El Fundi a trastear, en un tendido de sol y casi bajo el reloj, se desmayó un espectador. Las bandas fosforescentes de los uniformes de Cruz Roja, numerosa y movediza cuadrilla, tal vez reclamaran al toro, que pecó de embestir sin la regularidad de los toros completos. Pero al madrileño le faltó también serenidad de fondo. O colocación. Sistemáticamente, cites y embroque fueron al hilo del pitón o muy fuera del cacho. O muy encima del toro, donde tampoco convenía. La estocada lo tapó todo. Valió una oreja. La oreja para la estocada.

Pegajoso, el primer toro de Palha se acostó por la mano derecha. Algo celoso, revoltoso en las primeras bazas, no descolgaba ni humillaba, sino que tomaba el engaño a golpes de un solo impulso. No fue sencillo. Ni imposible. Costó resolver con él. El Fundi pecó por precipitado. La apuesta fue una faena cuerpo a cuerpo y sin espacios. Lo sonado fue un desplante de cara y de pie y arrojando El Fundi los trastos. Imagen torera. El madrileño torea a gusto en Sevilla siempre. Se siente arropado. Aunque durante la faena el cuarto oyera también algún siseo de censura.

A quien más se esperaba era a Luis Bolívar, porque es uno de los que se habla más y mejor. Un quite firme por talaveranas en el segundo de corrida confirmó el runrún, que creció al verse a Bolívar lancear de salida al tercer palha mecido y a compás. Pródiga en quites fue la corrida. Bolívar salió por chicuelinas en ese toro. El Fundi, por delantales, no perdonó turno. Pero de pronto cambió el decorado.

Un moroso tercio de banderillas concluyó con el toro apalancado en un burladero. Ahí lo retenían los banderilleros. Bolívar intentaba citar desde los medios para un cambiado por la espalda que abriera faena a cañón.

Terca idea, que fue el primer tropiezo. Rebrincado, cabeceante, la cara por encima de los engaños, el toro se vino abajo. Y acabó rajado. El sexto, enano y deslumbrado, algo descaderado, corto y zancudo, sin cuello, fue toro manejable. Pero sin trapío para Sevilla. Sin plaza. Ya iban casi dos horas y media de festejo y pesaban. Preció descararse Bolívar. Lo que hizo fue en realidad ponerse tan encima que el toro se quedó sin sitio por donde. Un metisaca en los bajos fue un borrón. Y un toro más: el segundo de corrida, tundido y roto en un puyazo trasero, pero toro de buena elasticidad. Escarbador también. Jesuli lo toreó sometido voluntariamente a un control de saliva destinado a medir la fisiología de un torero en pleno tajo. Y esa sería la mayor fortuna del trabajo: sus datos de laboratorio.

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